Agus se detuvo en seco al ver el cartel que su padre había puesto a la puerta. Era extraño que no le hubiera comentado nada, cuando en los últimos tiempos, cualquier novedad relacionada con el bar se debatía en equipo. Desde que decidió continuar con el negocio, cuando su padre alcanzara la edad de jubilación, éste le trataba casi como si fuera el dueño. Aquel cartel no era asunto de menor importancia, y menos aún un dieciocho de diciembre, en las vísperas de la Navidad.Aquí celebramos una Navidad alternativa rezaba el cartel escrito en tinta roja con el trazo un poco torpe y temblón de la letra paterna. Abrió la puerta con muchas dudas y se topó con un belén en el lugar que ocupaban la máquina tragaperras y la de tabaco. Había otro cartel con la misma caligrafía desmañada: Hasta el siete de enero no se despacha alcohol. “El viejo se está pasando”, pensó Agus, mientras descubría en el extremo opuesto una bandeja inmensa repleta con turrón, fruta escarchada y otras gollerías propias de estas fechas.
El local estaba vacío. Tras la vieja barra, su padre limpiaba con la monotonía y dedicación habitual la loza de los primeros cafés matinales. Miró fijamente a su hijo. Sabía que había tomado una decisión arriesgada. Cuando escuchó en la radio a una mujer pedir una Navidad diferente, algo que rompiera la monotonía de estas fechas repetida cada año. Dio vueltas al asunto y llegó a la conclusión de que aquel hombre tenía razón: las fiestas se habían convertido en un desfile de modelos, despilfarro inútil en regalos absurdos que no buscaban sino ocultar las verdaderas relaciones humanas, comilonas pantagruélicas, fiestas que no celebraban nada: cáscaras vacías. Sí, era imprescindible una Navidad alternativa, ajena a lo impuesto por las costumbres contemporáneas. Decidió que la Navidad alternativa era despojar de añadidos hipócritas y mercantilistas la esencia de la Navidad. Antes de que su hijo le dijera nada, conectó el equipo musical del que emergieron las notas musicales de un viejo villancico. Su hijo no daba crédito…-Sólo falta, papá, que organices un belén viviente el día de Nochebuena.-¿Cómo lo has adivinado?-¡No fastidies!Por la sonrisa de su padre, supo que estaba a punto de escuchar en qué consistía esta Navidad Alternativa. Pero su padre no dijo nada. Sin dejar de sonreír, le entregó un folio doblado por la mitad, donde figuraba una especie de programa de actos.-Dentro de un rato, vendrán los de la tele, espero que no te parezcan mal estas cosas que se me han ocurrido.
NOTA DEL AUTOR: Espero que el programa de actos sea escrito por vosotros en los comentarios. Feliz Navidad.Más relatos de Navidad aquí