Casas, por Ramón Gómez de la Serna. Parte 2

Por Historia Urbana De Madrid Eduardo Valero García @edjaval

Segunda parte de las "casas" descritas por Ramón Gómez de la Serna.

Si en la primera parte recorría don Ramón "la casa de los calcetines" y nos ilustraba en el aspecto de sus balcones, esta segunda parte se centra en costumbres pasadas.

"BARBARIDAD.-Pasando un caballero días atrás por la calle del Pozo á la una de la tarde, recibió sobre la cabeza un tremendo golpe producido poruña enorme sandia arrojada desde un balcón. El sombrero y el traje de la víctima quedaron inservibles. El ofendido penetró garrote en mano en la casa, con objeto de lomar justicia por sí mismo: pero sus pesquisas y las de un municipal que le acompañaba, fueron estériles de todo punto.
Lástima grande que el autor de semejante barbaridad no llevara su merecido."


La curiosa noticia, que sirve de prólogo a este artículo, fue publicada enEl Clamor Público el jueves 15 de septiembre de 1853; habla de una sandía que había volado desde un balcón al suelo. De forma inversa, en la segunda parte de las "casas" de Ramón Gómez de la Serna, vuelan los requerimientos desde el balcón en pos de la cucurbitácea.

Claro está que el alboroto ocurría en los balcones cuando la sandiera, con un arte de obra de Arniches, gritaba a los cuatro vientos "-¡Sandías! ¡Sandías! ¡A cala y muy baratas! "


En la fuerza del día del verano, cuando todas las cabezas laten de calor, pasa la mujer que vende sandías, voceando la rica grana fresca, fresca aunque el sol caiga de plano sobre su calamochar de sandías y quiera recalentarlas como recalienta las nuestras.

De muchas casas sale una criada en pos de la sandiera - no es melonera, sino "sandiera" -, con un duro en plata para comprar a cualquier precio una sandía a cala o sin calar. Si es buena, hará una sangría, y sí es mala y empepinadamente empecatada, un gazpacho.

Rara es la casa de la que no sale alguien buscando a la "sandiera"; pero la casa original, que adquiere fisonomía propia por su unanimidad en pedir sandías, abriéndose con hilaridad de carcajadas todos los balcones al mismo tiempo, es esa casa blanca, con balcones por un lado y corredores al costado, casa con azotea, y muy blanca y muy nueva, que se destaca solitaria en las afueras, en el sitio en que los chopos arden y brillan con sus hojas fosforescentes.

Esta casa que hay junto al canalíllo, y en que las mujeres desgarradas y los hombres con camiseta de oruga se atracan de sandía, la conozco ya y la conocen ya mis amigos, a quienes se la señalo como la casa de los "sandios".
Las chicas jóvenes de esa casa tan voraz para las sandías, tienen los labios más rojos de la ciudad, y todo lo que es rojo en su cuerpo tiene la satinación más roja y fresca de todas las mujeres.

Manjar de época de estío que, con su pariente el melón, alimentaron y refrescaron al pueblo madrileño, aunque también causaron alguna que otra indigestión:

"En el último otoño, un cliente mío estuvo á punto de fenecer por haberse tomado una copita de aguardiente inmediatamente después de un gran trozo de sandia."

Aunque este breve texto extraído de la revista de pedagogía Escuela Moderna (Enero de 1899), y escrito por un insigne doctor, pueda atribuir peligros a la rica fruta, ese cliente sí que fue un sandio.

Y ahora a jamar, que de postre ya sabéis lo que hay...


GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón. Casas. Buen Humor. Enero 1922, nº 7, p. 4

Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.
En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2015) "Casas, por Ramón Gómez de la Serna. Parte 2", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/

* Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.

* En todas las citas se ha conservado la ortografía original.

© 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-002 MAD DE LA SERNA
ISSN 2444-1325