Ha llovido…
El huerto estaba encantado de la vida. Creo que lo he oído cantar…
La pimienta de cayena sigue ahí, frondosa y fructífera… No sé cuándo acabará esto pero ya puedo ir pensando que hago con tanto picante: me liaré a hacer botellitas de aceite para regalar por navidad y seguiré investigando los supuestos y fantásticos efectos antiinflamatorios de este tipo de pimienta para ver si hago algún ungüento (sólo me falta un gorro de bruja –que por cierto, me encantan- y un caldero).
Orégano y Albahaca perfumando la atmósfera. Cuando hago las fotos, siempre acaricio la albahaca para dejar que su aroma prenda en mi cerebro.
La única lechuga que sobrevive, se ha venido arriba. Esto, en el mundo de la lechuga, no es bueno. Se ha espigado y dicen que cuando eso pasa, amarga.
Y finalmente, las guindillas.
Una muestra de un sistema vivo en el que la diversidad es la clave.
Mis guindillas son diversas. Año a año me lo demuestran…
El sistema les funciona.Cada una va a su bola y luce de manera distinta. Unas engordan, otras se alargan, algunas se curvan y también las hay que van para adentro, con el objetivo de formar un circulo perfecto.
A veces se enfadan y otras, se aman…
Hasta me sabe mal tenerlas que poner en vinagre…