Catalina de Aragón, Reina de Inglaterra

Por Manu Perez @revistadehisto

El 17 de agosto de 1501 el séquito de Catalina de Aragón sale de Santa Fe para La Coruña, de donde iba a zarpar con destino a Inglaterra. Su marcha no recibió el mismo trato que tuvo su herma a Juana cuando hacía cinco años salió para Flandes. Entonces la propia reina Isabel acompañó a Juana con todos sus hijos hasta el puerto de Laredo para despedirse, además de un séquito formado por tres mil quinientas personas, encabezadas por el almirante Enríquez.

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Esta vez la reina estaba enferma y debía quedarse en Granada para extinguir los focos de rebelión que amenazaban la paz en la zona por parte de los moros que se habían quedado como moriscos al término de la guerra de Granada. No hubo ninguna gran fiesta ni celebración para la salida de Catalina, sino más bien silencio.

Además, de las pocas personas que la acompañaban algunas se quedaron en La Coruña y no la siguieron en barco, por lo que el séquito se quedó aún más reducido. El conde de Cabra, el arzobispo Fonseca y Pedro Manrique encabezaban el séquito para entregar a Catalina sana y salva a las autoridades de Inglaterra. Por causa del mal tiempo la expedición tuvo que hacer escala en Laredo y hasta el 27 de septiembre no pudo continuar el viaje. Alcanzan el puerto inglés de Plymouth el 2 de octubre de 1501.

Catalina fue recibida por el obispo enviado por el príncipe Arturo y un mes y medio después, el 14 de noviembre del mismo año, celebraron la boda en la catedral de San Pablo de Londres.

Catalina de Aragón. Primera etapa en Londres (1501-1509)

El pueblo inglés aclamó a Catalina, que demostró ser una brillante princesa. La gente apreciaba la rica vestimenta española, nunca antes vista en Inglaterra, y las espectaculares joyas que lucía Catalina. Aunque los novios se habían comunicado por carta desde hacía tiempo, no se sabía nada del estado físico del príncipe, que presentaba un aspecto débil y enfermizo. Según el testimonio de las personas que acompañaron a los novios en la noche de bodas no fue posible confirmar si hubo consumación del desposorio, ya que la famosa sábana blanca no ofrecía ninguna mancha de sangre. Más adelante Catalina tendrá que alegar la no consumación ante los tribunales y ante el papa para legitimar su segundo matrimonio con Enrique VIII, quien después de más de veinte años de matrimonio pretendió anularlo, justo por haber sido la esposa de su hermano, para poder casarse con Ana Bolena.

Seis meses después, sin haber consumado el matrimonio a pesar de su convivencia, el príncipe Arturo muere y Catalina se queda viuda con 16 años de edad en un país desconocido y sin familia cercana.Vivirá durante siete años en la incertidumbre, sin saber qué iba a ser de ella, ya que estaba como rehén de Enrique VII y su padre Fernando tampoco se preocupaba demasiado por la situación de su hija. El rey Fernando intentaba casar a Catalina con el hermano del príncipe fallecido, Enrique, pero el padre de este, Enrique VII, exigía una fuerte dote, aparte de que el hermano en cuestión solo tenía 11 años cuando falleció Arturo.

Durante ese periodo de incertidumbre y desesperación la única novedad fue la visita de Juana y de Felipe en 1506, cuando iban de camino a España para ser jurados como reyes de Castilla. La reina Isabel había fallecido dejando escrito en su testamento que Juana era la heredera de Castilla. El mal tiempo hizo que los barcos que les transportaban tuvieran que hacer escala en Inglaterra. Una vez allí, su estancia en Windsor durará varios meses por invitación de la monarca inglesa. Catalina pudo ver a Juana en secreto, ya que Juana no acompañaba a Felipe en los encuentros que tenía con Enrique VII.

En 1507 Enrique VII comunica a Catalina que no hay boda con su hijo Enrique porque Fernando no mandaba la dote prometida. El rey inglés, viudo a la sazón, intentaba casarse con Catalina, pero tal petición fue rechazada por los padres de Catalina. Entonces pidió el matrimonio con su hermana Juana, que se había quedado viuda y que el monarca conocía por la visita de 1506: se acordaba de ella por su aspecto atractivo y por su título de reina de España.

El rey Fernando no se opuso a tal matrimonio, pero Juana lo rechazó de manera tajante. La muerte de Felipe el Hermoso cambia la situación de Catalina y la actitud de Enrique VII hacia ella mejora. La dote seguía sin llegar en 1509, pero el 21 de abril Enrique VII muere, sucediéndole su hijo Enrique. El 11 de junio de 1509 Enrique se casa con Catalina antes de ser coronado rey de Inglaterra. Catalina tenía 23 años y Enrique 18. Tanto el rey fallecido como su hijo Enrique sabían muy bien que la dinastía Tudor no tenía aún una base sólida entre los ingleses, y mucho menos en la escena europea, ya que hasta hacía poco no se conocía la dinastía Tudor, sino tan solo las casas de Lancaster y de York, ambas pertenecientes a la dinastía Plantagenet.

Después de la guerra civil entre las dos casas (guerra de las Dos Rosas), la de York sale triunfadora con Eduardo IV. Al morir este sin sucesor, Ricardo III, un general de la casa de York, fue proclamado rey de Inglaterra. Los partidarios de la casa derrotada de Lancaster apoyaban a Enrique, hijo del hermano ilegítimo de Enrique VI, por lo que no estaba en la línea legítima para heredar la casa de Lancaster. Al ganar la guerra contra Ricardo III, Enrique se proclama rey. Enrique VII se casa con la hija de Eduardo IV para consolidar su legitimidad uniendo las dos casas de Lancaster y de York y creando su propia dinastía Tudor, cuyo emblema unirá la rosa roja de la casa de Lancaster y la rosa blanca de la casa de York. Aún así necesitaba algo más para ganar prestigio y popularidad con la finalidad de consolidar su reinado. El matrimonio de su hijo con la princesa Catalina, hija de los Reyes Católicos, del importante reino de Castilla y Aragón, convenía para asegurar el futuro de su dinastía recién establecida. Catalina estaba dentro de ese juego de intereses de su futuro suegro y de su padre, ya que Fernando también necesitaba la alianza inglesa para su política europea. La misión de Catalina será la de unir los dos reinos de Inglaterra y España mediante su matrimonio con Enrique VIII.

Segunda etapa como Reina Inglesa (1509-1527)

Los primeros años de su vida matrimonial con Enrique VIII marcharon bien y Catalina demostró ser una gran reina, ganando popularidad y con el pueblo inglés a su favor. En 1510 da a luz a un varón, pero este muere tras el parto. A continuación, el 1 de enero de 1511 tiene otro hijo, que se llamará Enrique y que sobrevivirá solo cincuenta y dos días. Estos dos partos fallidos no causaron ningún problema matrimonial, sino todo lo contrario: se reforzó el vínculo de la pareja, además de que Catalina era aún una joven de 26 años y no presentaba ningún problema de fertilidad para el futuro.

En 1513, tras la Liga Santa promovida por el papa Julio II que unía al Sacro Imperio, a España y a Inglaterra contra Francia, Inglaterra entra en guerra con Francia y Enrique VIII parte para la guerra, dejando a Catalina como regente durante su ausencia. En el mismo año, Escocia, que era aliada de Francia, invade Inglaterra durante la ausencia de Enrique VIII con el propósito de ayudar a Francia. A Catalina le corresponde defender Inglaterra del ataque escocés: organiza el ejército bajo su mando y acude a la frontera escocesa para frenar la invasión. Sorprendió la actitud serena y bélica de la reina, no solamente a los nativos ingleses, sino a sus enemigos escoceses ya que la ausencia del rey inglés no había supuesto ningún problema para la defensa del reino.

Catalina demostró su valentía y su iniciativa de actuación como reina con el fin de proteger su territorio y luchar contra el enemigo. Quizá el recuerdo de su infancia en la guerra de Granada y su convivencia con la guerra real le sirvió en esta ocasión. Catalina no solamente ganó la guerra, sino que el ejército inglés pudo dar muerte a Jacobo IV de Escocia, que estaba casado con la hermana de Enrique, Margarita Tudor. Un gran triunfo en ausencia del rey Enrique. A pesar de esta gran contribución de Catalina, Enrique VIII no la apreció demasiado cuando volvió de Francia con un triunfo más bien pequeño. La causa de esa desazón fue que el rey Fernando se retiraba de la Liga Santa y no ayudaba a Enrique VIII en la guerra contra Francia.

El monarca estaba muy enfadado con la actitud de España e incluso se planteó el divorcio de Catalina. Para colmo, ese año Catalina tuvo otro aborto, una niña muerta. La relación de los dos reinos se encontró en su peor situación en 1514. Para mejorar la relación con Inglaterra, Fernando nombra a Catalina embajadora ante Enrique VIII. Mientras tanto, sube al trono francés el nuevo rey Francisco y aumenta el antagonismo entre Inglaterra y Francia. Enrique se reconcilia con España y por consiguiente también con Catalina.

En 1515 Thomas Wolsey, arzobispo y cardenal, se convierte en la persona más influyente de Inglaterra al lado del soberano. El protagonismo de la reina disminuye a partir de entonces por la aparición de este personaje. En 1514 Catalina vuelve a dar a luz a otro niño, Enrique, pero muere también un mes después de nacer. Ya entonces en la mente de Enrique VIII tomaba consistencia la idea del divorcio de Catalina y la búsqueda de otra pareja para conseguir un heredero varón.

En 1516 muere el rey de España Fernando de Aragón y su nieto Carlos se convierte en su sucesor, aunque su madre Juana conservaba el título de reina de España. Tres años más tarde, al morir su abuelo paterno Maximiliano, fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En febrero del mismo año, Catalina da a luz a María, futura reina de Inglaterra con el nombre de María Tudor. Ella fue la única superviviente de todos los embarazos del matrimonio, pero su nacimiento no fue suficiente para contentar a Enrique VIII por el hecho de ser niña. En 1518 María, al cumplir 2 años, fue prometida con el heredero de Francia, Francisco, de 7 meses. Aunque se anuló el enlace más tarde, sirvió para la negociación de paz entre Inglaterra y Francia. Ese mismo año Catalina quedó de nuevo embarazada. Era la sexta vez en nueve años y será el último embarazo, pero no tuvieron suerte ya que fue otro aborto. Por aquel entonces Enrique VIII ya tenía relaciones con una dama de honor de Catalina llamada Elizabeth Blount, que estaba embarazada y dio a luz a un niño llamado Enrique Fitzray en 1519. Aunque era bastardo, Enrique le trató como su heredero y le dio el título de duque de Richmond.

A pesar del comportamiento de Enrique VIII en sus asuntos amorosos con las damas de la corte, Catalina no intervino demasiado y aparentó no concederle demasiada importancia, comportándose discretamente con su marido ante sus súbditos. La popularidad de Catalina era más reconocida que la del rey, ya que ella era muy querida por el pueblo inglés. Las personalidades del reino, los clérigos, la nobleza y los intelectuales, incluidos los propios familiares del monarca como María Tudor (reina de Francia durante 82 días por su matrimonio con Luis XII, de 82 años), eran muy amigos de Catalina. No sabemos las razones concretas de su popularidad, pero en cualquier caso no fue porque Catalina fuera la tía de la persona más poderosa de Europa (su sobrino Carlos V), sino simplemente por su personalidad sencilla y carácter afable, además de buena cumplidora del papel de reina de Inglaterra y esposa de Enrique VIII.

A Enrique VIII, por el contrario, no se le tenía gran simpatía, por lo que tener a Catalina como reina a su lado era muy conveniente para la estabilidad del reino. Todo el mundo conocía su origen y su entorno familiar, muy superior al del soberano inglés. Nació como princesa española pero luchó para y por Inglaterra como una reina inglesa de verdad. Entre otras cosas, cuando se producían revueltas en la calle que terminaban con condenados a muerte, Catalina convencía al rey para concederles el perdón, o lavaba los pies de las mujeres pobres en público como forma de acercamiento al pueblo.

A pesar de no haber engendrado hijo varón se mantuvo con normalidad la relación matrimonial con Enrique VIII, aunque el monarca ya estaba teniendo múltiples relaciones amorosas con otras damas de la corte. Una de estas relaciones extramatrimoniales sucedió con la hermana mayor de Ana Bolena, llamada María Bolena. Ella había sido la amante del rey Francisco de Francia antes de iniciar su relación con Enrique VIII. Catalina toleró todos esos lances de su marido considerándolos pasajeros ya que ella continuaba siendo la reina y esposa, y otras eran simples juegos de entretenimiento del monarca.

A partir de 1520 la relación matrimonial propiamente dicha se reduce porque el rey no visita con frecuencia la cámara de Catalina, si bien en los actos oficiales seguían apareciendo juntos como reyes de Inglaterra. En la mente de Enrique ya estaba definitivamente el divorcio de Catalina y el matrimonio con Ana Bolena, pero no sabía cómo organizar todo eso sin que el ejército del emperador Carlos V invadiera Inglaterra. Otro temor que tenía era que el pueblo inglés apoyaría a Catalina y, por lo tanto, el ejército del emperador, con el apoyo del pueblo, ganaría la guerra y acabaría con el reinado de Enrique. Sus consejeros, sobre todo Thomas Wolsey, estaban planeando el mejor camino para evitar el enfado del emperador. En 1520 se convoca una reunión en la cámara de Catalina entre Enrique VIII, Wolsey, Catalina y el embajador de Carlos V y se decide celebrar la entrevista con el emperador antes de ver al rey de Francia.

Wolsey era francófilo, pero tuvo que aceptar la propuesta del embajador y el 26 de mayo de 1520 Carlos V llega a Inglaterra para ver a Enrique VIII y a su esposa, su tía Catalina. Había rivalidad entre España y Francia y ambos buscaban la alianza inglesa para conseguir el equilibrio de poderes en Europa. Inglaterra recibió ofrecimientos de Francia muy atractivos mientras llegaba Carlos V a Inglaterra con el ánimo de ganar su alianza para el Imperio. Carlos V era el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y el rey de España, reino que cada vez más estaba aumentando su poderío y su riqueza con la conquista del nuevo continente americano.

Enrique VIII, influenciado por Catalina y Carlos V, decide aliarse con España. Cancela el enlace matrimonial acordado de María con el delfín francés Francisco y decide casarla con Carlos V. Parecía que todo salía bien para Catalina en aquel año de 1521. En 1522 su sobrino Carlos V vuelve a visitar Inglaterra y esta vez permanece durante seis semanas para consolidar la alianza con Inglaterra, firmando un importante tratado y compromiso de ayuda militar y financiera de Inglaterra para la guerra contra Francia. También se trataba de asegurar el matrimonio con María, la hija de Enrique VIII y Catalina, aunque había que esperar unos seis o siete años porque María era aún una niña de 6 años.

Esta visita del emperador impresionó no solamente al rey inglés, sino a su entorno, y lógicamente la posición de la reina Catalina se revalorizó de forma sensible ya que el propio todopoderoso emperador se ponía de rodillas para saludar a su tía la reina Catalina delante de las autoridades del reino de Inglaterra. Enrique VIII estaba algo perplejo ante la visita de un sobrino político tan importante pensando en su futuro divorcio de Catalina. Ese año su confesor Adriano de Utrecht fue nombrado papa, nombramiento ordenado por Carlos V a la muerte del anterior pontífice, con lo que el poder de Carlos en Europa estaba llegando al más alto nivel.

En 1523 Catalina ya tenía 38 años y llevaba cinco sin quedarse embarazada. Enrique VIII ya no tenía esperanzas de tener un hijo varón con Catalina y se relacionaba con otras damas para conseguirlo, aunque fuera bastardo. La relación con el rey fue consentida por su padre y por su marido a cambio de los favores que recibían del monarca. La relación matrimonial de Catalina con Enrique ya casi era inexistente porque eran cada vez más las damas que se relacionaban con el soberano. Elizabeth Blount fue una de ellas. Catalina intuía lo que sucedía a su alrededor, pero no le preocupaba demasiado y se dedicó a cuidar de la educación de su hija María.

En 1523 Luis Vives, el filósofo español que se relacionaba con Erasmo de Rotterdam y con Tomás Moro, se encarga de la educación de María. En 1524 recibe la gran noticia del triunfo de su sobrino Carlos V en la guerra contra Francia en Italia. Francisco I de Francia fue capturado por el ejército del emperador en Pavía. Enrique VIII celebra esta noticia por todo lo alto con Catalina. Sin embargo, la situación no va a favorecer a Enrique porque tras la victoria Carlos V ya no necesitaba contar con Inglaterra para dominar Europa. Se rompe el compromiso del enlace de María con Carlos porque en 1525 decide casarse con Isabel de Portugal, otra prima de Carlos, hija de Manuel I y de María de Aragón (tía de Carlos).

Se celebra la boda en Sevilla en 1526. Este cambio de planes produce a Enrique un gran enfado y despierta su sentimiento antiespañol, a la vez que arremete contra su esposa española. Se acerca a Francia y firma un tratado de paz en agosto de 1525. El 17 de mayo de 1527, un tribunal secreto pergeñado por Wolsey decide anular el enlace de Enrique y Catalina después de dieciocho años de matrimonio. No obstante, lo que decidió ese tribunal inglés no tenía validez alguna para sacar adelante el divorcio porque necesitaba el visto bueno del Vaticano. A pesar de todo, Enrique y sus consejeros buscaron la forma ideal para conseguir el divorcio sin que el emperador ni el papa pudieran intervenir en su contra.

El plan consistía en que fuese Catalina quien aceptase el divorcio. Hubo varios intentos amables invitando a Catalina a que accediera, pero su respuesta fue siempre contundente y negativa. El 6 de mayo de 1527 el ejército del emperador ataca Roma y se produce el Saco de Roma. El poderío de Carlos se percibía en toda Europa y lógicamente también en Inglaterra. Enrique VIII tenía cierto temor de la invasión del emperador si se complicaba el divorcio de Catalina, que era su tía. Sabía que Catalina se comunicaba a través de su embajador con su sobrino e incluso con el papa y que les había informado de su situación. Además, como queda dicho, el pueblo inglés, la nobleza, la iglesia y la sociedad en general querían a Catalina.

Entra en escena Ana Bolena hacia 1527, aunque ya estaba en la corte de Catalina como dama de honor. El rey se enamora de Ana, pero ella no accede a tener relaciones íntimas con él si antes no la hace su esposa oficial, es decir, reina. El monarca promete casarse con ella, pero antes tiene que divorciarse de Catalina. La influencia de Ana aumenta sobre Enrique mientras comienza la caída de Wolsey. Pasarán aún seis años hasta conseguir el divorcio. Enrique se endurece cada vez más contra Catalina debido a la presión de Ana Bolena y su deseo de casarse con esta aumenta cada día.

Tercera y última etapa (1528-1536)

El argumento de Enrique de cara al público fue que el matrimonio con Catalina no había existido nunca porque ella había sido la mujer de su hermano y según las leyes de la Iglesia católica casarse con la mujer del hermano era pecado, por lo que como castigo divino no podían engendrar un hijo varón. Siguiendo esa argucia, la convivencia con Catalina durante dieciocho años no había sido en calidad de marido y mujer, sino que ella había sido una simple concubina y por tanto su hija María era bastarda. Esta artimaña parece proceder de la mente de Ana Bolena, que comunicó su treta a Enrique.

Para defenderse Catalina de este argumento en los tribunales empieza a reclamar pruebas firmes para demostrar la validez del matrimonio. En 1528 consigue recibir el breve papal que el pontífice emitió antes del matrimonio con Enrique para legitimar el enlace. Con este documento ganaría la causa en el tribunal de Londres pero eso provocaría la ira de Enrique VIII. Ante el rumor de divorcio el pueblo londinense apoyó a Catalina y reprochaba al rey que quisiera separarse de la reina.

El purgatorio de Catalina empieza. A pesar de su retiro, Catalina seguía disponiendo de más de doscientos servidores a su cargo, según un veneciano que visitó The More aquel año. Catalina seguía teniendo popularidad entre la gente y varios obispos la apoyaban, entre ellos Fisher, a pesar de las amenazas ejercidas por el entorno del soberano. Aparece el personaje que va a ser la mano derecha de Enrique VIII, Thomas Cromwell, quien comienza a atacar directamente a la Iglesia y a la gente que está en contra del divorcio, usando mano dura e incluso exhibiendo escenas de ejecución de personas arrestadas por no apoyar el divorcio del rey.

El 5 de mayo de 1532 Tomás Moro, entonces canciller de Enrique VIII, dimite. Él apoyaba a Catalina y estaba en contra del divorcio y de la creación de una iglesia independiente de Roma, a pesar de ser hombre de confianza y amigo del rey. Tenía buena relación con la reina como consejero espiritual y filosófico dentro del círculo de amistades. El 7 de septiembre de 1533 Ana Bolena da a luz a una niña, que va a ser la futura reina Isabel I. El 23 de marzo de 1534, con cinco años de retraso, el papa por fin decide validar el matrimonio de Catalina y Enrique, pero ya no servía de nada esa sentencia porque Enrique VIII había establecido una nueva Iglesia local independiente de Roma para solucionar el problema de su divorcio.

La justicia llegó tarde y se convirtió en injusticia a pesar de la victoria monumental de Catalina. En contra del veredicto del papa, la justicia de Inglaterra legitima el matrimonio del rey con Ana Bolena y deja a Catalina como viuda del príncipe Arturo y a su hija María como bastarda. Comienza la persecución de todos los que apoyaban o habían apoyado a Catalina. La primera víctima fue Elizabeth Barton, predicadora que vaticinaba que Enrique perdería su corona si se divorciaba. Fue ejecutada públicamente en un espectáculo pensado para propagar el miedo entre la población. Cinco seguidores de ella también corrieron la misma suerte. Catalina se sentía amenazada de muerte porque el monarca deseaba su pronta desaparición. Catalina, que siempre fue muy valiente y orgullosa de su condición personal por ser la hija de los Reyes Católicos, hizo saber que si querían ejecutarla, que lo hicieran en público porque ella era una mártir.

El 4 de mayo de 1535 cinco religiosos que no aceptaban a Enrique como jefe supremo de la Iglesia anglicana por encima del papa fueron ejecutados en la Torre de Londres. Más tarde, a otras personalidades relevantes, como Fisher, Tomás Moro y Thomas Abel, les fueron dadas seis semanas como máximo para que reconocieran a Enrique como jefe supremo o de lo contrario sufrirían las consecuencias. Fisher, de 65 años, que se había quedado en los huesos tras catorce meses de prisión en la Torre de Londres, fue nombrado cardenal por el nuevo papa Pablo III.

Fisher, ya cardenal, rechazó la última oferta de Enrique para jurarle como jefe supremo de la Iglesia y fue ejecutado sin ninguna consideración. Enrique VIII envió la cabeza del recién nombrado cardenal al pontífice como respuesta. El 22 de junio del mismo año Tomás Moro corrió la misma suerte. Entre tanto, el emperador Carlos V estaba ocupado preparando la flota para la guerra contra el turco Barbarroja en Túnez. En la cabeza de Carlos estaba el asunto pendiente de su tía en Inglaterra, pero la tensión en el Mediterráneo tenía prioridad para la seguridad de Europa y no podía hacer nada para solucionar la situación límite de su tía. Catalina continuó mandando cartas.

El 10 de octubre de 1535 envió una carta a Carlos V y otra al papa pidiendo ayuda e informando que si el auxilio se demoraba ella moriría como mártir. Catalina y María estaban en peligro ya que Enrique, inducido por Ana Bolena, estaba decidido a aprobar la ejecución de ambas mujeres en el Parlamento.El 7 de enero de 1536 fallece Catalina después de permanecer varias semanas en cama. Según un testigo, Catalina tomaba cerveza de Gales en diciembre de 1535, bebida que se suponía contenía un veneno suave.

No hay ningún documento que confirme el envenenamiento. Una parte de los ingleses opinan que Catalina fue la causa de la separación de la Iglesia de Inglaterra de Roma porque si ella hubiera aceptado el divorcio, Enrique no habría roto la relación con Roma y hubiera continuado con la religión católica. En puridad, ella no fue ni mucho menos culpable. El auténtico promotor de la creación de la Iglesia anglicana fue Enrique VIII, y el motivo, el divorcio de su mujer para tener un hijo varón que fuera el heredero de la corona. Catalina fue la hija que más se parecía a su madre Isabel la Católica en tenacidad y carácter. Tanto a Catalina como a Isabel les tocó vivir un calvario en la última etapa de su vida.

En Inglaterra existen muchos libros sobre la vida de Enrique VIII, ya que fue uno de los más importantes monarcas de su país, y en ellos se habla de sus seis esposas. En realidad, la única esposa y reina fue Catalina de Aragón, que desempeñó el papel de reina consorte durante veinticuatro años, en tanto que las otras cinco mujeres estuvieron casadas con Enrique solamente durante diez años en total. Es decir, que Catalina fue la única esposa propiamente dicha y las otras fueron casi amantes pasajeras, ya que a cada una solo le correspondió una convivencia media de dos años con el rey.

Los ingleses de hoy no aprecian tanto a la reina Catalina como lo hicieron en el reinado de Enrique VIII. Sin embargo, Isabel I, hija de Ana Bolena y Enrique VIII, es considerada como la reina más destacada y querida. ¿Quizá porque antes Inglaterra era católica y ahora no? El orgullo inglés no quiere reconocer que la española Catalina fue la reina más querida y competente del reinado de Enrique VIII. No se entiende bien por qué Catalina dedicó su vida al bien de Inglaterra y de su esposo y por qué nunca hizo nada en contra de Inglaterra.

Catalina estaba enterrada en la catedral de Peterborough como princesa, no como reina, pero en 1930 la reina María de Teck, esposa del rey Jorge V, sustituyó el título de princesa por el de reina. Recientemente, gracias a la promoción de los vecinos de Peterborough y el apoyo de la reina Isabel II de Inglaterra, fue colocada una gran placa que reza:

«KATHERINE QUEEN OF ENGLAND»,

delante de la tumba, lo que demuestra el reconocimiento a Catalina de Aragón como reina legítima querida y respetada por el pueblo inglés.

Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es

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Bibliografía

Personajes del siglo xv, Orígenes del Imperio español ISBN978860690399

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