Catástrofe

Por Hijosdeevayadan

La hemos visto acercarse la semana pasada con los dos primeros temblores de tierra que sufrió la localidad murciana de Lorca y que nos ha dejado historias de héroes anónimos, como Toñi Sánchez, ama de casa de 38 años, que dió dos veces la vida a sus hijos de 3 y 6 años.

Reflexionaba sobre ella Miguel Manyez desde Salud con cosas, casi de forma premonitoria, trayendo a colación el estudio Media Coverage and Charitable Giving After the 2004 Tsunami, en el que se analizaron las relaciones entre la cobertura en prensa de una catástrofe y las donaciones que se realizaron (con el ejemplo de lo sucedido tras el tsunami de 2004). En dicho estudio se constató que:

  • Un minuto adicional de cobertura televisiva de la catástrofe en las noticias de la noche incrementa las donaciones un 13,2% sobre la media diaria.
  • Un artículo de 700 palabras en un medio escrito de máxima difusión (tipo The New York Times) implica un aumento en las donaciones del 18,2%.

Y casi a al par tengo noticia de un artículo recientemente publicado en Anales de Pediatría el pasado mes de abril con el título Situaciones de catástrofes: ¿qué debemos saber y hacer?, escrito por dos compañeros que trabajan en el Hospital San Juan de Dios. En dicho articulo se abordan las catástrofes en general y sus diferentes tipos, las peculiaridades físicas y psicológicas de los niños, el papel del pediatra en los desastres, las fases de manejo de las catástrofes y por último, la planificación en los centros sanitarios.

Los autores parten de la definición de catástrofe (o desastre) como aquella situación o evento que supera la capacidad de respuesta local, pudiendo ser de origen natural o tecnológico/producido por el ser humano, y son consideradas, en función del número de víctimas -vivas o muertas- como menores (25-100), moderadas (100-1000) o graves (más de 1000).

En relación con las características diferenciales de l@s niñ@s en las catástrofes, estas diferencias pueden clasificarse en:

  • Diferencias anatómicas:
  • menor tamaño, lo que l@s hace más vulnerables ante un único traumatismo y aumenta el riesgo de deshidratación y hemorragia.
  • piel más delgada y menor tejido celular subcutáneo, aumentando la vulnerabilidad ante la hipotermia, los agentes corrosivos y los absorbidos por vía cutánea.
  • Diferencias fisiológicas:
  • mayor frecuencia respiratoria, aumentando vulnerabilidad ante la inhalación de toxinas o gases (frecuentemente más peados que el aire y, por tanto, más acumulables a ras de suelo, siendo más fácilmente absorbidos por l@s niñ@s).
  • Diferencias mentales:
  • dependencia absoluta para satisfacción de necesidades básicas (alimentos, agua, protección y seguridad) y probable incapacidad para escapar de forma autónoma de la catástrofe.
  • trastornos de ansiedad y estrés postraumático en igual o mayor intensidad que las personas adultas.

El/la profesional de la pediatría, conociendo estas peculiaridades, ha de jugar un papel relevante a) manteniendo actualizados sus conocimientos de maniobras de reanimación cardiopulmonar; b) participando en la elaboración de planes de contingencia comunitarios; c) tomando parte en la formación de equipos extrahospitalarios de intervención; y d) conociendo los planes de contingencia para la eventual intervención en tareas de triaje, atención y/o traslado a potenciales víctimas (menores o en edad adulta).

Las fases en el manejo de las catástrofes serán de 1) planificación, 2) respuesta, 3) recuperación y 4) análisis y aplicación de lecciones aprendidas.

Finaliza el artículo con los principios básicos y los puntos clave en la elaboración de los planes de catástrofes.

Buena lectura,