El centro comercial había quedado en penumbra. El vigilante apagó todas las luces y decidió salir un rato a la calle. Nunca lo hacía, pero esta vez sintió un impulso irrefrenable. Abrió la portezuela del almacén y echó un vistazo al exterior. Se agachó ligeramente para traspasar el umbral. Fuera hacía un frío de perros. No parecía marzo. La noche era clara y estrellada. Sacó el cigarrillo con dos dedos y se lo puso en la boca. Buscó en el bolsillo el mechero. No estaba. Qué raro, pensó. Juraría que lo llevaba. Desistió de fumar y colocó el cigarro de nuevo en la cajetilla.
El centro comercial había quedado en penumbra. El vigilante apagó todas las luces y decidió salir un rato a la calle. Nunca lo hacía, pero esta vez sintió un impulso irrefrenable. Abrió la portezuela del almacén y echó un vistazo al exterior. Se agachó ligeramente para traspasar el umbral. Fuera hacía un frío de perros. No parecía marzo. La noche era clara y estrellada. Sacó el cigarrillo con dos dedos y se lo puso en la boca. Buscó en el bolsillo el mechero. No estaba. Qué raro, pensó. Juraría que lo llevaba. Desistió de fumar y colocó el cigarro de nuevo en la cajetilla.