Castillo de Colditz: campo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial

Publicado el 25 junio 2014 por Abel González

Castillo de Colditz, abril de 1945.


El castillo de Colditz, ubicado en el norte de Sajonia (este de Alemania), es una fortaleza de origen medieval a la que se le dio uso como hospital para enfermos mentales entre 1829 y 1924. Tras la llegada al poder de los nazis, en 1933 se convierte en una prisión para todo tipo de disidentes y perseguidos como comunistas, homosexuales, judíos o gitanos. En 1940, dados los problemas de la Wehrmacht a la hora de custodiar a los prisioneros de guerra, este famoso castillo se convirtió en un campo de alta seguridad. Denominado oficialmente Oflag IV-C, estaba destinado al confinamiento de oficiales aliados y, concretamente, de aquellos que habían intentado fugarse en ocasiones anteriores. Sobre el papel, las características del castillo parecían convertirlo en una prisión imposible de abandonar: muros ciegos de 30 metros de altura, alambradas y proyectores en cada punto estratégico, y un nutrido grupo de guardianes que, superior en número a los prisioneros, hacía guardia por todos los rincones. Estas medidas físicas se complementaban con las de información, contando con informes personalizados de los cautivos y sometiéndoles a vigilancia constante, incluso con micrófonos ocultos; y las psicológicas, limitando el contacto de éstos con sus familiares mediante correo y apoyándose en la baja moral, provocada sobre todo por la claustrofobia.
No obstante, si Colditz había sido pensado como un cesto en el cual introducir todas las manzanas podridas (es decir, a los más osados y veteranos escapistas de la oficialidad aliada), bien es cierto que estos hombres tuvieron ocasión de probar su ingenio. En total, había unos 500 prisioneros. Hasta la liberación, que tuvo lugar el 15 de abril de 1945, se produjeron nada menos que 300 intentos de fuga, de los cuales 32 tuvieron éxito.
Es evidente que, atendiendo a los datos anteriores, Colditz se convirtió en un hervidero de ideas, un lugar donde se trazaron los planes de huida más ingeniosos. La primera fuga la protagonizó el británico Peter Allan, que logró abandonar el castillo en el interior de un colchón a finales de 1940. Sin embargo, días más tarde, cansado y hambriento, acabó entregándose a los alemanes. El 11 de abril de 1941, tendrá lugar la primera fuga exitosa, la del teniente francés Alain Le Ray, que logró descender por un cable de pararrayos. Sus compatriotas no estaban mano sobre mano, sino que habían trabajado ese mismo año en la excavación de un túnel bajo la capilla del castillo. Por desgracia, fueron descubiertos cuando restaban 9 metros para alcanzar el exterior.

Alain Le Ray, el primer fugado de Colditz. Fuente: http://enmemoiredelaresistance.unblog.fr/


Otras fugas fallidas -por destacar algunas- fueron las de los polacos Surmanowicz y Chmiel, que en mayo de 1941 descendieron por los muros del castillo con una cuerda formada por sábanas; y uno de los intentos de Michael Sinclair, que trató de suplantar al sargento Rothenberger, un bigotudo muy parecido físicamente al emperador austrohúngaro Francisco José. Acompañado por otros dos prisioneros disfrazados con uniforme alemán, Sinclair a punto estuvo de engañar a los centinelas, pero para su desgracia el verdadero sargento de los bigotes entró en escena en el peor momento. Sinclair nunca se rindió, hasta que en su noveno intento fue abatido. Tampoco sería exitosa la fuga de Mainesse-Lebrun, quien logró abandonar el castillo con un traje de civil y monóculo, para ser descubierto en la estación de Colditz al pagar con un billete antiguo.
Quizás el caso más llamativo sea el del planeador de Colditz, fabricado por los pilotos de la RAF John William 'Jack' Best y Bill Goldfinch. Estos amigos habían llegado a Colditz tras fugarse de la prisión Stalag Luft III. El 5 de abril de 1943, Best logró abandonar su celda, y desde entonces se convertiría en el fantasma del castillo de Colditz: escondido en el interior del castillo, cobijándose en sus numerosos rincones, pasaría inadvertido hasta el 28 de marzo de 1944. Fue en ese tiempo cuando Best comenzó a trabajar en su planeador, en una de las torres del castillo. Hubo de ayudar a su amigo Goldfinch a escapar de su celda, para contar con ayuda en su ardua tarea, utilizando como materiales barrotes de las ventanas, madera del mobiliario y un fonógrafo.

Réplica del planeador, Imperial War Museum.


Sin embargo, el proyecto se alargó en exceso, por lo que la liberación por parte de tropas aliadas impidió poner en práctica el invento, si bien podemos imaginar la sorpresa de los libertadores al encontrarse el planeador en el interior del castillo: un aparato de seis metros de largo por diez de envergadura, que pesaba más de 100 Kg. Se ignora qué fue del planeador, ya que la zona quedó bajo control de la Unión Soviética que, por cierto, continuó utilizando el castillo como prisión para alemanes y disidentes durante un tiempo.
FUENTES
CASANOVA, F.: "La fuga de Colditz", en Blog Historias de nuestra Historia.
FONT, L.: "La fuga más disparatada de Colditz, el planeador que nunca llegó a usarse", en www.1001experiencias.com.
"El planeador de Colditz", en Blog La Escalera de Iakob.
"Fuga de Colditz (8): Peter Allan y su colchón", en www.historiassegundaguerramundial.com.
"El fantasma del castillo de Colditz", en www.anfrix.com.