Carreteo líquido

Publicado el 25 julio 2019 por Carlosgu82

A las 9 y 30 de la mañana ya habían realizado dos viajes, desde que se empeñaron en hacerlo tres horas y media antes, a las 6 en punto. Dos adultos de unos 45 años y un joven de cortos 20 eran los integrantes de la diligencia, los custodios absolutos de la preciada materia de transporte.

Como pudieron se acomodaron entre los espacios disponibles en el vagón, solicitando permiso y disculpas por los tropiezos con los envases plásticos que llevaban en sus manos, para ser precisos, dos de ellos en cada mano, es decir, cuatro por persona, 12 en total.

“Apenas van dos viajes y nos falta por lo menos uno más, antes que se vaya el agua en el centro”, señaló quien parecía ser el líder del grupo. Entre tanto, el otro adulto dejó en el suelo las dos garrafas del brazo izquierdo para mirar su reloj, al tiempo que el joven asentía con la cabeza.

Un vecino al de la voz cantante, prestó atención a sus palabras y le repicó: es un tema lo del agua amigo, ¿no?

-Pues sí, mi hermano, sobrino y yo, llevamos cuatro meses carreteando agua casi todos los días desde casas de amigos y conocidos en donde llega el agua primero. En mi casa no llega ni aire por las tuberías desde hace 90 días, sin explicación alguna por parte de “Hidrocriminal”(Hidrocapital). Señaló el interpelado.

“Pues fíjate que en la mía tampoco llega con regularidad, pero tengo una amiga que vive en la Andrés Bello y ahí llevan también varios meses sin agua, la pobre ha pagado con arroz y harina a quien le lleve agua y está que ya solo le falta bañarse en la fuente de la Plaza Venezuela”, dijo con humor el interlocutor.

El otro carretero líquido lo miró con apariencia neutra y luego frunció el ceño para decirle en voz baja: “este peo está por reventar, el gobierno se ha vuelto ineficiente en todos los sentidos…en Caracas no faltaba el agua salvo la rotura de un tubo o parada por mantenimiento del sistema, pero es que ahora no hay argumento válido para justificar tal ausencia. Nos obligan a comer caraotas y arroz todos los días, a andar sin efectivo, a hacer colas para comprar hasta el pan y de pasapalo, a salir a la calle sin bañarnos sino con una garrafita de agua, un lavado al seco”.

El pito sonó anunciando el cierrede puertas del tren detenido en la estación Artigas. Entonces el hombre se agachó para tomar las asas de sus dos garrafas de cinco litros que viajaban en el suelo, el agua dentro del depósito se agitó al elevarlas a la altura del brazo. “Bueno compa, me bajo en la otra y todavía me queda retornar”, indicó mientras se apretujaba hacia la puerta, mientras solicitaba permiso y disculpas por los tropiezos con los envases plásticos.

Luis Vera Márquez

Agosto 2018