Por eso, en esta ocasión, me dirijo ahora a los verdaderos Reyes Malos de Occidente, los que en realidad posibilitan que dispongamos en nuestras vidas de las comodidades y los recursos que la hacen más llevadera. Los reyes, reinas y pajes que deciden el grado y la extensión de los servicios públicos que podemos permitirnos y el tipo de organización social a la que podemos aspirar. Tienen algo de bueno: no vienen de tan lejos, sino que habitan entre nosotros, concretamente en Alemania y Estados Unidos, desde donde controlan la llave maestra que pone en marcha la maquinaria que mueve nuestra sociedad: la economía. Y no viven en castillos ni en palacios, sino en instituciones equipadas con los últimos adelantos tecnológicos para conocer en tiempo real en qué nos gastamos nuestros presupuestos y el dinero que nos prestan con interés especulativo.
También rogaría a los Reyes Malos que dejaran de exigir tanta austeridad en las inversiones públicas, pues ya se han congelado los salarios de los funcionarios por enésima vez y se ha despedido a miles de ellos en distintas administraciones, se han recortado las prestaciones por desempleo y becas, las pensiones no suben ni el coste de la vida y se estudia endurecer y limitar su cobro a los futuros perceptores, se ha establecido el repago farmacéutico, las ayudas por dependencia se han quedado sin capítulo presupuestario y, en definitiva, se ha recortado más de 7.000 millones de euros en sanidad y educación.
La precariedad brilla en cualquier sector que necesite del trabajador. Precariedad salarial en el país de Europa (salvo Chipre) donde más han bajado los salarios durante el año pasado; precariedad del trabajo, al ofrecer mayoritariamente sólo contratos temporales, a veces hasta por horas, en condiciones leoninas que no contemplan ningún derecho al trabajador ni remuneran las horas extraordinarias; y precariedad de trabajadores, al facilitar la Reforma Laboralel ajuste de las plantillas por debajo del necesario para la actividad de la empresa, a la que concede la facultad de despedir casi sin costo si sus estimaciones de rentabilidad no se cumplen. Por ello, reclamaría a los Reyes Malos que hicieran algo por extirpar tanta precariedad de nuestra actividad productiva, pues sólo consigue un trabajo con menos calidad y trabajadores explotados, esquilmados y enfrentados a la empresa, sin capacidad ni para consumir, lo que redunda negativamente en la economía.
Tal vez siga siendo un ingenuo al pensar que los Reyes Malos atenderán esta vez mis peticiones, pero al menos sé que puedo dirigirme a ellos de manera directa. Me basta con remitir esta carta al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, a la Organización Mundialde Comercio y a la sede de la Cancillería alemana, desde donde controlan la política económica de la Unión Europea.Ellos responderán obligatoriamente a un escrito que pasa por Registro, aunque la respuesta pueda adivinarla por anticipado. Más inútil es enviarla a los Reyes Magos o al Visir de todos ellos, Magos y Malos: Rajoy.