Carrera Literaria-Llegó la idea (3)

Por Gfg
Tras unos comienzos inciertos en los que se ha comunicado al entorno familiar la intención de ser un escritor profesional y se han pasado unos días de gozo pensando en la repercusión mediática del nuevo genio de las letras, llegó la duda del talento, esa duda tenaz, solapada, difícil de soslayar. Pero, como siempre en la vida, hay una salida, una salida digna, beneficiosa para la Humanidad: la idea.La idea es algo que le asalta al escritor en un momento dado de su existencia y no le deja en paz hasta que la expulsa de la tripa. Surge en el momento más inesperado (en la ducha, conduciendo, en la cama, comprando el pan) y le refuerza su estima. He tenido una idea genial, suele comentar ufano el nuevo pulidor de palabras. Es algo abstracto, todavía sin contenido definido, pero que permite intuir una buena obra, una obra genial (como la misma idea).
Así, desde que descubre que posee algo especial, no ceja en pensar en ello. La idea le acompaña en el trabajo (cuyo rendimiento baja un par de escalones) en el paseo, en la televisión, incluso cuando está haciendo el amor (se folla a su idea sin ningún tipo de escrúpulos morales). A la idea se le hace carantoñas, se le manosea, se estira y se encoge, se pone y se quita, siempre con el objetivo último de deslumbrar con esa opera prima.
Esa idea se convierte en tema de conversación con los familiares (les aburre), con los amigos (se destornillan de risa), con la gente de trabajo (se pasan mensajes en el ordenador: ¡está loco!), con la mujer de la limpieza (pone más alto la radio y se aleja temerosa). Pero la idea va adquiriendo, con el paso del tiempo, tintes visibles: grande, redonda, florida...
Claro, la idea no es igual para todos los escritores. Como ya se sabe, hay dos tipos de escribanos: los que nunca han leído un libro y los que se han leído todos los volúmenes de la Biblioteca Nacional. La idea no tiene la misma repercusión para cada uno de los dos tipos de narradores. Para el primero, cualquier idea es única, original, novedosa. Por eso, cualquier idea le sirve y se siente satisfecho. Suele ser bastante feliz y triunfa con regularidad.Para el segundo, cualquier idea ya ha sido tratada por Stendhal o Pérez Galdós o Miller y su obsesión reside en cómo superar a esos genios de la literatura. Para ello suele decidir desnucarla, machacarla, abusar de ella hasta que pida clemencia y se deje manipular. El escritor suele ser infeliz; la idea, también. Ambos suelen fracasar. También su matrimonio.
En los dos casos, y el algunos otros intermedios que no voy a mencionar para no cansar, es entonces cuando comienza la manufactura de la obra, esa obra que le acompañará durante años en su larga travesía del desierto.