Datado del año 967, si algo destaca de Castelldefels, aparte de sus playas, es el castillo que da nombre a la población más meridional del Baix Llobregat. El castillo, ubicado como tantos otros en lo alto de una colina desde la que se divisaba toda la costa (ver Sant Pere Màrtir, la carismática atalaya natural del sur de Barcelona), recibió el nombre de Castrum Felix, posiblemente por llamarse Félix el primero que, por orden del condado de Barcelona, levantó una fortaleza en ese estratégico lugar.
Con todo, el castillo que podemos ver hoy en día corresponde a una construcción de defensa contra la piratería de 1550, con el añadido de otro edificio (reconocible por estar construido en piedra blanca) durante el primer tercio del siglo XVIII, el cual fue dedicado al control de la piratería berberisca que tanto afectó a las poblaciones de costa catalanas de entonces ( ver Moros en la costa: La historia de los pueblos dobles del Maresme). Posteriormente, quedó en ruinas y no fue hasta 1897 cuando el banquero Manuel Girona, propietario del castillo de Eramprunyà en Gavà ( ver Eramprunyà, el icónico y popular castillo rojo de Gavà), adquirió también el castillo de Castelldefels, llevándose a cabo toda una serie de reconstrucciones en estilo neo-medieval que le han dado la imagen que ha llegado hasta nuestros días. En 1988 pasó a propiedad municipal, administración que se encarga de su mantenimiento desde entonces.