Catar tras el bloqueo

Publicado el 15 julio 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Si a principios del siglo XX alguien les hubiese dicho a las tribus nómadas de Catar que en menos de un siglo todos habrían abandonado su estilo de vida, basado en la pesca y la recolección de perlas, para vivir en rascacielos y conducir Lamborghinis, probablemente pensarían que esa persona había sufrido un golpe de calor. Sin embargo, así ha sido, y se lo tienen que agradecer exclusivamente al petróleo y al gas natural. De repente, una población de 300.000 habitantes se vio en posesión del mayor yacimiento de gas del mundo —compartido con Irán— y con varios pozos petrolíferos importantes en su pequeña península.

Principales exportadores de gas natural del mundo. Fuente: Enalytica

La lluvia de millones sobre el país lo transformó completamente y muy pronto se comprobó la necesidad de abundante mano de obra para gestionar tal cantidad de riquezas. Tanto es así que actualmente los cataríes conforman solamente el 12,5% de la población total del país, superados en población por los ciudadanos indios —que doblan a la población catarí— y nepalíes y a la par que otras nacionalidades, como Bangladés, Filipinas o Egipto.

El nivel de riqueza es tal que toda la población catarí goza de un salario fijo —de aproximadamente 25.000 dólares mensuales por familia— y tierras en propiedad por el mero hecho de tener la nacionalidad catarí. De igual manera, todos los negocios en Catar debían tener un 60% de participación catarí como mínimo hasta hace muy poco, cuando, debido a las dificultades comerciales que provocó el bloqueo de junio de 2017, el Gobierno catarí aprobó una ley que permite a inversores extranjeros tener el control total de determinadas compañías

Trabajadores expatriados: una masa heterogénea

En Catar conviven dos realidades completamente diferentes: la de los ciudadanos cataríes, llena de riqueza y actividades de ocio por todo el mundo, y la de los trabajadores expatriados, que están de paso en el país para ganar un dinero que no podrían ganar en sus hogares. Pero existen muchas diferencias entre estos últimos, especialmente en las condiciones generales de vida.

Mientras que un trabajador extranjero altamente cualificado, como un ingeniero o un piloto de avión, recibe un gran sueldo y disfruta de unas condiciones de vida bastante lujosas, la mayoría de los trabajadores en los sectores que más emplean a la población extranjera, como la construcción, el transporte, la hostelería o la atención al cliente, tienen que trabajar en unas condiciones muy duras —más de 1.200 trabajadores han muerto solo en la construcción de los estadios del Mundial de 2022— a cambio de muy poco. Además, Catar siempre se ha distinguido, como sus vecinos del Golfo, por tener tolerancia cero con cualquier tipo de organización sindical o política que no provenga de la familia real, y la amenaza del despido y posterior repatriación está siempre presente en casi todos los ambientes laborales.

Para ampliar: “Cuando los inmigrantes son mayoría: los Emiratos Árabes Unidos”, Alejandro Salamanca en El Orden Mundial, 2018

Los cataríes han aprovechado esta fuerza de trabajo para explotar todos los recursos de los que ya disponía y generar otros que no existían antes, como el transporte aeronáutico o la creación de centros financieros. La riqueza resultante es descomunal y da a los ciudadanos cataríes un crédito prácticamente inagotable para llevar a cabo las operaciones que deseen, algo que están aprovechando para reforzar e incrementar su influencia en la esfera internacional.

Cataríes de compras por el mundo

Las adquisiciones de los cataríes en el mercado internacional son muy diversas, aunque muchas se localizan en puntos que el Gobierno catarí considera de mayor importancia, como Europa. Catar ha desarrollado alianzas fuertes con varios actores relevantes en el panorama internacional que le han permitido resistir aislamientos como el provocado por el bloqueo saudí-emiratí, y ha sido gracias a la inversión catarí en varios sectores importantes en la economía mundial. Con el dinero obtenido de ser el primer exportador mundial de gas, Catar ha diversificado su economía hasta el punto de crear la Autoridad de Inversiones Catarí, un fondo de inversiones muy rico con participación en ámbitos tan diferentes como cadenas de supermercados, energía y electricidad o finanzas, pasando por el fútbol o la fabricación de coches.

A pesar de no llegar al medio millón de ciudadanos cataríes, se calcula que poseen activos por el mundo por un valor superior a 335.000 millones de dólares. Son el mayor accionista del grupo Volkswagen, compraron la marca italiana Valentino y el 10% de El Corte Inglés, además de participar en empresas energéticas tan importantes como Iberdrola o la rusa Rosneft. Las aerolíneas o el mercado inmobiliario han sido otros de los principales mercados de los cataríes, que se introdujeron especialmente en Europa con la compra del 20% de IAG —consorcio que engloba a Iberia o British Airways—, la mitad de Meridiana —actual Air Italy— o multitud de inmuebles en ciudades como Estambul o Londres.

Para ampliar: “La batalla por los cielos del Golfo”, Álvaro Conde en El Orden Mundial, 2018

Estas inversiones corresponden al deseo de los cataríes de controlar ciertos sectores estratégicos en la economía de terceros países y así poder ejercer presión sobre ellos cuando decidan sobre aspectos relevantes para la política catarí. Por ejemplo, la posición de Turquía en el conflicto catarí con los otros países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) no es casual: tiene mucho que ver con la inmersión catarí en la economía turca y la promesa de aumentar el comercio entre los dos países hasta por lo menos 5.000 millones de dólares anuales. Este incremento estará basado en la compra de comida y bienes de primera necesidad a Turquía, que fue la primera en abastecer a los cataríes y evitar una crisis alimentaria cuando sus principales proveedores —Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos— bloquearon a Catar.

La Torre Asia, en Singapur, fue comprada por la Autoridad de Inversiones Catarí al fondo de inversión BlackRock por 2.500 millones de dólares, una de las operaciones inmobiliarias más importantes del siglo. Fuente: Arabian Business

En el terreno financiero se puede apreciar otra de las maneras con las que Catar intenta aumentar su importancia en el mundo. El QNB (Banco Nacional de Catar) se ha convertido en un instrumento muy valioso para ganar poder e influencia en otros países y por ello el Gobierno catarí ha planeado una ambiciosa expansión que lo ha colocado entre los bancos más importantes en Egipto o Turquía, aparte de tener presencia en muchos otros países y regiones. Una muestra es cómo, a pesar del bloqueo, el QNB continúa operando en Egipto y teniendo una posición importante dentro de las finanzas egipcias, sin que el Gobierno de Al Sisi haga nada al respecto.

Sin embargo, no todas las compras de los cataríes responden a esta estrategia. Muchas no son más que arrebatos y caprichos para satisfacer sus ganas, porque quieren y porque pueden. La diferencia con cualquier ciudadano de a pie es que, en vez de comprarse el FIFA y simular que controlan un equipo de fútbol, compran directamente el equipo y a los jugadores que quieren ver y lo gestionan casi como un pasatiempo más. Casas de lujo, coches de fantasía, cenas en locales exclusivos… y, en general, cualquier gasto que se suele asociar a la gente rica, son fijos en el inventario de la mayoría de los ciudadanos cataríes. Obviamente, muchas de estas inversiones también tienen su carácter estratégico. Por ejemplo, Catar ha conseguido visibilidad gracias a sus patrocinios al FC Barcelona o a la propia FIFA y a ser propietario de equipos tan importantes como el Paris Saint Germain o el Málaga CF. Aun así, el objetivo principal de este tipo de adquisiciones es mostrar que está a un nivel igual o superior al de otras élites mundiales.

Para ampliar: “Estrellas de Oriente: la diplomacia deportiva en el golfo pérsico”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2018

La geopolítica catarí, un juego a dos bandas

Nada de esto debería distraernos del hecho de que los cataríes han demostrado que, más allá de divertirse y disfrutar de la buena vida, son muy capaces de conseguir los objetivos que se plantean, y por momentos se han movido como pez en el agua en la diplomacia y las relaciones internacionales. Hasta que se inició el bloqueo liderado por los saudíes, Catar gozaba de buenas relaciones comerciales y de amistad con Irán y la propia Arabia Saudí, potencias históricamente enfrentadas, y apoyaba a enemigos declarados de los Estados Unidos, como Hamas en Palestina o los Hermanos Musulmanes en Egipto, mientras albergaba la base militar más grande de los estadounidenses en la zona. Este juego a dos bandas no sentó muy bien ni a los saudíes ni a los emiratíes y el 5 de junio de 2017 decidieron bloquear todos los accesos a Catar por tierra, mar y aire junto a Baréin y los propios egipcios, a los que ya gobernaba un Al Sisi que debe a los saudíes gran parte de su ascenso al poder. Esto dejaba a Catar completamente aislado y bloqueado, a excepción de unos corredores que se abrieron por mar y aire para permitirle abastecerse.

En azul, el corredor por aire que se ha abierto para permitir el vuelo de las aeronaves cataríes. Fuente: Al Jazeera

La realidad es que la situación de Catar lo deja en una posición difícilmente sostenible a largo plazo, especialmente con sus países hermanos del Golfo. La necesaria buena relación entre Irán y Catar, obligada por compartir la propiedad del yacimiento de South Pars-North Dome —el mayor yacimiento de gas natural del mundo—, siempre va a ser un motivo de disgusto para Arabia Saudí, Emiratos o Estados Unidos, de los que Catar también depende para crecer.

Sus intentos por convertirse en una potencia regional independiente de Arabia Saudí y sus aliados, conseguida en parte al establecer un medio de comunicación tan importante a nivel internacional y regional como Al Jazeera o siendo anfitrión del Mundial de fútbol de 2022, no ha sentado nada bien entre las monarquías vecinas, pero Catar las está sustituyendo progresivamente por sus nuevos socios, como Turquía o Irán, sus mayores proveedores de comida actualmente. Un paso que tampoco deberían descuidar sus vecinos saudíes, ya que, si Catar desarrolla y consolida sus relaciones con la alianza ruso-iraní y abandona el bloque del CCG, el mapa político de la región puede verse muy afectado. Hay que recordar que Rusia, Irán y Catar son el segundo, tercer y cuarto productores de gas natural del mundo, solo superados por Estados Unidos

El futuro de Catar

Catar ha sabido usar con maestría su soft power —‘poder blando’— en muchas ocasiones ofreciéndose para mediar y albergar todo tipo de eventos, como los mundiales de ciclismo y fútbol o las rondas de Doha de la Organización Mundial del Comercio en 2001. Pero querer ser el amigo de todos y no esperar compromisos a cambio no ha terminado saliéndole del todo bien. Arabia Saudí quiere que Catar vuelva al rebaño, a un CCG dirigido por ellos, y así lo demuestran las 13 condiciones que impusieron a Catar para eliminar el bloqueo. Estas demandas incluyen varios puntos que Doha nunca aceptará —salvo que la situación cambie drásticamente—, como el cierre de Al Jazeera o de la base militar turca, por lo que Catar ha llegado a un cruce de caminos en el que debe decidir quiénes son sus socios y qué ruta quiere seguir.

Por un lado, parecen estar decantándose por formar una alianza fuerte con Erdoğan e incrementar sus acuerdos comerciales con Irán y otros países árabes y europeos, y han conseguido mantenerse sin mayores problemas tras el bloqueo de sus vecinos. Sin embargo, tener bloqueado el acceso y el comercio con casi todos los países vecinos no es una situación sostenible a largo plazo, especialmente para un país con las características geográficas de Catar. Ya se empiezan a apreciar signos como la depreciación de su moneda, uno de los objetivos que perseguían algunos países como Emiratos al bloquear a Catar, y la inflación provocada por las nuevas importaciones turcas e iraníes, más caras que las provenientes de Arabia Saudí o Dubái.

El conflicto no ha escalado desde el día en que empezó, pero tampoco se ha suavizado. Las dos partes parecen estar conformes con la situación tal y como está; ninguna quiere ceder lo más mínimo, aun con la duda de la sostenibilidad catarí si esta situación se prolonga mucho tiempo. La otra opción es seguir adelante con Turquía y el resto de sus nuevos socios, una opción que será un poco más viable cuando acabe la construcción de las nuevas rutas terrestres entre Turquía y Catar vía Irán. En este camino, el de la continuación del conflicto diplomático, juega un papel vital el Gobierno de los Estados Unidos; bien lo saben los cataríes, que, desde que Trump los acusara de financiar y apoyar al terrorismo, han comenzado una campaña lobista para limpiar su imagen en EE. UU. que ha acabado con el propio Trump alabando al emir de Catar en la Casa Blanca por sus esfuerzos contra el terrorismo

La aceptación de Estados Unidos es básica para la supervivencia de Catar en la situación actual, no solo porque alberga la mayor base estadounidense en la región, sino porque Arabia Saudí y sus aliados tienen a los estadounidenses como sus mayores socios comerciales y militares y seguramente no emprenderán mayores medidas contra Catar sin contar con su aprobación. Aun así, Doha tampoco debería confiar en exceso en ello, vista la volatilidad del presidente Trump y su equipo, que en menos de un año pasaron de llamarlos terroristas a calificarlos como uno de los mayores aliados antiterroristas, sin motivos aparentes en uno y otro caso.

El emir de Catar, Tamim bin Hamad al Thani, y Donald Trump en una reunión en 2017. Fuente: Wikimedia

Entre tanta duda y cambios, lo único que queda claro tras el bloqueo es que Catar deberá abandonar su política de dobles alianzas en la región, ya que ninguno de sus vecinos se lo volverá a consentir. Los cataríes no tendrán problemas para mantener su nivel de vida gracias a sus reservas, pero seguramente no continúen siendo ese actor político que movía muchos hilos tras las bambalinas y se limiten a aspectos puramente económicos —si es que eso existe— con los que garantizar su supervivencia una vez los combustibles fósiles desaparezcan de su territorio. Hasta que ese momento llegue, Catar seguirá disfrutando del poder del gas y del petróleo, un poder que le permite tener la libertad de elegir su propia línea política sin afrontar todas las consecuencias derivadas de ello.

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