No conoces a ningún masón -crees-, mucho menos a una masona, siempre has leído eso de que la masonería es cosa de hombres, vamos como aquel coñá de los años 70, pero por uno de esos azares de la vida has dado con algunas páginas en Internet que hablan de otra cosa, de una sociedad masónica en la que la mujer sí tiene un lugar y no como florero sino como alguien igual al hombre. Esa pequeña puerta te franquea la entrada a un mundo nuevo y eso te reafirma aún más en tus deseos de compartir algunos momentos de tu vida con ese grupo de seres humanos tan raros si fueses capaz de saber qué es lo que se cocina en ese lugar que llaman logia o taller, hasta templo has oído decir y eso te ha dejado un poco mosca, por aquello de la educación judeocristiana no por otra cosa.
No hay altares, sabes, aunque entre nosotras y nosotros se de una amplia muestra de creencias y no creencias y hasta las dudas de quienes viven en el agnosticismo. Casi podríamos decir aquello de “ni dios, ni patria, ni rey”, ciudadanos del mundo -somos una orden internacional e internacionalista- gracias a la visión de nuestros fundadores que entendieron que la globalización, en el mejor sentido del concepto, era necesaria -casi imprescindible- si aspiramos a construir una sociedad más justa, libre y fraterna para todos los pueblos de la tierra. No hay altares pero hay respeto para quienes los necesiten, aunque no aquí, ni creemos que deban existir en el espacio público ya que la cosa esta de la creencia es algo íntimo y personal y tratar de que sea público y de obligado cumplimiento nos parece un exceso reprobable. Por eso a la iglesia católica no le gustamos, me imagino que tampoco a los ayatolás islamistas y sospecho que lo mismo ocurre con los rabinos ortodoxos, vamos a nadie que crea que la vida se debe regir por algún dogma emanado de alguna divinidad desconocida. Esto, bien es verdad, que hace que entre nosotros sean escasos los miembros de determinadas confesiones, eso que se llama la religión organizada. Parece pues que lo de la religión no es lo nuestro, está claro. Te preguntarás quizás si nos dedicamos a la política, más que nada porque has leído algunas cosas de las que podría desprenderse que nuestros talleres son una especie de ágora en la que el debate político está a la orden del día. Pues tampoco, procuramos que los ruidos de la calle nos perturben lo menos posible y está claro que lo referido a la política de partidos es una algarabía insufrible e insoportable. Esto no quiere decir, naturalmente, que no nos interesa la cosa pública, y mucho he de decir, lo que ocurre es que nos acercamos a ella desde una postura ciudadana que nos permite fijar nuestra posición sobre temas como el derecho a morir con dignidad, la educación, la explotación, la ecología…, vamos esas cosas que a todos interesan y que por tanto son política con mayúsculas, aunque debo añadir que no es que dediquemos todo nuestro trabajo a esas cuestiones. Querida amiga, nos dedicamos en cuerpo y alma a la búsqueda, de la verdad (no me atrevo a ponerlo con mayúscula pues a estas alturas ya sé que no existe la Verdad sino pequeñas verdades), del conocimiento (primero el propio, después aquello que nos atañe: todo), a construir -siempre la construcción- en la medida de nuestras posibilidades el Progreso de la Humanidad. Como ves nada raro, aunque sí con compromiso, cada cual el que considere conveniente, ni pedimos mucho ni nos conformamos con poco, cada cual es libre. Querida amiga, si todo esto es lo que buscas se bienvenida. Llama que te escucharemos y es posible que te llegues a convertir en una piedra más de este hermoso edificio que es la masonería. Llegado aquí me vas a permitir un estrambote, lo dicho sirve para cualquiera, mujer u hombre, aunque quería dedicártelo a ti precisamente, porque, desconozco la razón, es más difícil que creas que en esta obra tienes un hueco, el que te mereces como un ser humano igual a mí.
Fuente: Masonería Mixta