Nuestra narradora y protagonista es Ángela Blanco, una joven bióloga del CSIC con un pasado lleno de ausencias y soledad. Por su alta preparación académica y su entrega en el trabajo será requerida para unirse a un grupo de expertos que, a petición de El Vaticano, ha de estudiar e identificar tres corposantos, los de tres mártires del cristianismo."Acababa de recobrar la consciencia. Me encontraba en la cama de un hospital, con la extraña sensación de haber estado no hacía mucho en un lugar parecido. Mi tía estaba sentada a mis pies y me hablaba con extremada lentitud. Creo que temía que no recordara nada, pero no fue así porque lo hice nada más abrir los ojos. Sabía que estaba en Madrid. Me habían traído a España unos días después del accidente; llevaba inconsciente todo ese tiempo."
Catacumbas de Siracusa (Sicilia)
Este equipo al que Ángela decide unirse está formado, además de por ella misma, por el doctor Teo Valdés, médico y antropólogo de gran prestigio con ciertas lagunas en su pasado personal que iremos descubriendo; Olivier Boutry, atractivo joven francés especializado en biología molecular; y el padre Francesco Rossi, doctor en arqueología cristiana. El grupo configura un pequeño mosaico humano que cuenta entre sus piezas con la amabilidad, generosidad y el apacible carácter del padre Rossi, la picardía y humor de Olivier, el serio y huraño carácter de Teo y la juventud, soledad y desconfianza de Ángela. Además, entre los dos últimos parece además establecerse una relación afectiva más allá de la que establecen como parte del grupo, relación salpicada de algunos miedos y malentendidos.Pero la investigación no la llevarán en solitario; contarán con asesoría del CSIC, el apoyo de Gianfranco di Padova, director de los Museos Vaticanos, y otros personajes que parecen entusiasmados en colaborar de un modo u otro con el proyecto. Pero no todo es lo que parece y la investigación se torna cada vez más enrevesada y complicada a medida que van avanzando en sus pruebas y estudios en el laboratorio de Roma, con una sorpresiva muerte- ¿suicidio? ¿asesinato?- con una misteriosa carta que data del siglo II y unas fotografías que les marcarán otro línea de investigación alejada del laboratorio y de Roma y en la que podrían poner en riesgo incluso sus propias vidas.
Catacumbas de Kom El Shogafa (Alejandría)
La novela nos narra una amena e interesante historia que desde España no trasladará al Vaticano y a Alejandría, que desde la actualidad nos transportará hasta los primeros cristianos coptos, que nos irá arrastrando de la intriga de la investigación científica a la intriga criminal y a la histórica, que desde los ocultos misterios del pasado nos acercará a la avaricia y falta de escrúpulos del presente, y dejando además entre su páginas resquicio, amplio resquicio, para el romance. Contiene la novela, como se evidencia, una variada gama de ingredientes de uno y otro género que posibilita su disfrute a un amplio espectro de lectores. He leído Cartas a Siracusa en un suspiro, en el suspiro que me permitieron sus 372 páginas, al fresco de la primavera de por aquí, pero la intuyo una más que fresca, entretenida, placentera y estimulante lectura para estas tardes de calor estival.