Bueno, la paciencia es una virtud del escritor y, sobre todo, del escritor-opera-prima. El sabe que su obra estará siendo examinado con todo el cariño por motivados editores a la búsqueda de talento. Y eso le reconfortará.
Aun así, decidirá poner en marcha el Plan B: presentarse a algún premio literario. Vuelverá a investigar y en otra base de datos todavía más abultada colocará los premios del país según la dotación económica (la ambición del escritor profesional es inmensa, tanta como su hipoteca, o incluso más). Le sorprenderá observar que hay más premios que días, lo que sugiera un nivel literario superior con respecto a otra zonas del mundo.
En cualquier caso, pensará para sus adentros que no debe ser complicado llevarse alguno de esos galardones en metálico, sobre todo con una obra tan buena como la suya. Así que decidirá probar. Pero hay algo que lo desanima. Algunos concursos literarios tienen una cláusula que impide que se presenten a dos o más a la vez. Grave inconveniente. El escritor en ciernes sabe poco de ética, como todo buen escritor, y por eso se salta las normas consciente de que las probabilidades de que le concedan algún premio son bajas, pero dos a la vez son nulas.
Se pondrá manos a la obra y fotocopiará como un descosido tantos ejemplares como jurados y como premios.
Al mismo tiempo, comenzará a recibir las primeras respuestas de las editoriales. Son misivas con el anagrama de la editorial bien visible que alimentan su esperanza y lanzan su corazón. ¡Qué rápido y qué fácil!, pensará ingenuo. En su interior se encontrará unas breves palabras para informarle algo tal que así: sentimos comunicarle que no ha sido seleccionado por nuestro sello editorial sin que por ello queramos realizar una valoración literaria de su obra, pitiflu, pitiflu, pitiflu.
El escritor en ciernes sabrá que eso no es tan grave. A muchos otros escritores les ha pasado antes. Sin ir más lejos a Hemingway le ocurrió veintisiete veces y su suicidio no tuvo nada que ver con ello, fue por unas almorranas, y tras muchos años de éxitos.
Casi mejor, que no se diga que lo ha tenido fácil, se dirá. A los escritores noveles les gustan los desafíos, los retos que dejan huella en la historia de la literatura.
Por otra parte, para eso están los certámenes literarios, para descubrir a los nuevos narradores. Así que a esperar que les llamen por teléfono para indicarle cuando debe presentarse a la cena de la entrega de los premios. El escritor nonato, aunque diga lo contrario, siempre está encantado de conocer a Lara en persona y explicarle un par de cosas sobre su novela.