Cartas desde el encierro

Por Guillermo García-Mauriño @guillemaurino
Desnudo y agachado
volaba la cigüeñalas manos muy atadasdetrás de las dos piernas.
Ahí te vas a estar,
chaval, hasta que quieras;
un rato y el dolor
supera  la vergüenza.
Señor ¿por qué me gritay luego me golpea?
¿No tiene usted familia
ni nadie quien le quiera?
Sus huellas dactilares
me estampan la respuesta,
y un trapo humedecido
impide que se vean.
Los huesos se me salen
los músculos me queman:
no llores, para qué,
si no vas a dar pena.
Confiesa, me repiten,
has sido tú, confiesa.
Un golpe de tambor
impacta en mi cabeza.
No sé lo que me quieren
No sé por qué me pegan.
Lo mismo dicen todos,
ya cantarás cigüeña.
Podría ser su hijo,
¿no tiene usted conciencia?
Un golpe en mis riñones
apenas deja huella.
Las horas me confunden
ya no me quedan fuerzas.
Me duele hasta el aliento
y el ánimo me deja.
He sido yo, señor,
confieso lo que quiera.