Cata de marqués de murrieta en bodega selección de alicante

Por Jose Diego Ortega. Marevinum

  
HISTÓRICA E INNOVADORA A PARTES IGUALES
   Las nuevas instalaciones de la enoteca alicantina Bodegas Selección acogieron el pasado 2 de diciembre una cata que se puede calificar como histórica, tanto por el abolengo de la bodega presentada, como por el hecho de quizá ser la última vez que se cate un vino de los considerados históricos, fuera de la propiedad de la bodega. A su vez fue una cata innovadora, ya que se cató en primicia un vino que no saldrá al mercado hasta el próximo año. Si a esto se le añade la hospitalidad y buen hacer de Esteban de la Rosa hijo y la diligencia de Javier Garijo, podemos emplear un símil de cata para definir la jornada como “redonda”.

El conductor del evento fue Antonio Barrios, director general de la firma desde hace 10 años, que con su juventud hace patente la filosofía de la bodega: mantener la tradición, pero desde un punto de vista joven y actual. No en balde el propietario, José Cebrián ronda los 40 años y la enóloga jefe, María Vargas, ni los alcanza. Sorprende la juventud del trío que tiene en sus manos una de las bodegas más antiguas y con más tradición de España. Buena señal. El éxito de la firma y la evolución de sus productos avalan la buena gestión de una empresa que es grande pero quiere seguir siendo familiar.

La empresa gestiona dos bodegas: Marqués de Murrieta en La Rioja y Pazo de Barrantes en la D.O. Rías Baixas. Como característica a resaltar está el que toda su producción proviene de viñedos propios (en la Rioja Alta tienen 300 ha. Y en Pontevedra 12). No compran uva a viticultores ajenos, para así poder llevar un control total y exhaustivo sobre la calidad de la uva. Exportan a 72 países y su producción llega hasta donde llega: Cuando la añada se acaba en bodega, no se plantean aumentarla al siguiente año. Esto es de agradecer y va en contraposición con la política actual de muchas bodegas que, una vez que se ponen de moda, no cesan de incrementar las plantaciones y multiplicar la producción de su vino de renombre, a base de añadir mostos de fincas mediocres o de viñas adolescentes (El consumidor no es tonto. Las modas pasan y esta práctica se convierte en pan para hoy y hambre para mañana).


  

Ya metidos en faena, se fueron catando los vinos de forma dinámica y participativa, donde los escogidos asistentes, en su inmensa mayoría sumilleres y profesionales del vino y casi todos miembros de la asociación de sumilleres ASECA, fueron intercambiando sus impresiones sobre cada vino y haciendo sus consultas a Antonio, quien hizo hincapié en su deseo de que todas las dudas quedaran resueltas: “feedback, quiero feedback”.

Durante cerca de dos horas se disfrutó analizando vinos míticos, novedades y añadas imposibles de encontrar, en el marco de una sala de catas que, a modo de museo, mostraba en sus estanterías muchas joyas embotelladas y una curiosa colección de copas históricas que ya de por sí justifican una visita a la enoteca.
NOTAS DE CATA
PAZO DE BARRANTES 2.010 100% albariño vendimiado entre el 14 y el 22 de septiembre. Fermentado en acero durante 40 días a baja temperatura y mantenido 5 meses sobre lías antes de embotellar. Rendimiento de la finca: 9.500 kg./ha. Y una producción de 110.000 botellas.

Vista. Amarillo pajizo subido de tono con bordes paja. Limpio y brillante.
La nariz viene cargada de piña tropical, fresquilla, heno, lima y flor de azahar. Reposada la copa unos 10 minutos y perdido el exceso de frío, la nariz se vuelve seria y comienzan las notas de albaricoque y níspero, apareciendo también laurel y eucalipto.
En boca se presenta de entrada fresca y seca, con un paso glicérico y acariciador pese a su acidez patente. En el centro mandan las notas cítricas y herbáceas, con alguna flor blanca en retronasal. El posgusto es muy largo y ofrece una acidez limpia y mantenida, tornando a unos ligeros amargores finales que limpian la boca e invitan al siguiente sorbo.
MARQUÉS DE MURRIETA RESERVA 2.004 Coupage de un 84% tempranillo, 13% garnacha y 3% mazuelo. Vendimia desde el 16 de septiembre al 9 de octubre en la finca Ygay. 900.000 botellas. Fermentado en acero con remontado diario durante 15 días y crianza en roble americano (de entre 1 y 7 años de uso) durante 22 meses. Un año mínimo de botella antes de salir al mercado.


Vista. Rojo guinda de capa media-alta, con amplio ribete rubí. Se observa algo de materia colorante muy fina en suspensión. El brillo se mantiene vivo.
La nariz nos viene en oleadas: una primera nos da un golpe de café y cuero limpio. A continuación da fruta roja en licor. Tras oxigenar el vino aparecen ligeras notas reductivas, cubiertas rápidamente por notas florales pesadas (Lila y clavel). Una cuarta oleada nos ofrece notas provenientes del roble americano en forma de vainilla y cedro.
En boca la entrada es bastante fresca en cuanto a acidez y ligeramente amable dentro de un vino seco. El paso es lineal y fluido, con un centro muy frutal (ciruela, cereza, fresa madura) y ligeramente licoroso. El posgusto es bastante largo y sorprende que todavía tenga algo de “agarre” por los taninos, lo que le augura bastante vida pese a la añada. El recuerdo final es de hollejo maduro, mantenido a su vez por una acidez viva que acrecienta la sensación de larga vida.
DALMAU 2.007 Uva procedente de viñas de 50 años de edad plantadas en el pago Canajas, dentro de la finca Ygay. Coupage de un 85% tempranillo, 8% cabernet sauvignon y 7 % graciano. Cada uva se vendimió en un solo día: la primera el 28 de septiembre, la segunda el 29 y la tercera el 13 de octubre. La cabernet sauvignon, prohibida en La D.O. Rioja, se permite sólo a las bodegas que plantaron una pequeña cantidad hace 25 años dentro de una experiencia piloto que, afortunadamente para la identidad del vino de la zona, no dio los frutos deseados. El tempranillo fermentó en acero y las otras dos variedades en tina de roble. 21 meses de crianza en roble francés nuevo y un año de botella.

La primera añada de este vino es la 1.994. No sale al mercado si la calidad del año no es la requerida y en el caso de este 2.007, la producción es de sólo 23.000 botellas.
Vista. Rojo negruzco de capa altísima, con un ribete muy estrecho de tonos amoratados. Limpio y brillante.
En nariz da una primera impresión de mineralidad (turba y pedernal) que evoluciona rápidamente hacia cacao y pimienta muy marcada. Por debajo de las notas primarias aparece tinta china y notas ahumadas. Al agitar la copa se detectan notas fermentativas muy limpias y maderas nobles (cedro, sándalo).
En boca la entrada es fresca y seca, con un paso ancho pero fluido, nada pesado. El centro se presenta en un equilibrio casi perfecto entre fruta roja en sazón, notas de crianza (pimienta, clavo y cedro) y una acidez muy bien integrada en el conjunto, presente pero no mordiente.
El final es largo y te deja literalmente la boca llena de fruta madura, con un frágil recuerdo aromático a madera de abeto. Elegante, equilibrado y en plena juventud.
CAPELLANÍA 2.006 Monovarietal de viura con cepas de 50 años de edad provenientes del pago homónimo, también dentro de la finca Ygay. Vendimiadas el 20 de septiembre y fermentado en acero durante 25 días a baja temperatura. 15 meses de crianza en roble francés nuevo de entre 1 y 3 años (el concepto riojano de “madera nueva” sigue siendo todavía bastante peculiar). Embotellado en noviembre de 2.010, con una producción de 20.800 botellas.
Vista. Oro joven con destellos paja. Limpio y brillante, con lágrima espesa y de caída lenta.


En nariz arroja un primer golpe aromático a terracota mojada, vainilla y piel de limón escarchado. Cuando gana temperatura, la nariz se ennoblece ofreciendo recuerdos aromáticos a trufa blanca, licor de sauco y un ligero toque a laca (acetaldehído) proveniente de la larga crianza.
En boca la entrada es seca y demasiado fresca en cuanto a acidez, con un paso glicérico y untuoso, aunque esa frescura patente hace que no llegue a resultar pesado en boca. El centro es eminentemente cítrico, con recuerdos a frutillas ácidas (jínjol, perita de San Juan). La madera entra en juego y “lignifica” un poco la boca, a la vez que trae por retronasal notas de vainilla y flor de azahar.
El final es de mucha intensidad y persistencia media, todavía cargado de acidez y con una madera muy presente, que indica la necesidad de dejar el vino dormir en botella unos cuantos años más para que se pueda apreciar realmente lo que el bodeguero quiere expresar con este tipo de elaboraciones. Vino para un tipo de consumidor muy concreto, que sabe esperar a que dé sus frutos.
CASTILLO DE YGAY GRAN RESERVA ESPECIAL 2.004


Uvas provenientes del pago La Plana, formando un coupage de un 93% tempranillo y un 7% de mazuelo, vendimiadas a mediados de octubre. El vino fermentó en acero durante 15 días y pasó 34 meses en barrica bordelesa de roble americano, de los cuales 10 lo fueron en madera nueva, para pasar el resto en una barrica con menos transferencia de taninos. Tres años en botella antes de salir al mercado.
Vista. Rojo guinda algo desvaído pero manteniendo alta la capa, con un ribete ancho de color rubí claro. No hay atisbos de tejas ni castaños.
En nariz se presenta con una buena intensidad aromática, ofreciendo cuero joven, tabaco rubio y madera de cedro, para pasar tras un breve reposo a dar notas florales (lirio) y un leve toque a tierra mojada.
En boca la entrada es seca y no demasiado fresca, con un paso bastante fluido y lineal. El centro se traduce en un equilibrio frágil pero presente entre alcohol (licor de guindas), acidez (fresa madura), maderas sutiles (álamo) y unos perfumes florales muy marcados en retronasal (violeta y Jacinto). El final es bastante largo en cuanto a persistencia, dejando en boca un hollejo maduro adornado con taninos de la barrica, muy domados y algo terrosos.
Clásico riojano en toda la extensión del concepto, nada decaído y con la frágil delicadeza de este corte de vinos en todo su esplendor maduro.

CASTILLO DE YGAY GRAN RESERVA ESPECIAL 1.968

Con un coupage de un 70% tempranillo, 12% garnacha, 13% mazuelo y 5% graciano, proveniente del pago La Plana, en la zona alta de la finca Ygay. En aquella época no se llevaba registro de la fecha en que fue vendimiada cada variedad.

El vino fermentó en tinas de roble americano durante 30 días, para después pasar 6 meses en depósito grande de madera (6.000-7.000 litros), tras lo cual ha permanecido 4 años en barrica nueva bordelesa. Tras esta crianza, fue pasado a tinas de madera usada donde permaneció 9 años y medio, siendo embotellado en enero de 1.983. El vino desde entonces ha permanecido en los nichos subterráneos de la bodega, siendo sustituido el corcho cada 20 años.


Esta edición en concreto cuenta en la etiqueta con una mención al viaje de instrucción del Príncipe Felipe a bordo del buque escuela Juan Sebastián El Cano, ya que fue el vino de representación diplomática en las escalas y recepciones oficiales de dicha travesía en 1.987.
Botella abierta dos horas antes de la cata.

Vista. Marrón castaño con tonalidades teja, descubierto de capa, completamente limpio y manteniendo bastante brillo (síntoma de acidez latente).

En nariz se presenta con una intensidad media baja, donde lo que predominan son los aromas de crianza reductiva, tales como cuero, aromas animales y piel de naranja seca. Tras abrirse un poco en copa, nos ofrece unas sutiles notas de cacao y tabaco negro. Al reposar, la piel de naranja seca se apodera de la nariz, ofreciendo a su vez un ligero fondo de paja seca y cáscara de nuez. Tras dejar la copa reposar unos 15 minutos, comienza a dar unas curiosas notas atrufadas que se pueden asimilar a las que daría un vino licoroso (botritizado).

En boca destaca su entrada seca y llena de viveza en cuanto a acidez, para nada acética, teniendo un paso fluido, aunque en el centro no aparece nada más que algo de lo descrito en nariz (o nada menos, después de 43 años de vida), destacando el café y la cáscara de nuez. El final es relativamente largo y eminentemente ácido, dejando unos recuerdos finales reductivos que nos recuerdan a la piel curtida y la madera antigua encerada.

En resumen un vino histórico que, a modo de pieza arqueológica, nos desvela cómo se elaboraban los vinos en aquella época, pudiendo deducirse aspectos tales como la acidez y la concentración que debía tener la uva, el equilibrio justo que le otorgó la madera desbravada y la filosofía riojana de la generación anterior, en cuanto a buscar la delicadeza y el equilibrio frente a la fruta basta y el color. Siempre emociona ponerse en la boca un vino que se elaboró antes incluso de que el que suscribe estuviera planteado.