Quizá por estos motivos, por los que Carrie me parece, aún siendo una película agradable de revisitar, lejana a la los grandes títulos del cine de terror, por los que la idea de un remake de Carrie, me parecía algo sensato y que podía ser muy producente. En primer lugar nos encontrábamos con un relato que hoy es mucho más actual que cuando se publicó. No sólo ya el tema del acoso escolar se ha agravado en exceso, siendo, tristemente, noticia continua en la prensa. Si no que también, el fanatismo religioso ha aumentado exponencialmente durante los años. Lo que Stephen King narraba en su novela daba lugar para realizar una crítica tan brutal como la que presentaba Kevin Smith en Red State. A estos puntos, hay que sumarle el hecho de que Carrie es una película que ha envejecido terriblemente mal. Cómo ha pasado con muchas películas de género de la época, la escasez de medios es más que visible a día de hoy, algo que en el caso de Carrie se agrava aún más que en otros casos, ya que la tendencia estilosa de De Palma hace que se vean mucho más sus costuras.
Pero lo que sobre el papel podría parecer una buena idea, falla completamente en su ejecución. Porque Carrie no aprovecha nunca su posición aventajada, y lo peor de todo, y lo que la hace notablemente a la película de De Palma, es que es una película que no tiene alma. La Carrie a la que daba vida Sissy Spacek, al igual que a la que encarna Chloë Grace Moretz, era una víctima, pero De Palma nunca justificaba sus actos. La Carrie de De Palma, se veía acosada por sus compañeros, pero estos realmente no eran villanos. Sus actos denotaban una increíble inmadurez, y pese a la crueldad de los mismos, ellos jamás pensaban que estuvieran realizando más que una salvaje travesura. Es por esto que Carrie tampoco buscaba venganza, pero cuando la sangre caía sobre ella, se sentía tan desprotegida, que toda su ira aparecía como una fuerza de protección, como un escudo con el que acallar las risas de los que los demás consideraban poco más que una broma. Pero la nueva Carrie busca victimizar a la protagonista desde su comienzo, como buscando forzosamente la simpatía del espectador, al que le pide, imperiosamente, que se identifique con ella. Ver desde su nacimiento a su madre atacándola con unas tijeras es síntoma de esto. Y es que aquí nos encontramos también con que la relación materno-filial se encuentra mucho más pulida que en la original, pero convirtiendo a Margaret White, en lugar de una víctima de su propia creencia religiosa, en una arpía desalmada que ahoga a una hija que cree un castigo, con la religión. Los compañeros de Carrie son personajes crueles, pasando de la mera travesura. En el momento que a Carrie le viene la regla en la ducha, una escena que queda lejos de tener la fuerza que tenía en la película de De Palma, observamos cómo estos la graban como en el móvil, lo que podía parecer un atisbo de denuncia al acoso escolar y tratar como éste ha evolucionado. Pero se queda en la mera pincelada, y que sólo sirve para demostrar su salvajismo. Estos personajes, que no son más que el mero estereotipo de estudiantes populares, acabarán subiendo el video on-line, en un acto que denota verdadera maldad.