Catedral de estocolmo

Por Orlando Tunnermann

Antes de llegar al lugar que anuncia el enunciado, valga la cacofonía (disonancia poco armoniosa de las palabras ), he hecho una parada ante la fascinante plataforma elevadora Skyview Globe, en el recinto del Ericsson Globe Arena, que es el edificio esférico más grande del mundo. Tiene un aspecto muy lunar este módulo, donde te metes junto a un máximo de 14 personas para disfrutar de Estocolmo a 130 metros de altura. En realidad la sensación es muy placentera, para quienes puedan ya columbrar (ver) en esta actividad riesgos de pánico, claustrofobia o vértigo. El trasunto lunar (paradigma, ejemplo, algo parecido a), que como digo es una gran esfera acristalada, va ascendiendo muy despacio, con el fin de que disfrutes de las panorámicas y puedas hacer fotos sin prisas. Si te animas, tienes que coger el metro, línea verde, y bajar en Globen con dirección a Hangsatran. Bien, una vez que has llegado a esa altura donde planean los vencejos y las gaviotas, para darle un toque más explícito de altitud, el vanguardista elevador se detiene un rato. Hay un asiento en la esfera, por si asomarte a los ventanales te produce un pavor incontenible. En realidad, todo el trayecto, ida vuelta, no pasa de los veinte minutos. El complejo donde me hallo, que es bien futurista, acoge eventos deportivos, o musicales como, el año pasado, el festival de Eurovision. El precio para subir en la esfera es de 150 coronas.





CATEDRAL DE SAN NICOLASMucho más barata la entrada que en el Skyview Globe: 2,50 te soplarán para visitar la catedral. Desde la estación de Gamla Stan, también se puede llegar en los autobuses 2,3,43,53 o 55, me he plantado ante la bella iglesia que reformara en el año 1740 Johan Eberhard. Antiguamente gótica, ahora barroca, está construida en ladrillo visto y posee una prolija decoración y enseña (marca, lo que la define) característica del estilo ampuloso y sobrecargado que describe el barroco. En esta línea, abusando de dorados tonos, es una pasada el altar negro. También te deja pánfilo la escultura de madera tan heroica de Berndt Notke, 1489, con ese intrépido San Jorge enfrentándose al dragón. Si quieres ir al baño, aprovecha que aquí dentro hay.



Cambio de templo sagrado para "encomendar" mis pasos hacia la iglesia alemana o de Santa Gertrudis. Está dedicada a esta beata. Merece la pena. También de ladrillo, se erige en estilo gótico y es difícil esquivar la mirada del precioso reloj negro con agujas doradas y su torre de capirote verde. Estoy en Svartmangatan 17-23 y pasa ante mis ojos un volumen copioso de feligreses y turistas. Es de gran relevancia el soberbio órgano histórico de Ackermann, año 1884. Si bien no es de grandes dimensiones, en tan reducido espacio hay lugar para el asombro cuando izas la mirada y te sobrecogen las vidrieras, pinturas y las "vestimentas" barrocas que la ornamentan.