Se va quitando la careta. Ya lo hemos denunciado. El nuevo PP de Casado, cada vez que éste hace nuevas declaraciones, se va acercando a los líderes europeos de ultraderecha como Salvini, Le Pen u Orbán. O a Donald Trump. Por momentos se le ve superando a su maestro Aznar. Da dos cosas: asco y miedo.
Está claro que la oposición del PP va a ser total, por encima de sus posibilidades, con mentiras, con exageraciones, con desvergüenza, utilizando el todo-vale. Y alcanzará su máxima expresión en la política contra los independentistas y contra los inmigrantes.
La última declaración de Casado sobre los migrantes, le sitúan al borde de la xenofobia más pura y dura. Miente y lo sabe, pero también sabe que estas mentiras son manjar de dioses para ciertos sectores ultras que hacen de los inmigrantes: enemigos a combatir. Votos que huelen a muerto, pero votos al fin.
La verdad es que no ha engañado a nadie. Sus apoyos de Vox y de Hazte Oír, durante su pulso contra Soraya, le definen bastante. Porque estas dos organizaciones son las máximas representantes de la extrema derecha, del nacionalsocialismo.
Como suele hacer, este muchacho líder del PP, basa sus afirmaciones en mentiras, quizá porque es más fácil inventar que estudiar –qué flaco favor le han hecho quienes le han regalado su pseudo-currículo--. Y no le cuesta nada cambiar datos, exagerar, inventar. Todo menos decir la verdad del problema.
Este lenguaraz ultraderechista, nuevo líder pepero, habla del riesgo que suponen los millones de inmigrantes que pueden llegar. Basta ver que el año pasado han llegado a España 28.000, o sea menos de un tercio de un lleno en el estadio Santiago Bernabéu y este año van por unos 21.000. Total, deberían pasar más de treinta años, a este ritmo, para llegar a un millón, multipliquen por los millones que dice Casado.
Eso si, su partido, el PP ha bajado, durante sus años de gobierno, la asignación en los presupuestos para ayudar a los países esquilmados de África por los colonialistas, de forma que hoy es todavía más difícil que tengan posibilidades de tener una vida digna en su país, sin necesidad de tener que emigrar. A esto sumemos los fracasos políticos del PP obtenidos en Europa, que pasa olímpicamente de los migrantes que llegan por el Mediterráneo.
La solución, una vez que se ha desvastado a esos países y, en muchos casos, se les ha machacado con guerras imperialistas que producen muertes allí y beneficios en el Primer Mundo, debería ser invertir en esos países para conseguir que sus ciudadanos puedan vivir dignamente en su hábitat.
Mientras tanto, como la solución dada es a largo plazo y no parece empezar nunca, se debería combatir a las mafias que se están haciendo de oro, con el consentimiento de Europa que no las combate suficientemente, mientras que el Mediterráneo se está convirtiendo, sin duda, en el cementerio mayor del mundo.
Hay que ayudar a los que llegan, después de travesías largas, difíciles y a menudo estériles. Cerrar fronteras es sinónimo de genocidio, cuya máxima responsabilidad es la Unión Europea. Por cierto, numerosos estudios hablan de que son mayores los beneficios económicos que traen los inmigrantes que los gastos. Su edad, lejos de la jubilación y en unas condiciones saludables óptimas, hace que los gastos del Estado sean mínimos, comparados con los beneficios que aportan.
Ahora, mientras que el problema sigue latente, el ultra Casado y su amigo Rivera quieren ir a Ceuta y Melilla, no a solucionar el problema, sino a abrazar a guardias civiles. Un signo de cariño apreciable, que no deja de demostrar una demagogia tremenda, y una animadversión a los inmigrantes, a los que no sólo no les abrazan, sino que con sus políticas quieren cerrarles el paso y dejar que mueran en el camino.
Salud y República