Según lo anterior, después de ser transformadas, todas las cosas que hubieran ido a parar a una de nuestras bandejas de entrada deberían haber sido etiquetadas como basura, información, material de apoyo o referencia, posibilidades en incubación, resultados o acciones.
De todas las categorías anteriores, la más importante es la de resultados, que en GTD pueden ser de varios tipos. Los resultados son lo más importante porque suponen el nexo entre el control y la perspectiva. Una organización correcta de tus resultados te permitirá integrar de forma efectiva estos dos elementos claves en GTD. Cuando lo consigas, el corto, medio y largo plazo coexistirán de forma armoniosa y tus áreas vitales se equilibrarán.
Si utilizamos el criterio perspectiva como guía para recorrer los distintos tipos de resultados en GTD, el nivel de mayor perspectiva correspondería al propósito. El propósito es lo que dota de sentido a tus acciones. Cuando quieres mejorar tu productividad personal, lo haces con un propósito. Para la mayoría de las personas, el propósito final es ser felices. Sin embargo, como comenta Paz Garde en este fantástico post, “ser felices” es algo demasiado ambiguo como para ser utilizable con fines prácticos.
Resumir en una frase qué haces, cómo lo haces y para qué y para quién lo haces, te ayudará a tomar conciencia de lo que es realmente importante y tiene sentido para ti. Además, contar con esta frase te resultará útil para tomar decisiones, inspirarte y motivarte.
¿Dónde guardar esta frase? La decisión es muy personal pero debería ser un lugar fácilmente accesible para poder acceder a ella rápidamente siempre que lo necesites.
El propósito suele incluir tus valores. Aún así, puedes querer tener una pequeña lista con todos ellos para consultarla cuando creas oportuno. Al igual que ocurre con el propósito, cómo organizar tu lista de valores es una decisión muy personal y el único requisito que debe cumplir es que esté fácilmente localizable.
El siguiente tipo de resultado en GTD es la visión. Como su propio nombre indica, la visión es una imagen del futuro que nos sirve como referencia. Toma tu frase de propósito e imagina qué aspecto tendría el futuro a largo plazo si esa frase se estuviera cumpliendo plenamente en cada una de tus áreas vitales. ¿Lo ves? Pues ya tienes tu visión.
El siguiente nivel de resultados lo constituyen las metas y los objetivos. Las metas son la forma coloquial de expresar tus deseos, es decir, qué te gustaría lograr en tus diversas áreas de responsabilidad. Las metas son útiles para expresarnos pero poco operativas a la hora de pasar a la acción. Para eso están los objetivos. Cuando tomas una meta y la concretas, la conviertes en un objetivo. Un objetivo bien formado debe ser S.M.A.R.T., es decir, específico, medible, alcanzable, realista y acotado en el tiempo.
Los objetivos en GTD son equivalentes a lo que comúnmente se llama proyectos. Se caracterizan por ser resultados a largo plazo y generalmente están formados por una serie de resultados más sencillos, que en GTD se llaman precisamente proyectos, y a los que la gente suele llamar habitualmente, y de forma errónea, tareas.
El siguiente nivel de resultados lo forman las áreas de responsabilidad, también conocidas como áreas de interés, áreas vitales o centros de atención. Además de tu trabajo, está tu familia, tus amigos, tu ocio, el deporte, la salud, tu casa, las relaciones con otras personas, tu papel en la sociedad… Tus áreas de responsabilidad o de interés son aquellas facetas de tu vida que compiten por tu atención.
Mi sistema GTD está estructurado en torno a estas áreas. Eso me facilita poder equilibrarlas, repartiendo de forma adecuada mi atención entre todas ellas. Al igual que todo lo anterior, la forma de organizarlo depende de cada persona, siendo lo más importante poder acceder rápida y fácilmente a ello siempre que sea necesario.
Entrando ya en la parte más operativa, tenemos los proyectos. Más del 90% de lo que la mayoría de la gente llama “tareas”, son en realidad proyectos ya que, según GTD, proyecto es cualquier resultado que requiere más de un paso para lograrse. Esta es una idea que suele causar bastante extrañeza al principio, porque en el lenguaje coloquial un proyecto suele ser algo más complejo (lo que en GTD llamamos objetivos).
La mayoría de las personas puede tener entre treinta y cien proyectos activos. Tener organizados todos estos resultados en una lista de proyectos resulta extremadamente útil para que todos ellos avancen sin rezagarse ninguno. Además, revisar esta lista de proyectos durante tu revisión semanal es una forma rápida y sencilla de contar con una visión global de todos tus compromisos.
Por último, en “Haz que funcione”, David Allen incorpora un elemento nuevo que no aparece en libros anteriores: la lista de resultados que esperas de los demás. Esta lista sirve para separar los resultados delegados de las acciones delegadas. En mi opinión, esta nueva lista no tiene demasiado sentido, ya que no soluciona el problema que plantea la lista de proyectos al revisarse únicamente una vez a la semana. En mi experiencia, es mucho más útil usar dos listas “a la espera”, una de revisión diaria y otra de revisión semanal, que usar una “lista a la espera“ de resultados y otra “lista a la espera” de acciones, y seguir revisando ambas únicamente una vez a la semana.
El resumen de todo lo anterior es que, desde el punto de vista de la organización, lo único indispensable es que utilices una lista de proyectos, es decir, de resultados. Porque, en realidad, cómo organices tu propósito, valores, visión, metas y objetivos o áreas de responsabilidad es accesorio. Lo que sí es importante es que tengas muy claro cuáles son.
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