Carta del autor de “el caso antúnez”

Publicado el 27 junio 2012 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

He recibido esta misiva de mi amigo Enrique Vidal en contestación al correo que le envié, en relación a algunos comentarios sobre su libro vertidos en Internet. Como me parece interesante y los datos incontestables, ahí queda.

Estimado Carlos,

te agradezco que me hayas informado sobre la existencia de comentarios vertidos en cierto foro internauta de seguidores del Real Betis Balompié acerca de mi libro “Caso Antúnez. Más allá del honor”.

Como sabes, hace ya bastantes meses que estoy retirado de la actividad cibernética forzado por mis obligaciones profesionales y personales, por lo que apenas estoy dedicando tiempo a seguir estas cuestiones. Digamos que tras la publicación del libro, me estoy tomando un obligado (y necesario) respiro.

Pero respondiendo a tu correo, desde ya te confieso que no es mi deseo entrar a debatir con nadie sobre el Caso Antúnez ni responder a reproches, puntualizar detalles ni mucho menos salir al paso de posibles provocaciones sobre este tema.

En primer lugar, porque “Caso Antúnez. Más allá del honor” es una obra pública, que está en la calle, en las librerías, accesible para quien le interese, y por tanto, constituye objeto natural de la crítica, positiva o negativa, intelectual o burda, que acepto y aceptaré, siempre y cuando no se incurra en falsedades o calumnias ni se vulneren los derechos de propiedad intelectual de la misma. Hay tantos críticos potenciales como lectores, incluso más, porque muchos envalentonados opinarán sobre mí y la obra sin haberse leído el libro y, sobre todo, sin tener ni idea de historia, ni de la época, las personas o las instituciones protagonistas. Dejémoslo aquí. No pasa nada.

En segundo lugar, porque el libro se defiende solito. Si alguien no está de acuerdo con las informaciones que en él aparecen, lo tiene fácil, que presente otra información que la desmienta. Ojo, te hablo de “información”, no de “opinión”. El dato únicamente se combate con otro dato objetivo que lo desmienta, si no, es simple enredo, que ciertamente gustará a muchos, pero que no es más que eso, enredo. Por ejemplo, si un medio prestigioso como El Mundo Deportivo informa que el presidente del Betis estaba en Madrid reunido con el General Moscardó, sin la presencia de representantes del Sevilla F.C., justo cuando se dictaba la resolución del caso, que venga quien pretenda negarlo acreditando documentalmente que no fue así.

Y en tercer lugar, porque aunque el texto lleve mi firma, mi rol ha sido fundamentalmente el de un antólogo, que se ha dedicado a recopilar y exponer (posiblemente como nunca se había hecho hasta ahora) las fuentes originales reunidas sobre el asunto, evitando caer en tediosas reiteraciones. Los datos ofrecidos en el libro los aportan informaciones, declaraciones y opiniones de terceros, que son en puridad a quienes correspondería dirigir cualquier crítica o comentario. Si a alguien le gusta o no le gusta el libro, será más que mío propio, mérito o defecto de Martialay, Bernardo de Salazar, Manuel Rodríguez López, Juan Tribuna, López Lozano, Vicent Masiá o medios periodísticos como ABC, El Correo de Andalucía, MARCA, las agencias de prensa de la época o el resto de autores profusamente citados en la bibliografía.

No obstante, atendiendo a tu amable correo, sí puedo señalarte, por si te sirviera de algo, que al enfrentarme a la obra, tuve muy claro desde el principio, respecto a su enfoque, varias cosas:

1º).- Que no me centraría en aspectos meramente anecdóticos, superficiales o accesorios del caso, propios de la prensa amarilla o vulgares charlas de taberna, y del público que los consume, capaz de obnubilarse con las “ramas que no le dejan ver el bosque”, bien por interés partidista o por pura simpleza intelectual. Distracciones del meollo del asunto como la leyenda de Radio Moscú o el paripé montado por los abogados del Real Betis Balompié en la estación de Córdoba a la salida de la expedición sevillista para Madrid quedan reseñados en el libro, pero con la importancia real que tuvieron. Ni más ni menos. Una mínima visión panorámica del caso demuestra que su trascendencia no estuvo circunscrita a la rivalidad local entre el Sevilla y el Betis, donde muchos lo han querido constreñir, sino que todo el fútbol español estaba pendiente del desenlace del tema, porque el resultado de las competiciones en juego podía llegar a sufrir un giro total, alterando las posiciones del campeón y los descensos y promociones de categoría. Barcelona, Real Madrid, Ath. Bilbao, Español de Barcelona, estaban indirectamente implicados. De ahí las tremendas reacciones en forma de dimisión que se produjeron tras el fallo final. Aproximarse al caso con las orejeras de burro de la rivalidad local, supone optar de antemano por un enfoque falso, por parcial e incompleto, que yo no quise seguir alimentando. Para eso están otros.

2º).- Que el jugador Francisco Antúnez Espada merecía ser tratado con respeto y dignidad. Este magnífico deportista sevillano, el primer mundialista nacido en nuestra ciudad, fue víctima de las circunstancias, y no merecía haber sido criminalizado como lo fue, cuando es sabido que los jugadores profesionales, en la época a la que se remontan los hechos, apenas tenían capacidad de decisión alguna sobre su propio futuro, que pertenecía a los Clubes. Antúnez fue llevado del brazo por dos vicepresidentes del Real Betis Balompié a firmar su compromiso con el Sevilla F.C. y sin embargo, fue cobardemente acusado de traición por dicha entidad, cuando siendo un simple futbolista de apenas veinticinco años y de extracción humilde, no podía conocer ni adivinar siquiera los complejos vericuetos de la legalidad vigente. ¿Podía saber Antúnez si su traspaso era o no legal cuando así se lo decían dos vicepresidentes de su propio Club? Decididamente no.

3º).- Finalmente, y como jurista, soy consciente, mejor que muchos que se atreven a opinar sin saberlo, que en cualquier controversia, difícilmente puede alcanzarse un consenso respecto al fondo del asunto, cuando se trata de posiciones tan enconadas. Cada parte tiene sus particulares razones, que podrán estar mejor o peor sustentadas en Derecho, y ser más o menos éticas. De ahí que el libro dedique capítulos específicos a exponer los argumentos jurídicos de cada Club y del propio jugador, según esa parte los contaba. Pero como sin duda cualquier conocedor del Derecho puede saber, la Justicia no viene marcada por el deseo o el interés de una sola de las partes en conflicto, algo que siempre será parcial y subjetivo. Ni siquiera puede dejarse sin más al criterio humano del Juez, dado que éstos, por naturaleza, no son infalibles. Para superar estos inconvenientes, el Derecho Romano hizo surgir el proceso. La Justicia, en cualquier ordenamiento jurídico, solo puede garantizarse mediante el proceso. Se dice, por ello, que el proceso es “la arquitectura de la Justicia”.

Las partes en litigio sólo pueden aspirar a un fallo justo si se respetan unas mínimas garantías de procedimiento, minimizando así la arbitrariedad de los poderes públicos decisorios. Y en el “Caso Antúnez”, los datos objetivos (no las opiniones) contrastados con todos los medios periodísticos de la época demuestran que en la instancia federativa, la Federación Regional Sur no resolvió, derivando el asunto a la Nacional; hubo una instrucción, llevada a cabo por el Secretario de la Federación Española; se tomó declaración a todos los protagonistas, entre ellos los implicados de ambos clubes, que pudieron realizar alegaciones y defenderse; se dictó una extensa resolución, con amplia motivación y reflejo en la misma de todos los testimonios recogidos en la instrucción, justificativos del fallo, por parte del Pleno de la Nacional, al que además pertenecían representantes de Clubes con intereses contrarios a los del Sevilla F.C. Sin embargo, en la fase seguida ante la Delegación Nacional de Deportes, sólo se admitieron las alegaciones del Real Betis Balompié, y se negó la oportunidad de defenderse y alegar tanto al Sevilla F.C. como al jugador, tanto a priori (antes de resolver) como a posteriori (en vía de reposición).

El general Moscardó dictó su fallo, un fallo carente de motivación legal, ignorando lo que el Sevilla y Antúnez tuvieran que decir. Moscardó ni siquiera quiso guardar las apariencias. Y esto no es ningún invento ni ninguna anécdota menor. Esto es una realidad objetiva, irrebatible y perfectamente acreditada que constituye el verdadero núcleo del problema. Todo lo actuado por el general Moscardó estaba viciado por una flagrante indefensión que perjudicaba al club decano y al gran defensa central, en beneficio del otro litigante, el Real Betis Balompié. El porqué de ello, el libro lo explica. Únele además que Moscardó era una autoridad ilegítima situada en el poder gracias a un acto delictivo como lo fue el golpe de Estado militar del 36, y tendrás reunidas casi todas las piezas clave de este asunto.

Carlos, el Sevilla F.C. pudo perder una Liga de forma antideportiva por petición expresa de su eterno rival, por entonces en Segunda División. Creo no equivocarme al afirmar (y esto sí que es ya opinión personal), que este episodio, junto con aquel otro de agosto de 1995, cuando el representante del Real Betis Balompié en la Liga del Fútbol Profesional, Manuel Ruiz de Lopera, solicitaba el voto secreto sobre la propuesta de una liga de 22 para torpedear dicha solución, y condenar al Sevilla F.C. a la Segunda División B, son las dos agresiones de rivalidad más graves jamás ocurridas en toda la historia del fútbol sevillano. Afortunadamente quedaron en grado de tentativa, y no se consiguieron los objetivos deseados por sus promotores, pero ello no debe evitar, como la propia ley hace cuando así sucede, nuestra más firme condena. Ambas agresiones procedían de un mismo Club hacia el otro. Ambas fueron urdidas y ejecutadas por ese Club que se autoetiqueta como débil y castigado por el vecino. Ambas fueron convenientemente jaleadas y celebradas por su afición. ¡Qué hipocresía! Por eso, cuando se escuchan esos patéticos lamentos de victimismo de quienes no quieren aceptar su propia realidad y amarla, sino que prefieren revolcarse en el barro de la mentira, sumidos en la impotencia de ir permanentemente a rebufo de su eterno rival, uno no puede uno evitar cierta indignación y grandes dosis de lástima. Esperemos que algún día alguien se digne a reconocer estos hechos y a pedir perdón por ello, y que ello sirva para construir un futuro mejor.

Si quieres, puedes hacer uso de esta carta como te plazca, publicarla íntegra o parcialmente en La Palangana Mecánica, o directamente partirla en mil pedazos y tirarla a la basura. Toda tuya.

Un fuerte abrazo.

Enrique Vidal.

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A ti, querido amigo.

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