A los que ya daban este blog paralelo por abandonado, supongo que este post supondrá una buena noticia, y es que aunque no negaré que de vez en cuando nos hemos salido del presupuesto, lo cierto me faltan las horas para dedicar tiempo en esta plataforma minoritaria.
Casualmente el motivo fue la celebración- entre mi señora y yo, claro- del tercer cumpleaños del blog principal, y como el tema nos pilló en Asturias, nos pusimos el arnés para subir a Casa Marcial.
Vaya por delante que, simplemente por disfrutar de ese paisaje, el esfuerzo vale la pena, pero claro, si luego van a darse un homenaje a la casa de Nacho Manzano, ni les cuento.
Con sus peculiaridades y más allá del precioso marco, el restaurante no es muy diferente en su concepción, a otros del ya visitados en Asturias (Casa Gerardo, El Corral del Indianu...). Es decir, comedor pequeño y minimalista, predominio de los blancos, servicio impecable y silencioso y, en conjunto, un entorno muy apto para poner en marcha los jugos gástricos.
Con esa premisa nos lanzamos por el menú gastronómico (85 euros + IVA) que comenzaba con unos divertidos aperitivos servidos sobre un enorme canto rodado que debe ser la adoración del personal de la casa, pero que realmente resulta muy vistoso para las viandas servidas, entre las que encontrábamos un tomate con cobertura de aceituna, un brioche de anchoa, una rodaja de morcilla cristalizada y una tosta con una deliciosa mantequilla aromatizada. Todos divertidos y francamente sabrosos.
Compartió la mesa hasta su muerte un buen ejemplar del básico de Hermann Donnhoff 2009 que supo estar a la altura del menú en todo momento. No así la copa de tinto que pedí para acompañar la liebre y que llegó en forma de tablonazo de Ribera del Duero.
El moscatel que servían para el postre, era un detalle que agradecer, pero corrientillo, alcohólico y muy flojo. Para nada a la altura de los exquisitos dulces que acompañó.