Dicen que el fútbol de selecciones es el más puro que hay, porque el que menos dinero participan los futbolistas. Puede ser, pero sí que existe, mediante las Federaciones, fuertes inversiones (cada una dentro de sus propias posibilidades) para presentar un equipo nacional competitivo sin descuidar las selecciones que juegan en categorías inferiores. Después de éxitos como los de España en distintas categorías o ver como las camadas de la selección alemana ilusionan para el futuro, este tipo de organización, unida a un buen dinero, puede ser la base para trabajar a largo plazo. Catar, ese pequeño país del Golfo Pérsico, tienen la ambición de situarse a nivel mundial. No para de sorprendernos con modernas edificaciones y, recientemente, con la concesión del albergue del Mundial de 2022, están acallando rápidamente las voces que señalan a su poderío económico para mostrar ingeniosas ideas como los estadios ‘desmontables’ o las ‘nubes artificiales’ que ofrecerán un mejor clima para la disputa del Mundial. Pero poco o nada se está hablando de Catar a nivel estrictamente futbolístico. La primera razón es, obviamente, que a pesar de su capacidad para captar estrellas mundiales en los últimos meses de sus carreras, la liga qatarí no es lo suficientemente potente como para tener cierto eco mediático. Tampoco gustó mucho al aficionado los intentos de nacionalizar a jugadores que ni tan siquieran habían pisado el país para tratar de crecer de manera antinatural, como se intentó en su día con Aílton, aquel goleador del Werder Bremen sin sitio en la Brasil de Ronaldo y Adriano. Para un país de poco más de medio millón de habitantes, tenemos que entender que es muy complicado el generar futbolistas de nivel. Así que la idea fruto del ingenio una vez más, ha sido encontrar el equilibrio entre la captación del talento y el crecimiento del fútbol, ya no sólo en Catar, sino en los países más pobres del continente negro, gracias al Proyecto Aspire.
El Proyecto Aspire nació tras el Mundial de 2006 y su objetivo es armar una escuela de tecnificación para ‘crear’, en principio, a los internacionales para el Mundial de 2018 (imaginamos que con la concesión del siguiente torneo, el Proyecto continuará). Su ‘red de ojeadores’ se extiendía principalmente por la zona del ‘África Negra’ junto a países con más tradición futbolística como Marruecos. En estos países el objetivo era buscar a chicos nacidos de trece años que demuestren talento para el fútbol. En este apartado, la academia qatarí se ha rodeado de buenos ‘asesores’: dirección alemana (Andreas Bleicher y Thomas Flock) y responsables deportivos con vinculación a la cantera del FC Barcelona como Josep Colomer o Pere Gratacós. Sólo hay que ver la buena salud de la inferiores de Alemania y del club catalán para ver que no andan muy equivocados. El trabajo fue titánico en su primer año: a lo largo de todo el continente se ojearon una cantidad cercana a los setecientos mil niños para, después de diversas cribas, quedarse sólo con veintitrés que entrarían en la academia. Y su llegada a Aspire fue mirada con lupa: el traslado se efectúa con toda su familia para facilitar su adaptación a esta nueva vida y, como siempre en estos casos, su formación académica será tan importante como la deportiva y personal. La idea fue un éxito y los campos de observación se han extendido a América (Guatemala, Paraguay, Costa Rica) y más países asiáticos (Vietnam, Tailandia). Cada año, los jugadores que no pasen los trece años y pases los distintos cortes, tendrán la oportunidad de tener una mejor formación durante cuatro años. Al alcanzar los diecisiete, deben decidir si pasan a un club de la liga de Catar o si vuelven a su país para probar fortuna allí. Aunque la intención original no es ‘quedárselos’, al ofrecer un futuro como jugador profesional, la elección podría ser la de jugar en Catar y para su selección. Aquí es donde nacería el debate de si Catar presentará en un futuro una selección ‘prefabricada’ en busca de su debut en un Mundial. Independientemente de esa discusión, lo que sí que se respira es que los profesionales que están trabajando en ello, sí que son coscientes de lo interesante de su labor: la capacidad de ojear en el fútbol base ‘menos conocido’ y formar con todos los medios al que podría ser el nuevo Drogba o el siguiente Messi.