En “La Escuadra la mandan los Cabos”, obra de Manuel D.Benavides, editada en México en 1944 y prohibida en España hasta 1976, se dedica el último capítulo a los sucesos de Cartagena de abril del 39, capitulo que por su extensión transcribiré extractado en varias entregas.
Así comienza:
Cartagena fue una de las ciudades cuya población obrera trabajó mejor para la guerra. En los últimos meses los mineros solo se alimentaban a base de ensalada de alfalfa, no obstante bajaban diariamente a las minas y trabajaban hasta la extenuación. Estaban agrupados en las dos centrales sindicales, UGT y CNT, ni recibieron elogios ni los pidieron. Semanalmente extraían entre 2.000 y 2.500 toneladas de pirita.
En la ciudad, la lucha sindical no hizo desmerecer la calidad y la cantidad del esfuerzo. La fábrica de cartuchería, -sacada de Toledo, llevada a Madrid primero y después a Cartagena- que, nueva, daba un rendimiento normal por jornada de ocho horas de 75.000 cartuchos, en manos de los obreros de Cartagena, que ignoraban las conspiraciones y las anécdotas del Ministerio de Marina, llegó a producir, trabajando dos jornadas y media, 210.000 cartuchos diarios.
La fábrica de dinamita, la única de las Zonas Centro-Sur-Levante que, en fabricación normal, solía entregar de 60 a 70 cajas, produjo hasta 400 cajas. Hubo semanas que se enviaron a Madrid 10 toneladas diarias.
La Constructora Naval reparó los barcos averiados y terminó los destructores que se hallaban en periodo de armamento el 19 de julio de 1936 – “Almirante Miranda”, “Gravina” y “Escaño”-, y en el transcurso de 1937, los tres últimos destructores del mismo grupo: “Ciscar”, “Jorge Juan” y “Ulloa”.
En el Arsenal se fabricaban proyectiles de acero de 10,2 con una producción diaria de 450 unidades.
Granada de mortero Valero
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Todo eso se hizo con material requisado, sin importar ni una tuerca. Las mujeres realizaron el 30% del esfuerzo.
Fue a esos obreros a quienes abandonó la Flota, a los hombres y mujeres de los talleres y de las fábricas y a los mineros, todos trabajando llenos de fe en la causa republicana. Ellos no supieron nunca de los complots de la Base.
¡Cartagena no se sublevó !
Benito Sacaluga