Aquí me dejaste,
condenada a la más rabiosa soledad,
abandonada a la desesperanza,
cristales en el alma
apuntando al corazón.
Se me instala una mirada perdida y asustada que
cabalga en solitario a la espera de quedarse definitivamente ciega.
Mientras, tú me convocas a un castigo inmerecido y un escarmiento estéril de impía y amputada razón.
Mi amor furioso corre sin cauce, acelerando el paso a la nada, a tu nada…
y al fin, me tumbo sobre un lecho de humo y cenizas que se desvanece y me hundo en su vacío.
Palmada en la nuca
Crujir de hielo en la boca
Navaja afilada en el estómago
Hilo de seda en el cuello
Presas de esa furia contenida y del desaliento
por la monótona discusión y
desesperada dicotomía de expectativas, nos arrojamos con violencia
un manojo de espinas que va pasando de mano en mano.
Busco una salida
y sólo encuentro el camino del desapego
y un charco infinito y profundo de desaliento.
Rendidos ambos a la impaciencia y
sumergidos en las tierras movedizas del orgullo,
fuimos presas de un desenlace amargo,
y así hemos escrito, tú y yo,
un triste final, sin nombre, para nuestra más bella historia de amor…