La primavera siguiente, en las fiestas del pueblo donde yo vivía, en el País Vasco, la gente se ponía en corro a cantar: "Carrero, Carrero, ¿que haces ahí en el alero?" y tiraban los jerséis a lo alto. También cantaban, con la música de una canción popularizada por unos conocidos payasos: "Así volaba, así, así/ por los tejados de Madrí..."
La muerte de Luis Carrero Blanco, el hombre de confianza del dictador, definitivamente dio un golpe fatal al franquismo. O al menos al franquismo formal, pues el dictador apenas sobrevivió año y medio al que se anunciaba como su más probable sucesor en el poder. Aunque muchos creemos que el "franquismo" persiste en muchos entresijos de la política y la sociedad del estado español, a pesar de los años transcurridos, los ejercicios democráticos y las alternancias en el poder de los sucesivos gobiernos.
El plan y la realización del atentado han sido explicados cien veces y los detalles conocidos recontados, comprobados y justificados otras tantas. Sin embargo, y sin que sea un clásico reflejo conspiranoico ante cualquier magnicidio, todavía existen aspectos oscuros y circunstancias inexplicadas.
La mañana del 20 de diciembre de 1973 estaba, como casi siempre, en el hospital. Ante la clásica pregunta sobre acontecimientos históricos recientes: ¿que hacia usted, o dónde estaba usted cuando…? siempre me toca responder que estaba en el hospital. Más de media vida.Poco después de las 10 de la mañana, un compañero de trabajo, conocido por su afición a anunciar acontecimientos inminentes ("Esto se acaba", "…dicen que en Madrid", "…en Europa dicen…", etc.) que se retroalimentaban pero rara vez se materializaban, me dijo en un susurro. "Ha muerto Carrero". Que había muerto, sin saber ni decir cómo ni dónde. En aquella época los medios de comunicación eran limitados. En el laboratorio, una dependencia del hospital donde el trabajo lo permitía, tenían siempre una radio puesta. Nos dirigimos allí en tropel y amontonandonos alrededor del aparato. A las 11 dieron la noticia. Había habido una explosión en Madrid, a resultas de la cual había fallecido el almirante Carrero. Algunas incoherencias sobre si podía haber sido una explosión de gas y poco más. En silencio abandonamos el laboratorio en pequeños grupos. A mi lado, una residente, de familia vasca por los cinco costados (o los cuatro apellidos) me dijo al oído. "Eso han sido los chicos…" Me costó un poco entender el significado, pero enseguida me hice la composición de lugar: un bombazo de ETA se había llevado por delante al lugarteniente de Franco. A esa hora los responsables policiales del gobierno de Franco andaban aun haciendo conjeturas sobre explosiones de gas.
En el País Vasco, la autoría del atentado no se dudó ni un instante. A medida que se fueron conociendo los detalles, se reafirmó la información y se extendió un alborozo contenido pero real y bastante generalizado. ETA lo reivindico a las 11 de la noche. Curiosamente, a los pocos días se extendió la idea de que en la planificación y ejecución del atentado había habido una participación de servicios secretos extranjeros. Incluso se dijo que la CIA había facilitado los explosivos y que la visita del secretario de Estado Henry Kissinger que había tenido lugar el día antes, había servido de "autorización" o visto-bueno para la operación.
Los que resulta bastante evidente es que la policía española y los servicios de seguridad fueron cogidos completamente por sorpresa y tardaron horas en hacerse la idea del origen del atentado. Aquellos días se celebraba en Madrid el proceso contra militantes de Comisiones Obreras en el que se conoció como Proceso 1.001. Por eso y, en general porque así lo disponía la política policial, los cuerpos de seguridad españoles se dedicaban a la persecución de "rojos", y más concretamente de miembros del Partido Comunista clandestino. Una serie de casualidades condujeron a la detención aquella tarde de Simón Sánchez Montero, miembro del Comité Central del PC en una vivienda "segura" donde se había refugiado por temor a las posibles represalias de la extrema derecha. La dirección fue hallada en uno de los registros de los pisos que habían ocupado los etarras. Una supuesta conexión PCE-ETA que nunca existió y que apresuradamente desmintieron miembros del PCE en el exilio a sus contactos del cuerpo diplomático español.
Por en medio queda la participación de Eva Forest en el aparato de acogida clandestina de los etarras, pero parece que su cooperación operativa se hizo desde los entresijos de la lucha subversiva antifranquista, sin llegar nunca a tener un conocimiento claro de los propósitos del comando Txiquia. Así tambien la misteriosa participación del personaje bien vestido que, en el hotel Mindanao, facilitó a los etarras la información inicial sobre las rutas y rutinas del almirante, más recientemente considerada una invención novelística de la propia Eva Forest para crear pistas falsas.
A Carrero lo mató ETA porque era posible y, dijéramos, fácil. La escasa protección del almirante, su tozuda y rutinaria costumbre de repetir cada día recorridos y hábitos, allanaron el camino. Queda en el aire la consideración del método de colocación de explosivos, nunca más repetido en los largos años de actividad terrorista de ETA. Pero eso es, probablemente, porque y a partir del atentado del presidente del Gobierno, pocos objetivos posibles mantuvieron actuaciones que hiciesen factible el uso de una carga explosiva estática, subterránea. Ni España ni en ningún otro sitio, porque lo común en los bombazos es colocar los explosivos en un automóvil u otro vehículo que se pueda acercar al objetivo en poco tiempo, y no cavar un túnel debajo de una calle porque por allí va a pasar una posible víctima.
La muerte de Argala, (José Miguel Beñarán) en Francia, autor principal del atentado, en venganza cinco años y un día después, la realizaron los servicios secretos del estado. Supuestamente agentes miembros de la Armada, por ser Carrero marino, y por espíritu de cuerpo. Pero los servicios secretos españoles suelen reclutar un buen número de sus agentes operativos entre miembros de la Marina. Venganza o silenciado, queda en la duda.
La parte más abierta de todo el suceso es la de la repercusión que la muerte de Carrero tuvo en la descomposición final del régimen franquista. Mientras algunos analistas le conceden una importancia capital, al descabezar el ala más dura del franquismo y eliminar el supuesto heredero político de Franco, muchos otros opinan que, a la muerte (esperable y esperada) del dictador, Carrero, un hombre ya mayor, hubiese pasado a un papel secundario. Y que, en cualquier caso, se hubiese visto arrumbado por el desarrollo de los acontecimientos, como lo fueron tantos otros personajes influyentes, de los que apenas queda el recuerdo.
Aunque, y como decíamos al principio, muchos de los posos del franquismo, con otros nombres y con otros modos, siguen plagando la vida de esta parte del mundo en la que nos ha tocado vivir que, ni la muerte del almirante ni los cuarenta años transcurridos, parecen haber modificado.
Ref: "Golpe mortal. Asesinato de Carrero y agonía del franquismo" I. Fuente, J. García y J. Prieto. Ed. El País, Madrid 1983. ISBN 84-85371-03-8
"Operación Ogro:cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco" Eva Forest, Hiru-Ed, Hondarribia 1993, ISBN 97-88-48752-45-61