CATALUÑA PARA TODOS, por Miguel Camuñas

Publicado el 13 octubre 2017 por Catalega @Catalega
Estoy dejando este breve comentario, mientras se agolpan los acontecimientos sobre el tema que nos trae de cabeza, el independentismo de Cataluña. Me he quedado, o he querido quedarme en esa declaración de independencia abortada en sí misma.


Por muy bien que el gobierno de la nación quiera hacer su trabajo en favor de la unidad y la concordia, no deja de ser como un médico al que el enfermo no permite hacer su trabajo.
La filosofía inadaptada, el amparo en las leyes al servicio de esa ineptitud ansiosa de lucro y la mucha gente sometida al universal criterio debidamente propagado es ese coco que sirve para todo. De la amenaza solapada o la pintada callejera al pildorazo en Twitter para fomentar la jaqueca o prodigar el disparate contrario a la razón.
La megalomanía vulgar se esparce como semilla de césped desde Edipo a Kafka que lamentablemente ni con el final aciertan, porque el sentido moral que contienen no le pega nada al conjunto de los ciudadanos y resulta demasiado ridículo para ponerlos serios. Sin dudar de las buenas intenciones del proyecto inicial, he de decir que no queda mucho del verdadero humor de los Monty Python en este asunto tan alejado de las necesidades morales. Solo veo intereses por todas partes menos por una, el españolito de a pie.
Aunque de vez en cuando se ve algo en la calle o en las noticias que hace pensar a la gente que cuanto más cambian las cosas, más siguen igual. El dinero, el afán de medrar, el orgullo llevado al límite, la necesidad de buscarse la vida en tiempos difíciles, las opiniones sobre los extranjeros, los prejuicios, el tomarse la justicia por mano propia y la incultura aparecen continuamente, entre otros hilos universales como en muchas otras. El Conde duque de Olivares quizá lo resumió mejor que nadie, escribiendo a Santa Coloma tres meses antes del asesinato de este: “Verdaderamente los catalanes han menester ver más mundo que Cataluña”. Siglos más tarde, el poeta-imperio Rudyard Kipling se haría eco de esa misma idea con otra frase aún mejor puesta: “¿Qué sabe de Inglaterra quien solo conoce Inglaterra?”. Eso puede aplicarse a cualquier persona, de cualquier nacionalidad, ayer, hoy y siempre.