Revista Viajes

Cataratas Kuan Si, una mini caravana por rutas laosianas…

Por Viajeporafrica

La excursión a las . cataratasKuan Si fue un evento que no terminábamos de concretar, pero que estuvo dando vueltas en el aire durante toda la estadía en Luang Prabangomo siempre d "Si ir en moto o no", "si teníamos ganas o no", "si valía la pena o no". C emasiadas preguntas complicaban un poco más la indecisión. Una mañana aplicamos el trámite para la visa de Vietnam y la realidad se hizo por demás evidente: si pasábamos más tiempo caminando por Luang Prabang se acrecentaba significativamente el riesgo de comprarnos tres remeras que digan "Yo estuve en Luang Prabang ", por lo que rápidamente decidimos que un poco de aventura no nos vendría para nada mal y reduciría los riesgos de teñirnos un mechón de rubio (en el caso de Vico de morocho). El gran Gonzalito Fudim se unió a la banda y salimos en una caravana a puro dedo por las apacibles rutas Laosianas.

Salir de la ciudad para alcanzar la ruta se hizo un poco más largo de lo esperado. Por suerte en algún momento una camioneta se apiadó de nosotros y nos llevó hasta la periferia. De todas maneras este primer aventón no duró demasiado, ya que cuando el conductor se dio cuenta que no teníamos ninguna intención de pagar, decidió abandonarnos en la primer estación de servicio. Era un dedo de no más de cuarenta kilómetros y teníamos todo el día por delante, por lo que no había necesidad de utilizar papelitos de colores. Desde allí logramos llegar hasta la ruta para entregarnos a esa hermosa sensación de no estar demasiado en control de nada; y como siempre sucede en estas situaciones, uno descubre que lo lindo de la vida llega siempre cuando menos se lo espera.

Digo esto porque el camino que se abrió entre dedo y dedo fue una de las experiencias más genuinas de esta pequeña estadía en Laos. Salir de la ciudad significó aventurarse hacia incontables pequeñas aldeas en las que se podía respirar Laos en su máxima expresión. La cultura estaba ahí, aislada de tanto circo inter espacial, dispersa en pequeñas comunidades a los costados de la ruta. No hacía falta concurrir a ninguna experiencia extraordinaria para sentirlo. Simplemente se podía absorber desde el ambiente, en la combinación de sonidos, en la disposición de las casas y en las expresiones de los niños que jugaban en las calles de tierras o entre las plantaciones. Pequeños campos semi poblados donde nadie hacía demasiado ruido y nada parecía estar moldeado por el tiempo.

Las personas que nos levantaban, aunque claramente entendían que nos dirigíamos hacia las cataratas Kuan Si, en general no hablaban inglés. Gente bastante simple, humilde y muy humana. Cuando llegaba el momento en que tenían que desviarse de la ruta, nos hacían señas con una sonrisa que había llegado el momento de bajarse. Suavidad por sobre todas las cosas. E n todo momento el l aosiano me pareció remarcablemente humano... un ser entrañable y ciertamente hermético, del que me llegaba constantemente la sensación que tenía mucho que aprender. Compasivos, tranquilos, observadores y con esa pureza de cero corrupción en el alma que transparentan a través del brillo de sus ojos. Los pocos contactos reales que tuve me llenaron de curiosidad, cuestionamientos y me regalaron añoranza y alegría... Hay un infinito manantial de poder detrás de cualquier sonrisa genuina.

En algún momento llegamos a las cataratas, que si no hubiera sido por el camino y por todo esto que les cuento, nada... Bastante bonitas, bastante bien, yo que sé, cataratas. No quiero menospreciar un evento tan especial y maravilloso de la naturaleza, pero no les encontré tanto de muy particular. Una mini selva muy coqueta en la que habían armado una especie de reducido parque de diversiones acuático, que consistía principalmente en algunas cuerdas atadas en los árboles y algunos animadores amenizando la función. El intenso celeste del agua resultó ser lo más bonito y remarcable del evento. Aunque el agua era por demás fría, el lugar a su vez era por demás húmedo y caluroso, por lo que la experiencia consistía en respirar profundo, sumergirse, templar el cuerpo, y disfrutar de ese típico chapuzón que despierta y reaviva.

Había muchos monjes, muchos borrachos, algunos osos, varios senderos por los cuales perderse un poco en los vericuetos de una muy bonita vegetación selvática, y cierta excitación juvenil desparramando adrenalina y alegría a los cuatro vientos. Todo era una gran y extraña combinación de factores poco compatibles o combinables entre sí. No sé qué más decir. Me invade el recuerdo la sensación de una especie de cortocircuito neuronal cuando reaccionaba que efectivamente estábamos en Laos, un país que sufrió una guerra absolutamente devastadora, y otro montón de violaciones históricas obscenas y recientes, que chocaba violenta y directamente con todo el despliegue del medio ambiente. Lo único compatible con Laos eran los laosianos, todo lo demás sobraba, empezando por nosotros y siguiendo por los pinamarenses.

El camino de vuelta de las cataratas tuvo la misma magia que el de ida. Fuimos saltando de vehículo en vehículo mientras asistíamos a una maravillosa puesta de sol en campo abierto. El campo estático, la ausencia de humanos y una sensación muy llena de soledad y aislamiento eran el condimento. A veces caminábamos solos, por momentos formábamos grupitos. Alguno sacaba fotos, y la charla cuando sucedía se hacía amena e interesante. La suavidad del campo nos moldeaba los modos. Justo cuando empezaba a apurarnos la noche, nos levantó el vehículo que sería el encargado de dejarnos en las puertas de la ciudad. Esos últimos kilómetros de vuelta fueron los que sirvieron para disfrutar del hecho de haber tomado la decisión correcta. Esa sensación que algo, por algún motivo, valió la pena, la energía y el esfuerzo.

Sólo restó ir a comer un poco de algo, relajar de la pequeña aventura, y empezar a imaginar la salida hacia Vietnam. El tiempo nos empezaba a correr un poco en contra por un par de sucesos que surgieron durante la estadía. Luang Prabang y su particular forma de ser. La descontextualización de su esencia hace un ruido enorme. Por momentos grita, por momentos se lamenta, y por momentos se abusa y se aprovecha. Un lugar que no tengo la menor idea cómo llegó a parecerse tanto a Pinamar. En fin, hasta el próximo capítulo... Lo esperamos, y como siempre, gracias por leer.


Volver a la Portada de Logo Paperblog