Carretillero de mi vida

Por Miguel Angel Montesinos Sanchez @EcuadordelSur

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Las 4,15 en punto de la madrugada y el despertador canta un sonido amargo que entorpece la apertura de los ojos adormilados. A las 5 hay que estar en la feria de los domingos para no perder puestos y comenzar a trabajar transportando las compras de un lado a otro acompañando a compradores venidos de todo el cantón que se aprovisionan para toda la semana.
Arroz, arveja, lenteja, cantaclaro, maíz, cerveza, quesillo, gas… la carretilla no da para todo y hay que hacer varios viajes para trasladar la mercadería hasta “la chiva” que al cliente lo lleva de vuelta a Las Cochas y a por otro cliente rápido, no hay tiempo que perder. Entre $0.25 y $1.00 según la carga mas la voluntad hace que al final de la mañana el resultado haga sobre unos $20,00 en un buen día.
Kevin Manuel llega todos los domingos desde Chapango (a unos 5 km de Catacocha) con la carretilla que le deja su abuelo y a sus 14 años ya es un experimentado “carretillero” que esta mañana, cuando ya son las 09,00 horas, ha hecho como unos 15 clientes y no ha podido descansar desde que llegó.

- Hay domingos que me los paso acostado en la carretilla, pero este va muy bien. Diosito quiera que siga así. Dice con media sonrisa de cansancio.
La tarde la pasará descansando para las clases del lunes, pero con el bolsillo lleno de una “plata” ganada con el esfuerzo de quien, a pesar de su temprana edad, entiende de responsabilidad mas que posiblemente cualquier persona madura.
- Tengo 4 hermanos pequeños y el sueldo de mi mamá lavando ropa no da para todos, la ayuda de los domingos de mi hermano y mía viene muy bien.
Su hermano de once años ya está comenzando a “carretillear” con el carrillo que le presta uno de sus vecinos, pero no lo ha visto en un buen rato; “eso es buena señal, estará trabajando”.
Son las 12,00 del mediodía y el flujo de clientes bajó estrepitosamente, es hora de retirarse a almorzar y esperar al próximo domingo, durante la semana las clases hacen olvidar el arduo trabajo que la vida le ha puesto como asignatura obligatoria antes de tiempo, aunque como bien dice Kevin; “si no trabajamos nos vagueamos, no hay otra”