La fotografía que ilustra nuestra entrada representa una de las contradicciones propias y típicas del independentismo aldeanista que llenó antes de ayer las calles de Barcelona: “Catalonia is not Spain”. En inglés, claro. Y con el mensaje cristalino: No somos españoles. No se sabe muy bien qué es lo que quieren ser, pero meridianamente transparente lo que no son: Nada que ver con el país tercermundista que tienen al sur, y al oeste, por cierto. Los catalanes, que jamás fueron reino independiente en la historia de España, a diferencia de Aragón o Asturias, se autoerigieron en adalides de la libertad por reclamar su independencia, haciendo bueno a Aznar cuando afirmó que hay dos Europas: La de Kosovo y la del euro y que cada uno debe escoger cual de las dos prefiere. El Sr. Mas reclama la minucia de algo más de cinco mil millones de euros para su autonomía, y después que se le deje en paz, independiente o no, con el dinero de todos los españoles. en el fondo, el cáncer que corroe a este país, son las diecisiete comunidades que generan un enorme retraso administrativo, duplicidad en servicios y gestiones públicas y suponen un gasto inasumible de cargos políticos, haciendo bueno el dicho de que por estos pagos patrios hay más jefes que indios. El negocio de la política, profesión que exige poco esfuerzo y suele resultar extraordinariamente bien pagada, se le escapa de las manos a D. Arturo, con aire de senador norteamericano, que lidiará con el toro del independentismo que defiende pero tampoco quiere, por eso de que la vaca gorda siga dando leche abundante. El trabajo le exige bailar en la delgada línea roja, pero ahora el pueblo va a exigirle algo más que buenas palabras.