Aún no sé decirte si fue esa pequeña chispa en el breve parpadeo de sus ojazos color de charco lo que encendió esta hoguera que sin que se note llevo dentro. Con un pequeño margen a equivocarme, reconocería que sí. Probablemente la esperanza es eterna y jamás se muere, permanece flotando entrelazada con otras esperanzas, aunque nosotros sí.
Cada página escrita, primero, con aquellos garabatos inentendibles trazados alegremente con crayolas de colores, que evolucionaron a esa letra perfectamente redonda y con ganchillos obligada en la escuela primaria, o la manuscrita rebeldemente estilizada de la secundaria y que se convirtió en una letra que con paso apresurado entraba a la preparatoria, para luego ser toda una profesional nuevamente garabateada e inentendible pero esta vez con pluma fuente; todas, todas esas páginas son lo que fui, son lo que soy hoy.
Pero sabes, ni un solo día han dejado de maravillarme los días que son muy azules, porque el contraste del cielo con la amplísima gama de verdes de las hojas de los árboles que ondulan con el viento, me ha parecido siempre un ejercicio con el cual es casi obligatorio comenzar la jornada.
Los estudios científicos dicen que el ojo humano, tiene la capacidad de percibir, sin ser exactos, un millón de variaciones cromáticas, y yo, creo que las veo todas, porque de observar los amaneceres y atardeceres que tiñen de unos naranjas incopiables las nubes del lado de la montaña o los volcanes, nunca me canso.
Además cada vez que miro esos incendios en las nubes, me da por pensar, con un poco de tristeza en todos aquellos creativos y diseñadores y en los pantones, que por más, no pueden ni podrán igualar lo que la naturaleza crea, ni de cerquita.
Pero volviendo a los ojos color de charco, esos, tampoco podrías recrearlos con ningún pantone, así como tampoco lo lograrías con las plumas del pavorreal macho, o con los colores del pez cirujano.
Entonces, concluyo que al final eso me cautiva, el color de algo que no se puede multiplicar ni reproducir de forma sintética.
Así es como a través de esos ojos color charco, puedes asomarte a un universo de constelaciones tan brillantes como las del cielo en esas noches en las que únicamente miro hacia arriba, y me pierdo entre tanta belleza de puntitos destellantes que son las estrellas que brillan infinitas y a las cuales dicen pertenecemos y volveremos algún día. En el mundo los diamantes, son lo más parecido a contemplar una estrella, también me gusta perderme en los brillos de un corte princesa, seguramente es porque me recuerdan a las estrellas.
Lo que puedo afirmar sin temor a caer el el error como todos esos políticos que suelen tropezar con sus propias palabras, es que mi capacidad como arquitecto es grande, porque a lo largo de mi hermosa vida, me he construido unos castillos en el aire preciosos, mejores que los de las fábulas y cuentos, en ellos he sido inmensamente feliz cuando la realidad no me lo ha permitido y cuando sí, me tomo unas vacaciones fuera del castillo y piso descalza el verde pasto o la arena caliente de las costas, porque es ahí cerca del mar, de donde obtengo mi principal energía, así como la materia prima para seguir edificando más y más palacios flotantes. Es precisamente ahí donde pienso en los ojos de mar, en los ojos de tierra y en los de charco.
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