En los últimos meses vienen alzándose cada vez más voces que se quejan de la obligatoriedad del casco, especialmente en todo lo relacionado a desplazamientos de tipo urbano. Son opiniones que parten den elementos poco comprobables y que buscan una excepción a la norma de que el uso del casco es obligatorio en la bicicleta.
Pero, ¿realmente el casco es tan necesario? ¿salva el casco vidas o es sólo una maniobra publicitaria de los fabricantes de material? Circulan por la red todo tipo de reflexiones a este respecto, muchas de ellas vertidas únicamente desde el desconocimiento. Hay quienes piensan que el mantener la obligatoriedad del casco en desplazamientos por vías urbanas no responde sino a un intento por parte del gobierno de desincentivar el uso de la bicicleta en las ciudades, para así favorecer al potente lobby de los automóviles. Y, aunque parece difícil negar que la potencia de este grupo de presión siempre será mayor que la del colectivo ciclista, parece muy difícil mantener con un mínimo de seriedad la afirmación anterior. En primer lugar porque tiene un tufillo a conspiranoia que desagrada. Y en segundo porque se basa solamente en la idea del ciclista como el practicante esporádico y ocasional que se une a una moda, buscando un toque hipster, y que por tanto no puede estropear su estética con un casco. Lo cual, en sí, no sería criticable, sino fuera porque el casco efectivamente salva vidas.
Easy AdSense by UnrealA este respecto causan sonrojo las diferentes cifras que se sacan desde ciertos sectores, apuntando que un gran porcentaje de los fallecidos en bicicleta llevaban el casco puesto. Y causan sonrojo porque no son sino manipulaciones de la realidad, ya que obvian el elemento principal del debate: cuantos de los atropellados o caídos no pasan a engrosar esa fatídica estadística precisamente por la presencia del casco. Eso es algo muy difícil de cuantificar, casi imposible, pero obviar tal realidad es una condición peligrosa que invalidad de base cualquier argumentación posterior.
El casco siempre aumenta la protección del ciclista
Es evidente que el casco no es la panacea, ni nunca podrá serlo. Siempre habrá una mala caída o una acción desafortunada ante la que el casco no pueda resultar útil. Pero reconocer esto y negar la utilidad de este elemento resulta no sólo falaz sino también peligroso. Falaz porque el casco funciona, salva vidas, previene lesiones y, aunque puede despeinar un poco, vela por la salud del ciclista. Y peligroso porque una mentira que se extiende como una mancha de aceite acaba por ser tomada como verdad, y en un futuro podríamos ver cada vez a más gente sin casco. Y no es cierto que la ciudad no encierre peligro en las caídas, y que por transitar a poca velocidad el casco no sea necesario. Lo único cierto, lo realmente cierto, es que los cascos salvan vidas.