Un matrimonio que atraviesa una grave crisis de pareja y la hija invidente de ambos se alojan en un castillo en Italia que acaban de heredar. Aunque aparentemente está deshabitado, pronto comenzarán a escuchar ruidos y ocurrirán sucesos que indican lo contrario. En las mazmorras castillo se oculta una extraña criatura...
Castle Freak (que en España llegó a titularse Un Castillo Alucinante...) es una película que supera con creces el umbral de "decente" o "correcta". Yo incluso la calificaría como una buena película de terror, bastante desconocida y que en su día no gozó de la repercusión que otros productos de mucha menos calidad si tuvieron (sin duda, que fuera directa al mercado del video tuvo mucho que ver, obviamente). En esta historia coinciden varios elementos que se me antojan imprescindibles para que el resultado final fuera de cierto nivel y no otra de esas historias casposillas de serie B a las que, seamos sinceros, Stuart Gordon nos tenía acostumbrados, sobre todo después de sus tres primeras películas, a saber: Re-Animator (1985), Re-Sonator (1986) y Dolls (1987).
Las actores también son un ingrediente del que se alimenta el buen nivel general del film, con dos grandes estrellas del cine de terror de serie B que en esta ocasión dejan aparcados sus recurrentes tics interpretativos y sus clichés, cuajando dos buenas interpretaciones realmente serias y bastante centradas. Me refiero a Jeffrey Combs y Barbara Crampton. El primero ha intervenido en innumerables películas del género (más o menos en 60 películas) y puede ser considerado como el actor fetiche de Stuart Gordon. Además, siempre será recordado por dar vida al Dr. Herbert West, el mad doctor de Re-Animator, y en esta ocasión se atreve con el papel de un padre de familia que tiene ciertos problemas con el alcohol, un personaje al que despoja de cualquier atisbo de humor que hayamos visto en otros papeles anteriores.
Jeffrey Combs/Barbara Crampton
Y si hablamos de la criatura protagonista, entramos de ello en otro gran acierto y punto fuerte de la película. El diseño de Giorgio D'Orsino (la criatura a la que da vida Jonathan Fuller) es espeluznante, realista y todo un ejemplo de caracterización y maquillaje ejemplar (cerca de seis horas diarias tardaban en caracterizarlo...), dando lugar a un monstruo que, sin necesidad de articular palabra y mediante gruñidos y una potente expresión corporal, consigue intimidar y, en ocasiones, que nos apiademos de su cruel destino.
A todo lo mencionado hasta ahora le podemos añadir, entre otras cosas, un guión sencillo que aunque en realidad no aporta novedades al género, sí mantiene un ritmo decente y que no aburre en ningún momento, con un inicio realmente espectacular y un no menos meritorio final valiente, junto a un buen puñado de escenas que aportan tensión, algún que otro susto logrado y un par de momentos truculentos y escabrosos que los amantes del gore y la sangre disfrutarán. Rematamos la jugada con otra buena y acertadísima banda sonora de Richard Band, y tenemos como resultado una película realmente digna si tenemos en cuenta los medios que Stuart Gordon tuvo a su disposición y muy meritoria para el género de terror que, sin duda, merece un mayor reconocimiento internacional.