A la abuela la ha tirado al suelo un cabestro de dos patas que pasaba por delante mirando al suelo mientras chupeteaba una pava de vete a saber qué sustancia que ataca a descerebrados. Esguince y silla de ruedas. Los fines de semana y a las mañanas, cuando puedo, la saco yo a pasear por las calles y jardines. La gente nos mira raro. Tras varios días empujando la silleta, el mundo es distinto. Si interpretas las miradas de la gente, que a veces habla a gritos, puedes escuchar: "¿Qué hace un hombre hecho y derecho como ese empujando una silla de ruedas si eso son cosas de sudamericanas y negros? ¿Está paseando la herencia? ¿Estará paseando la renta? ¿Será un minijob (trabajo)?" Y así hasta un millón de opciones para algo tan simple como pasear a la abuela de la casa.
Tras la silleta de repente descubres que hay decenas de sillas de ruedas con tullidos, ancianos y pobres de solemnidad por la calle; muletas y bastones sujetando cuerpos viejos y jóvenes, muñones, cojos y mancos, letreros desgarradores por el suelo a la puerta de las iglesias y de las tiendas pidiendo una ayuda y trabajo. No vivo en la India ni en África, no, vivo en una ciudad amable y tranquila, viva y montaraz en política y fiesta, que vive alrededor de un mazo de mentiras y en un invernadero de ilusiones fatuas (Pamplona ambiente sano: curas en invierno y toros en verano), donde siempre ha mandado la parte más tradicional de ella, manteniendo un orden engañoso, el orden de quienes quieren que nada cambie, ¡por Dios!, porque con el cambio pierden privilegios y sobre todo mucho dinero, se desprestigian y el status se arrastra por los suelos. Son esos que nunca llevarían a la abuela en silla de ruedas por las calles de su ciudad por el qué dirán, pues eso son cosas de sudamericanas y de negros.
Detrás de la silleta se ve el mundo y la vida de otra manera. A la abuela el esguince no le deja caminar, pero además en la silla de ruedas está más perdida que un pulpo en un garaje, porque disfruta de un alzhéimer de cinco zh (medida única que me he inventado para medir el grado de demencia senil más alzhéimer en vez de cinco o tres estrellas).
La paseo entre las rosas de Siria, las rosas rojas de siempre, las hayas a punto de entrar en la locura multicolor del otoño y entre toda la secuencia sonora de flores y colores de los jardines, entre todos los trinos de los pájaros que anidan y pasean por entre los abetos gigantes y los árboles viejos y ella no se entera de nada. Ella, que rompía las piedras con sus carcajadas, camina sobre las ruedas que yo empujo, con una cara sin expresión, con la boca ajada y las manos frías. Y lo único que se me ocurre pensar es que la vida es una estafa. Una estafa bufa porque ni está viva ni muerta. Agur bero bat, jaun-andeak. Feliz día.
http://www.noticiasdenavarra.com/2013/09/28/opinion/la-opinion-del-lector/mensajes-del-lector/carta-a-la-silla-de-ruedas
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