Carrera Literaria-El papel en blanco (4)

Por Gfg
Una vez que la idea ha tomado forma, se acerca el momento de plasmarla. Como hemos sugerido en otra parte, la idea era genial en su concepción y, durante las semanas que el escritor profesional le ha estado dando vueltas, sin duda ha crecido, ha mejorado. Pero llega el momento de sentarse a trabajar sobre un folio en blanco. Y, ¡horror! se acumulan las dificultades. Cuando el escritor opera-prima decide que ya es hora de escribir se suceden acontecimientos que están fuera de su control. De repente, se pone enfermo un hermano (en el caso del joven), un hijo (en el caso del cuarentón), su mujer (en el caso del mayor) y tienen que retrasar su decisión. Una vez superados esos pequeños problemillas, se da cuenta de que las condiciones de trabajo no son óptimas. Como quien no quiere la cosa, echa en falta mejor luz (va a comprar una lámpara) o una silla ergonómica (sale a agenciarse la silla) o una pantalla plana de ordenador (se apropia como sea de una nueva). Vamos, que todo son zancadillas del destino antes de comenzar el libro.Además, algunos –tras un breve intento de sentarse en la mesa– se dan cuenta de que no pueden escribir en silencio y deciden que tiene que incorporar un equipo de música a su escritorio. Otros tienen dificultades con la hoja en blanco –les produce ganas de defecar (como lo oyen)– y deciden que deben escribir en folios color azul o rosa, o en Din A4 ya emborronados por su hijo pequeño, o en rollos de papel higiénico, eso sí, limpios (sobre todo, para los de defecar). Las variedades son muchas y no existe imaginación humana que pueda sistematizarlas en pocas cuartillas.Una vez superadas esos escollos, comienzan a escribir. Atentos, aplicados, esperanzados. Es en ese momento cuando se produce una sustancial divergencia en las formas de actuar de cada pretendiente. Porque, como en otros apartados, hay dos tipos de escritores: los minuciosos y los que se dejan llevar por la inspiración. Los primeros realizan fichas de todos los personajes (edad, descripción física, descripción moral, empleo, aficiones, familiares, etc.), de todas las escenas (en casa, en el trabajo, en el bar, en la cama con su ex mujer, etc), de todos los tiempos (comienza, sigue, continúa, desciende, asciende, vuelve, se para, etc.), de todas las tramas (amor, seducción, pasión, intriga, traición, etc.). Les gusta colocarlas en el suelo o en una pizarra para visualizar todas las secuencias y seguir la hoja de ruta (me suena a Palestina). Una vez que creen que han controlado la novela, es cuando empiezan a rellenar el primer folio con viva emoción.Los segundos no controlan nada. Saben que la novela es incontrolable y, por tanto, no pierden el tiempo en esquemas fijos. Tienen la idea, esa idea que ya hemos comentado en el anterior capítulo, y saben que es un buen punto de partida, aunque ignoran si será un buen punto de llegada. Poreso, confían en su inspiración, en que cada paso avanzado servirá para abrir nuevas rutas, que llevará a nuevos parajes, hasta la palabra fin.Es entonces cuando tropiezan con el primer obstáculo literario serio: la frase.