Carta a mi yayo.

Por Anaperezllinares
Hace más de diez años, tras perder a mi abuela por parte de madre, me entró miedo de que mi yayo pudiera morir cuando menos lo esperara y de no tener oportunidad de decirle cuanto le quería. Así que le escribí esta carta, en la que expresaba todo aquello que por su carácter, siempre me fue difícil decirle. 
Creo que esta ha sido la muestra más clara de amor que nadie le ha hecho y sé que lo valoró muchísimo.
Esta carta es un pedacito de mi y, al morir mi yayo, puse patas arriba su casa para recuperarla hasta que por fin la encontré.
Hoy la comparto con vosotr@s, para que sepais la gran suerte que tuve de tener un yayo al que quise y que me quiso tanto. Y para que sepais un poco más de mi y de mi relación con mi yayo.
Espero que os guste:
Han pasado tantos años que creí que todo estaría olvidado. Aquellos tiempos en los que te sentabas en una silla al lado de mi cama, no importaba cuanto tiempo, esperando a que me durmiese. Aún recuerdo que te cogía la mano intentando evitar que te fueras. Me asustaba despertarme y ver que no estabas. Cuando esto sucedía, veía la luz del televisor relucir y parpadear tras la puerta del saloncito y tenía ganas de gritarte que vinieras, que no me dejaras sola. Pero no lo hacía; no gritaba ni te llamaba porque, aún siendo tan pequeña, comprendía que tu nunca me abandonarías. Sabía que siempre que te llamara correrías a mi lado, que te habías ido después de que yo me durmiera y que estabas tranquilo viendo la televisión.
También recuerdo como todos los días te levantabas temprano para llevarme al colegio, lloviera o hiciera frío. Y como luego, al salir al mediodía, sabía que estarías en la puerta, siempre puntual, esperando a que saliera para llevarme a tu casa. Después de comer veías la tele; te gustaba ver las noticias pero nunca las podías ver acabar porque tenías que llevarme de vuelta al colegio. Ni un solo día en todos esos años llegué tarde.
Todas las mañanas, cuando tenía vacaciones, me llevabas contigo al bar donde solías ir. Recuerdo que jugabas largas partidas de dominó y también recuerdo lo orgullosa que me sentía cada vez que ganabas una. Te veía como el más listo de todos, y el más guapo y el más bueno. Y cuando perdías estaba segura de que era porque te habían hecho trampas. Otras mañanas me llevabas a la piscina del parque y te bañabas conmigo.
Mucha gente, cuando paseábamos por la calle, me preguntaba a quién quería más. Siempre respondía que a ti. Y te miraba…me sorprendía como se te iluminaba la cara al oírtelo decir. Ser capaz de hacerte sonreir de esa manera me hacía sentir importante. Muy pocos éramos capaces de conseguirlo.
Oía a muchas personas decir que eras muy serio. Yo creía que decían que eras malo porque te reías y hablabas muy poco y me daba mucha pena. Porque yo sabía que eras muy bueno y quería que todos se dieran cuenta. Y sabía que si no hablabas mucho, no era porque estuvieses enfadado, sino porque tú eras así. Supongo que si pensaba eso era porque siempre fui capaz de verte por dentro…y por eso no me hacían falta tus chistes ni tus sonrisas ni tus palabras para saber que harías cualquier cosa por mi. Veía a otros abuelos besando y achuchando a sus nietos y llenándolos de regalos. Nunca sentí envidia. Me gustaba que no fueras igual que el resto y que me trataras de manera diferente a la que trata a sus nietos casi todos los abuelos, porque eso, en lugar de hacerme sentir que me querías menos, me colocaba por encima de ellos. Porque me sentía especial. Por eso tú me tratabas diferente…siempre supe que para ti yo era alguien muy importante.
Ahora han pasado muchos años, todo aquello queda muy lejos ya. Pero cuando miro hacia atrás parece que no haya pasado el tiempo. Yo ya no soy aquella niña tan buena y cariñosa que era entonces, ni voy contigo a todas partes, ni digo a todo el mundo lo mucho que te quiero. He crecido y he cambiado. Pero muchas veces, cuando te miro, me siento igual que cuando tenía cuatro años. Me sigues pareciendo el más listo, el más guapo y el más bueno. Y me muero de ganas de darte un abrazo y darte las gracias…pero nunca lo hago. Creo que no es necesario porque tu sabes perfectamente lo que siento. Creo que sabes que nunca podré agradecerte lo suficiente el que me cuidaras tanto cuando era pequeñita, sin haberme hecho sentir nunca una carga para ti. Y el haberme dado tanto cariño. Y el haberme enseñado tanto.
En cambio, otras veces, cuando pienso en como han pasado los años y en como me he separado de ti, me doy cuenta de que lo hago con el único fin de protegerme. Pienso que cuanto más me distancie de ti, cuanto menos te vea, menos me dolerá perderte, porque te habré ido perdiendo poco a poco.
A veces se me olvida que las cosas no son así y que nunca, por mucha distancia que interponga entre nosotros, conseguiré pasar un solo día sin haber pensado, aunque sea solo un segundo, en como estarás y en cuanto más seguirás a mi lado. Y sé que se acaba el tiempo y veo como, día tras día, se te va escapando la vida. Y no quiero ir a verte porque no quiero ver como me abandonas. No quiero dejar de sentir que vas a venir corriendo en cuanto te necesite, no quiero dejar de sentirte a mi lado.
Pero te veo, y veo en tus ojos que lo sabes. Sabes que quizás mañana, me vas a dejar sola. Y sabes que no soy fuerte, igual que yo sé que tu tampoco. Sé que casi has dejado de luchar y que cada vez tienes menos ilusión Cada vez son menos las cosas que te hacen agarrarte a la vida, pero sé que luchas por mi, por seguir a mi lado. Lo sé aunque no me lo digas porque aún sigo siendo capaz de verte por dentro.
Al final morirás y tendré que superarlo. Y lo haré porque te quiero y quiero recordarte con alegría y no con tristeza.
Pero pasarán los años y me seguirá pareciendo que no ha pasado el tiempo  Miraré dentro de mí y te veré, y me seguiré sintiendo como cuando tenía cuatro años. Me seguirás pareciendo el más listo, el más bueno y el más guapo. Y seguiré pensando que no me has abandonado, porque tú nunca me abandonarías. Pensaré que te has ido cuando yo ya dormía y que no tengo que llamarte ni gritar porque ahora estas tranquilo viendo la televisión.
Y sé que, al comprender esto, te estaré haciendo feliz y estarás sonriendo.
Así es como yo te veo y así es como yo te quiero.
Tu nieta.