A unos pasos de la plaza de Universitat, del puro centro de Barcelona, en apenas unos meses de recorrido la Casa de Comidas Buenavista ha obrado el milagro de lograr llenos a base de clientes sobre todo locales. No está propiamente en Sant Antoni, sino en la acera de la ronda que pertenece al Raval, pero al nutrirse del mercado del mismo nombre y servir a muchos de sus vecinos, se le engloba en la oferta de esta zona gastronómica. Ni siquiera estar en los bajos de un hotel ni el meollo turístico ha alejado a un público de ciudad que mezcla familias, parejas de todas las edades y amigos, como si el restaurante llevase toda la vida allí.
De hecho, tuvo un historial previo, interrumpido durante largos años, y retomado ahora. Su objetivo es reconquistar comensales con una cocina local con base de recetario tradicional, de temporada, y algún toque innovador que borda el chef leridano Marc Roca (dueño del restaurante Blau). Lleva cada plato a su terreno, defiende la memoria gastronómica que quiere transmitir la casa de comidas y deja tan grato recuerdo en boca que logra ese premio tan difícil hoy en día en Barcelona que es la fidelidad del público.
Porque en un panorama de sobreoferta gastronómica en la ciudad, lo fácil es captar al curioso. El reto es lograr que vuelva para darlo a probar a conocidos. Y lo épico, que se convierta en cliente habitual. Y eso ya está sucediendo.
Historia centenaria
Buenavista es un recién nacido en la actual ruta gastronómica de la ciudad, pero con un pasado con mayúsculas a sus espaldas. De hecho, el primer Restaurante Buenavista nació en 1918, cuando la familia Molleví (de Argentona) levantó la persiana en la ronda de Sant Antoni de Barcelona, a poca distancia del Teatro Goya. Su propuesta fue una cocina sencilla, popular y de producto local, tenía dos entradas y en la principal destacaba su gran barra de mármol. La familia estaba vinculada al mercado de Sant Antoni, convertido en su fuente de ingredientes frescos.
En los años 50 y 60, optó por sumar al recetario catalán algunas influencias internacionales, para satisfacer a los paladares más curiosos de otras provincias. Y llegó a tener chefs reconocidos. Pero nunca perdió su conexión popular, con rituales como sus domingos de vermut y servicios de comidas típicas para llevar, como el pollo a la brasa o los canelones.
El establecimiento también vivió su etapa dorada de banquetes y celebraciones, y otras tendencias del momento al paso de los distintos relevos generacionales, hasta que se dedicó a otros usos en los últimos años. Sin embargo, aquel espíritu de tradición familiar se conservó en la memoria y ahora ha resurgido con la reciente renovación del edificio, convertido en un hotel (Antiga Casa Buenavista) con carácter que ha sido una de las revelaciones en el sector del alojamiento. Así que no podía faltar una cocina sencilla, de calidad e indudable carácter local para culminar el proyecto.
En el restaurante, entre plato y plato uno puede entretenerse apreciando su arquitectura, personalidad y calidez. El espacio es muy cómodo, pero se recomienda alguna que otra vez ubicarse en la barra y disfrutar en directo de la recta final de las elaboraciones.
A todas horas
El negocio ha arrancado ahora con ambición horaria y vocación de servicio al público de proximidad, porque su gastronomía abarca de desayunos gourmet (aquí sobre todo para el cliente del hotel) con materia kilómetro 0 hasta cenas tardías, pasando por comidas y una carta de “entrehoras” idónea para apetitos sin horario.
Entre sus entrantes clásicos no fallan las bravas, ensaladilla rusa con ventresca de atún, o la deliciosa tortilla de bacalao al pil pil. También hay platos según la oferta marinera del día, como los langostinos en su justo punto de cocción, fresquísimos y crujientes. El apartado de verdes y crudos abarca platos vegetarianos (carpaccio de calabacín con queso, burrata con tomate confitado y albahaca, ensalada Buenavista), pero también tartars y marinados.
Un imprescindible para conectar con la casa son sus explosivos platos de cuchara y tenedor. Impresionantes resultan el guiso de sepia, garbanzos y rebozuelos tras horas de fuego; o el canelón rustido individual. Pero en ese apartado desfilan ‘capipota’, albóndigas con setas, ‘galtes’ de ternera, arroces (meloso de boletus o con gambas, sepia y almejas) y más tentaciones atemporales.
La brasa potencia el sabor de una materia prima de altura, a precios más que contenidos: del pescado de lonja del día al chuletón, pasando por calamares, solomillo o almejas, entre otros.
Por último, los postres ocupan un lugar destacado por ser totalmente caseros, del baba al ron al que ya es su icónico flan de huevo y vainilla de Madagascar (extracremoso), así como el cheescake, o la Tableta de chocolate Buenavista rellena de trufa y mermelada de albaricoque, para compartir.
Pero también hay opciones de menú degustación. El Buenavista abre boca con una copa de Juvé&Camps acompañada de una ensalada de burrata con tomate y albahaca, marisco de la tarde y almejas gallegas al Jerez con jamón ibérico. A continuación, entrante a base de pescado de la lonja a la brasa y solomillo de ternera con foie gras. Para acabar con un postre para golosos, el Valenciano, y la tableta Buenavista.
Más clásico e idóneo para los adictos al tapeo, el menú Ronda dispara una batería de entrantes: coca de cristal con tomate y aceite de oliva de Siurana, ensaladilla con encurtidos y ventresca de atún, croquetas de jamón ibérico, bravas picantes, al gusto con alioli, tortilla de bacalao al pilpil y canelón de rustido. A continuación, dos platos para fans del chup-chup: calamarcitos con garbanzos, y albóndigas con boletus. El capricho final llega con el exitoso flan.
Servicio a la altura de la cocina
Un elemento tan destacable como su cocina es el servicio en sala, que lidera Marc Amado. La calidad de la atención sorprende en tiempos de escasez de vocaciones y cantera para las salas, y es imprescindible para fomentar ese deseo de regresar. Tanto las indicaciones y conocimiento profundo de los platos, como el trato al comensal.
A destacar que a su carta de vinos (no muy extensa pero equilibrada) han sumado vinos de la casa de tirador, idóneos para tomar por copas a temperatura perfecta. El Buena es una garnacha blanca de la Terra Alta, y el Vista una garnacha negra. Aunque parezca mentira en la zona, ofrecen la copa a 2,5 euros.
Ronda de Sant Antoni, 84 08001 Barcelona
A diario de 7.00 h a 01.00 h.
Teléfono: +34 934909090
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