El primero fue Marimar Estate 2000, un chardonnay que la hija de Miguel Torres elabora en el Condado de Sonoma (California- EE.UU.) a la manera borgoñona. Desde luego muestra mejores maneras que sus homólogos parientes peninsulares, pues a pesar de las evidentes notas de evolución, el vino mostraba una grasa y opulencia dignas de mención por haber soportado con mucha dignidad el paso del tiempo. Aunque lógicamente no se trata de un Meursault (y está lejos de parecerse), tampoco se vende a su precio, pues pese a los elevados costes de importación, anda por unos 30 euros.
Seguimos con A Costiña 2007, un curioso monovarietal de la uva brancellao o alvarello elaborado por las bodegas Alan de Val, mostró un picota brillante casi opaco y de capa bien alta que sorprendió bastante, ya que José María (mayor productor mundial de la variedad, por cierto) nos había adelantado el carácter fino y traslúcido de los vinos de esta variedad.
A pesar de su elegante aroma, este Costiña rompió además con las expectativas por su concentración y por una importante calidez que, a mi entender, le daba un carácter más mediterráneo que atlántico. Bien por atreverse con una variedad autóctona, y, desde luego, habrá que seguirle la pista en próximas añadas, aunque en su precio (unos 20 euros, creo, en distribución) se trata de un vino interesante pero poco accesible.
Llegó entonces el duelo más esperado de la jornada que adelantábamos en el blog paralelo, Régoa TN 2007 versus Ultreia de Valtuille 2007, mencia de la Ribeira Sacra contra Mencía del Bierzo con 99 puntos parker.El primero apareció brillante, con buena fruta pero con una madera mucho más presente que en sus hermanos pequeños, y algo más plana en la línea de tostados. Buen equilibrio alcohol-acidez, de trago facil y muy comercial. Por su parte, el Ultreia de Raúl Pérez aparece más discreto a la vista, con menos brillo, pero con una exhuberante y delicada nariz de pimientas, vainilla, café y cacaos en varios planos, delatora de un experto manejo de las maderas que, aunque oculta en parte la fruta que hay detrás, esta es buena y, por tanto, difícil de contener. Tal vez cambiaría algo mi gusto si todas las maderas que hay por ahí fueran de esta calidad. Más redondito que el anterior aunque hubo quien afirmó que, también, por ende, con una vida más corta. Personalmente pienso que ninguno de los dos ha terminado de afinarse en botella y que el tiempo dará un vencedor. Dos vinazos en cualquier caso que he tenido la fortuna de probar.
Y finalmente llegó la buena aportación de los Louzán, un curioso Garrafeira Tinto 2005 de Quinta das Bageiras, un delicado tinto de la Denominación Bairrada (Portugal) a base de Baga y Touriga Nacional que pese a venir un poco tocado por el viaje desde Cee, yo lo encontré estructurado, elegante y con esa fresquísima acidez que me suele conquistar, aunque José Luis afirmaba estar muy lejos de lo que este vino da habitualmente de sí. Me gustaría mucho probarlo tras un reposo, en solitario y en casa...
En cualquier caso, este fue el resultado...y salimos vivos- que no es poco- , ya solo queda esperar a la próxima.