En su día, la lectura de T.S. Eliot me llevó a descubrir a Hughes y me gustó, especialmente Cuervo, pero su poesía jamás llegó a alcanzarme con rotundidad. Ahora he llegado a Cartas de cumpleaños y la situación ha cambiado radicalmente.
El año pasado tres lecturas (de Paul Bowles, Blake Butler y Carlos Castán) ejercieron en mí un singular efecto sísmico y creo que este año me ocurrirá lo mismo con este poemario de Hughes.
No puedo imaginarme cómo transcurrió la vida de este autor, afectado
por el suicidio de dos compañeras, Sylvia Plath y Assia Wevill, y de su hija Alexandra -tras su muerte se suicidó además Nicholas, otro de sus hijos-, atormentado por la tragedia de sobrevivir a seres que sin duda amó intensamente y perseguido por el estigma de haber influido quizás de forma decisiva en esas muertes.
En Cartas de cumpleaños Hughes destila, con un tono turbador de insoportable dureza, un sentido homenaje a lo mítico y carnal de lo que fue Plath y a lo que significó para él como espíritu y compañera, desarrollando un espacio que combina vida, muerte y memoria, en el que sentimos su propio dolor, su pasión, la historia de obsesiones que rodeó su relación, el tormento interior sedimentado con el paso de los años, la expiación de su culpa a través del sufrimiento rendido a la sombra de Plath y sacudido por el complejo de culpa que jamás le abandonó.
Como dice Andreu Jaume en el prólogo de la edición de Lumen: Hughes exhibió toda su experiencia poética y logró al fin elevar a la trascendencia la trágica ecuación de su vida. Un logro al alcance de muy pocos.
Naturalmente, os recomiendo su lectura con intensidad.
Ted Hughes