El Toro. Dios de la Tempestad
¡Las cartas! ¡Vale! Hubo un rey hitita especialmente poderoso. Se llamaba Subiluliuma, ni más ni menos. Como un restaurante exótico y caro. En el apogeo de su esplendor, recibe una carta inaudita de la reina de Egipto. La carta es conmovedora y dice así:
«Mi marido ha muerto y no tengo hijos. Se dice que tú tienes muchos hijos. Si quisieras darme uno de tus hijos podría llegar a ser mi esposo. Temo tener que casarme con uno de mis súbitos».A lo que Ángel Montenegro añade: Subiluliuma duda ante tan insospechada propuesta, temeroso de que se trate de un egaño. La reina de Egipto reitera su petición, mientras le reprocha sus dudas y temores, y trata de convencerle:
«¿Por qué dices “ella quiere engañarme”? Si yo tuviera un hijo, ¿escribiría a un extranjero y le dejaría conocer mi necesidad? Desconfías de mí. Mi esposo ha muerto y no tengo hijos. ¿Me casaré con uno de mis súbditos? No he escrito a nadie más que a ti. Dicen que tú tienes muchos hijos. Envíame uno y será mi esposo y gobernará Egipto».
Ante esta misiva de la reina, Subiluliuma, previamente informado, se decide a enviar uno de sus hijos a Egipto. Pero éste es muerto en el camino, quizá por el ambicioso general Horemheb, que más tarde conseguiría nombrarse farón, entre el 1345 al 1314 antes de Cristo.
Cartas de la Reina de Egipto