Cataluña, de mas a menos y a nada

Publicado el 12 febrero 2014 por Joseluisortin
El farol catalanista de Mas y compañía, cuan barril explosivo amenazante, tan egoísta como inoportuno pero heredero legítimo de la burguesía nacida al albur del extinto viejo imperio español, ya perdido hasta en la memoria de los españoles actuales; empieza a desinflarse como globo pinchado.
El material explosivo y la realidad
Con la madera independista de los teóricos e irredentos republicanos de izquierda catalanes, la dinamita de sus sufridos ciudadanos expoliados por el malandro tripartito del supuesto pacto progresista de izquierdas y mal gobernados por los herederos de aquellos tres por cientos que denunciara un reculado Maragall, en la cumbre de su fama; y la mecha de esos mismos niños bonitos de la más rancia aristocracia menor conservadora catalana: los ‘pujoles y lacayos tipo Mas’, ayudados por la torpe acción o la inanición cómplice de los mediocres gobernantes de España en la última veintena; aquél engendro separatista  ha ido cogiendo vuelos hasta alzarse como la sombra que amenaza a todo lo que suene a español.
Pero claro, la pela es la pela, y lo que se infla con el fácil y demagógico ‘España nos roba’ se desvanece con los riesgos económicos que tal desvarío conlleva. Algunos asistimos desde la barrera de nuestro cariño y orgullo de conciudadanos para con todos, pero también desde la seguridad respecto a que no nos hace falta Cataluña ni similares para nada, ‘ni el Cristo que la fundó’, que dirían en mi pueblo; al esperpento de unos cuantos mandamases ‘mucho barrados’, más cerca del choriceo más ignominioso que de la noble utopía de quienes son capaces de sacrificarse en aras de conseguir el bienestar de sus semejantes. Porque eso es lo que son, tanto quienes gritan desde sus burladeros o en la misma plaza de un modo interesado, como los que muñen desde los palcos para recoger luego lo que siembre el sacrificio ajeno. Y no digamos los frescos que les azuzan con una mano y negocian con la otra con los supuestos opresores: los que siempre ganan. Se trata de chupar del bote de cualquier manera, porque quien no llora no mama; y eso en el mejor de los casos.
Salvando, claro está, a los bien pensantes y honrados que creen de por sí, o les han convencido, de que la independencia catalana es lo más razonable para su tierra pequeña, porque han olvidado, y ahí está su pecado, que la de verdad grande es la de todos: España; y la apuesta más inteligente también. Una nación cinco siglos unida, como poco, pésele a quien le pese o lo diga quien lo diga; la más antigua de Europa, por simplificar.
Un camino inviable para roedores
Expuesto lo anterior, podemos entrar en el análisis de perjuicios puntuales, solidaridades  regionales mal diseñadas, eficacias y eficiencias colectivas diversas y muy diferentes, agravios comparativos, aportaciones  distintas y hasta injustas al bienestar común, divergencias culturales, mangancias institucionales varias y cara duras ilustres y menos para todos los gustos, etc., etc. Y sería un buen ejercicio planteárnoslas y obrar en consecuencia de sus conclusiones, pero querer salir del barco como ratas cuando la tormenta aprieta es sencillamente de miserables.
Dialogar sin nueces y siempre libertad
Tengo un gran aprecio por muchos amigos y conocidos catalanes de una y otra tendencia, más numerosos los convencidos de la bondad de su separación de España, y dialogo con ellos al respecto; pero siempre desde la racionalidad e incluso el respeto a los planteamientos contrapuestos. Pero no puedo decir lo mismo de quienes empujan a quienes mueven el árbol para recoger luego sus nueces con escasos riesgos, como definió tan alevosa como sinceramente Arzallus – señor para algunos e indeseable para muchos más -   en otro asunto aún más lacerante porque hubo demasiada sangre por medio.
Soy partidario de la libertad en su sentido más alto y amplio, pero respetando siempre la de los demás como la propia, y hay cosas que no entiendo desde mi racionalidad ciudadana. Y pongo sólo un ejemplo muy manido pero no por ello menos real y evidente.
Si mi lengua materna fuera el catalán, el gallego o el euskera, pongo por caso, defendería sin ninguna duda mi derecho y el de mis hijos a saberla, hablarla, estudiar y comunicarme en ella. Pero nunca a costa de que los demás no lo hicieran en la suya, aun en mi tierra chica, si fuera oficial y contribuyen con sus impuestos al sostenimiento común. Y esto es lo que ocurre en diversos territorios de eso que muchos llaman Estado español. Hay quien argumenta que es como consecuencia de que durante decenios se prohibió la normalización de la suya, pero precisamente porque esos tiempos ya pasaron no podemos caer en la misma discriminación. Y esto, con ser episódico, no es menos importante que cualquier otra cosa. Y, desde luego, explica bien a las claras lo que se pretende y el talante de quien lo procura.
‘Auténticos y esquinaos’
Dicho todo lo anterior, el espectáculo que ahora nos ofrecen unos y otros es cuanto menos indignante. Los ‘auténticos’ de Madrid amagando ahora con las tan discutidas balanzas fiscales territoriales, que siempre serán injustas porque contribuimos los ciudadanos y no las regiones pero que deberían saberse groso modo por todos; y los ‘esquinaos’ de la Generalitat buscando cabos donde agarrarse porque reconocen que el asunto se les va de las manos. ¿Y para tal viaje tan agujereadas alforjas? ¿Qué les ocurriría a unos y otros si viviéramos de verdad en un país libre y democrático? ¿Y si hiciera estos desaguisados cualquier irresponsable de tan impresentable catadura y tanto calado? ¿Se jugarían sus patrimonios en el empeño? Porque sus vidas tampoco; mejor las de los tontos útiles de siempre.
Ustedes mismos.