Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas
Fotos: Benoit (Reuters) y Victoriano Izquierdo
Hola, Rafael, no voy a ser muy original. Es imposible serlo cuando existe tal consenso. Además, hace diez años que me quedé sin palabras ocurrentes, cuando escribía en «El Confidencial» crónicas y análisis de sus victorias y contratiempos. Me tiré el siguiente lustro repitiéndome groseramente. Sé que a mis compañeros periodistas les afecta el mismo mal. Nos ha dejado a todos literalmente sin palabras.
Por eso no voy a gastar renglones para describir lo que todos sabemos. Me gustaría aprovechar esta privilegiada ventana que tengo para hablarle de cómo le veo desde mi situación. Yo he sufrido una terrible derrota, una enfermedad salvaje truncó mi proyecto vital cuando me encontraba en el mejor momento. Según todas las estadísticas de supervivencia media, ya no debería estar aquí. Desde 2016, veo sus partidos postrado en la cama, sin poder moverme. Yo soy un hombre de fútbol, es de las pocas cosas de las que me atrevo a hablar con firmeza y propiedad. Pero por suerte, mis ojos de futbolista me permiten disfrutar de otros deportes sintiendo cercanos sus complejidades y desafíos.
Desde mi modesta afición al tenis de élite, su carrera la he vivido con el gozo y la pasión que comparto con millones de personas en todo el mundo. No soy de idolatrar, ni siquiera a aquellos que me transmiten alegrías y sensaciones inolvidables, pero con usted la admiración es estratosférica. Me he preguntado muchas veces qué es lo que más me engancha de su trayectoria. No es el éxito, eso lo tengo claro, es ruin querer a alguien sólo porque le va bien en la vida. La superación de la adversidad física es lo más épico de sus andanzas, sin duda, pero creo que aún valoro más otras virtudes. En lo estrictamente deportivo me fascina la capacidad de concentración y la templanza en los momentos cruciales, y por supuesto su facilidad para ser más tenaz que todas las estrategias de sus oponentes, lo que a menudo los lleva a la desesperación más absoluta. Asisto a sus derrotas desde el convencimiento de que la frustración por los errores cometidos pesa mucho menos cuando se ha vaciado para jugar al límite de sus posibilidades y conocimientos. Siempre tengo la sensación de que así ha jugado. Todas estas capacidades y otras muchas, como las mejoras en su juego que constantemente incorpora gracias al entrenamiento diario, son grandiosas. Pero, por encima de todo, es… [+] Diario As
Nick Phoenix – Heart of courage