En la casa familiar de mi infancia se recibían tres peródicos.
El ABC de Sevilla por motivos tradicionales, el Diario Ya por
razones eclesiásticas y el semanario de sucesos El Caso,
vaya usted a saber por qué.
Como ya por aquel entonces no me interesaban ni la
monarquía ni la iglesia , pero si la lectura, se puede decir que
crecí entre crímenes pasionales, psicópatas asilvestrados,
malvadas envenenadoras y todo género de menudillos procesales,
producto de las bajas pasiones de aquella España profunda.
Quizás sea por eso que, cada vez que veo a Don Carlos Fabra
en los papeles, mojo mi madalena proustiana en aquel semanario
tremebundo con el que solía desayunarse mi abuela, levantando
una ceja para comentar:
"Bah!, esta semana solo vienen puñaladas."