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Piensa en un mundo donde la causa y el efecto son erráticos. A veces la primera precede al segundo, a veces éste es el primero. O tal vez la causa está siempre en el pasado y el efecto en el futuro, pero el pasado y el futuro están entrelazados.
La vista desde la Bundesterrasse es sorprendente: el río Aar abajo y los Alpes berneses arriba. Justamente ahora está allí un hombre que vacía distraído sus bolsillos y llora. Sin motivo, sus amigos lo han abandonado. Nadie lo llama, nadie sale a cenar con él, nadie lo invita a su casa. Durante veinte años ha sido el amigo ideal de sus amigos: generoso, atento, afectuoso, amable. ¿Qué puede
haber ocurrido? A una semana de este momento en la terraza, el mismo hombre se conduce como un ser insoportable y tacaño, que insulta a todo el mundo, viste ropas malolientes y no permite visitas en su apartamento de la Lau-penstrasse. ¿Cuál ha sido la causa y cuál el efecto, cuál es el futuro y cuál el pasado?
En Zurich, el Consejo ha promulgado recientemente leyes estrictas. No han de venderse al público armas de fuego. Deben efectuarse auditorías en los bancos y comercios. Todos los visitantes, tanto los que vienen en barco por el río Limmat como los que llegan por la vía férrea de Selnau, deben someterse a registro para evitar el contrabando. Se duplica la policía militar. Un mes después de la adopción de estas rigurosas disposiciones, conmocionan la ciudad los peores crímenes de su historia. Se cometen homicidios a la luz del día en la Weinplatz, se roban cuadros de la Kunsthaus, se bebe alcohol en los bancos de la Münsterhof. Estos actos criminales, ¿no están desplazados en el tiempo? ¿O acaso las nuevas leyes han sido la acción y no la reacción?
Una joven está sentada junto a una fuente en el Botanischer Garten. Viene todos los domingos a aspirar la fragancia de las violetas blancas, las rosas almizcladas, los macizos de alelíes rosados. De pronto su corazón se agita, camina ansiosamente, se ruboriza, se siente feliz sin motivo. Días más tarde conoce a un hombre y se enamora. ¿Acaso ambos acontecimientos no están conectados? Pero ¿por qué extraña conexión, qué torsión del tiempo, qué lógica invertida?
En este mundo acausal, los científicos son impotentes. Sus predicciones se convierten en posdicciones. Su lógica se hace ilógica y sus ecuaciones se convierten en justificaciones. Se irritan y murmuran como jugadores que no pueden dejar de apostar. Los científicos son bufones, no por ser racionales sino porque el cosmos es irracional. O, quizá, no porque el cosmos es irracional sino porque ellos son racionales. ¿Quién puede saberlo en un mundo acausal? En este mundo los artistas son felices. La imprevisibilidad es la vida de sus pinturas, su música, sus novelas. Les encanta lo imprevisto, los hechos retrospectivos, sin explicación.
La mayoría de las personas han aprendido a vivir en el momento. Se afirma que si el pasado tiene efectos inciertos en el presente, no es necesario preocuparse por el pasado. Y si el presente tiene escaso efecto en el futuro, no es necesario medir las consecuencias de los actos en el presente. En cambio, cada acto es una isla en el tiempo y debe ser juzgado por sí mismo. Las familias no consuelan a un tío agonizante en espera de una probable herencia, sino porque lo quieren en ese momento. No se contrata a un empleado por sus antecedentes, sino por su buen sentido durante la entrevista. Los empleados maltratados por sus jefes reaccionan ante cada insulto, sin temor por el futuro. Es un mundo de impulsos. Un mundo de sinceridad. Un mundo en que cada palabra se dice sólo para el momento, cada mirada tiene un solo significado, cada contacto carece de pasado o futuro, cada beso besa lo inmediato.
(Alan LIGHTMAN, Sueños de Einstein)