A propósito de Garzón, dije, apenas pintaron bastos para el juez estrella, que era hombre muerto, desde el punto de vista jurisdiccional, y ya lo es, a todos los efectos, a propósito de Chávez, digo ahora que es un putrefacto cadáver político y la única incertidumbre que tengo es la fecha, aunque los médicos cubanos que le atienden ya la saben.
A Fidel yo no sé cómo le salvaron la vida pero, desde entonces, es un cadáver político que, como uno de esos zombis, se mueve, habla y escribe, pero ya no sirve para nada más.
Kirchner está enterrado hace ya algún tiempo y su mujer, que se esforzaba por mantener vivo su legado, ha pasado ya por el quirófano por un cáncer de tiroides, y Lula está ya hace algún tiempo en la reserva radioactiva.
De modo que sólo nos quedan Evo Morales y el redivivo Daniel Ortega, pero Evo es un fenómeno absolutamente insólito que sólo Dios sabe cuánto durará y a Ortega, ya se lo cargaron, en las urnas, digo, no hace mucho tiempo.
¿Entonces? Eso mismo es lo que yo pregunto: ¿por qué los Usa juegan siempre a favor de la historia, por qué el viento hincha siempre sus velas? Ya hemos leído varias veces aquí aquel maravilloso texto que uno de los Dulles, cuando era jefe de la Cía, dirigió a sus muchachos y en los que les daba unas instrucciones para su actuación que harían enrojecer de vergüenza al peor de los demonios, de modo que los Usa podrían seguir diciendo aquello tan famoso de “es un hijo de puta, probablemente el mayor de los hijos de puta que se han conocido, pero es NUESTRO HIJO DE PUTA”.
¿No habría que considerar, al menos como posibilidad muy poco probable, que los Usa hayan descubierto un arma nueva que hace enfermar de muerte a sus enemigos más declarados y peligrosos?
De su capacidad moral para hacerlo no puede siquiera dudarse, las dudas residen en su factibilidad, ¿es posible un sistema que enfocado a unos determinados personajes históricos les haga enfermar de cáncer tan grave y simultáneamente?
Castro, Fidel, ya no es más que historia, Kirchner, varón, ni siquiera eso, no le dieron realmente tiempo, Lula, el pobre, ahí está, tomando quimioterapia contra su cáncer de laringe y su sucesora, ya veremos en qué queda la cosa, pero lo que sí que está, por desgracia, claro es el porvenir de los venezolanos: si Chávez muere antes de las próximas elecciones, el chavismo las perderá y, en Venezuela, todo volverá a la normalidad, es decir, ya no habrán más leyes socializadoras, ya no se legislará para el pueblo sino para la Banca y las multinacionales, lo mismo que se hace por aquí, qué les voy yo a contar que ustedes no sepan de primera mano.
De modo que todo esto que ocurría en Sudamérica no habrá sido, desde la óptica norteamericana, sino una tormenta en un vaso de agua y este desdichado continente volverá a ser digno de aquella otra tan famosa frase histórica: “lástima de Sudamérica, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos".
Y yo comienzo a temer que es totalmente inútil intentar cambiar el rumbo de la historia, de modo que incluso he dejado de confiar en ese nuevo continente chino, en el que comienzan a aparecer, o así por lo menos nos lo cuenta “nuestra prensa”, signos indubitables de que parece que su economía se incorpora a los ciclos que sufre el resto del mundo.
En cuanto a que sus dirigentes hayan comenzado a enfermar no sabemos nada y es que, vistos desde fuera, son muchos y, además, parecen todos iguales de modo que sembrar allí enfermedades quizá fuera el más inútil de todos los trabajos.
De cualquier modo, después del famoso memorandum de Dulles, el jefe de la Cía, a sus secuaces, yo no lo descarto.