Faltan apenas unas horas para que Gael cumpla su primer añito ( el domingo ).
Cuando miro hacia atrás, me parece que fue ayer cuando sostenía en mis manos el test de embarazo con dos marcadísimas rayas de color rosa intenso. Y así es Gael, fuerte, intenso, un torrente de energía que nos hace caer rendidos por la noche y que con su alegría ilumina nuestras vidas.
El año pasado, por estas fechas, le esperábamos con ilusión. Adrián y yo le cantábamos canciones y le contabamos cuentos a la barriguita. Papá por su parte se decicaba a preparar "el nido" para que todo estuviese a punto para el gran momento.
Recuerdo con detalle cada momento de nuestros últimos días siendo uno, aunque creo que, como dice la canción, siempre seremos almas gemelas. Recuerdo la sensación de paz interior y a la vez de expectación que me envolvía ante la inminencia de su llegada.
Habiamos decidido recibir a Gael en casa y, lejos de esar nerviosa, estaba convencida de que todo iba a fluir tal y como debía. A estas alturas me sentía divinamente pero ya comenzaba a tener contracciones más o menos dolorosas, aunque irregulares. Recuerdo, tal dia como hoy, haber slaido a comprar con Adrián y haber dejado el coche bastante lejos. En una de las tiendas comencé a tener unas contracciones terribles, tan intensas que pensé que me iba a poner de parto allí mismo, pero no. Mi niño sabía que a mamá aún le quedaban algunos detalles por terminar, como por ejemplo el regalo de nuestra amiga invisible que estaba siendo elaborado artesanalmente o las galletas navideñas que cada año hacemos con nuestras mamitas.
Estos días , como cada vez que se acerca el cumpleaños de uno de mis hijos, tengo una extraña mezcla de sentimientos. Por un lado, la alegría de verles crecer sanos y felices. De compartir sus logros y descubrimientos. Por otro lado, la nostalgía de "mis bebés ". De tenerlos todo el día encima, de ese olor a lechecita y de esa mirada de enamorados que te dedican cuando están en tus brazos.
Gael aún es un bebé, pero tan grandote, tan autosuficiente ya, que el tiempo parece haber transcurrido mucho más rápido que con Adrián. Ha comenzado a caminar muy pronto, a los diez meses. Come como si fuese un adulto y se defiende de fábula. Todo esto me hace verle más mayor de lo que en realidad es, pero sigue siendo un bebote que investiga sin parar y viene orgulloso a enseñarme cada pequeño descubrimiento.
Y ya va a cumplir un año, mi dulce bebé al que hace nada veía tan indefenso es ahora un bichillo imparable pero a la vez tierno y cariñoso. El amor de su hermano mayor que se enfada si un día no va a recogerle al cole o si no se acuesta en la cama con él por las noches.
Te queremos terremotillo