Cayendo a pedazos: “The Walking Dead” 1ª Temporada. Entera en Ultramundo, aquí capítulo a capítulo.

Publicado el 06 octubre 2011 por Esbilla

The Walking Dead a trocitos. Una novedad televisiva de lo más atractiva en Ultramundo que, al menos es la intención de los responsables del invento, tendrá continuidad con otras series de ayer y hoy. Firmada junto a Miguel “Paperman” Díaz el objetivo es una panorámica sobre esta primera temporada del serial de la AMC en la cual el antedicho se encarga de la introducción, con apuntes comparativos entre las estéticas de la viñeta y las de la TV, y de un making of repletito de curiosidades mientras que un servidor repasa capítulo a capítulo las 6 entregas. Esa es la versión condensada qeu se puede leer aquí abajo. La completa, en esta dirección:

critica-de-walking-dead-temporada-uno.html

“Capítulo 1. Días pasados: Episodio piloto de duración ligeramente superior al resto y dirección a cargo del propio Frank Darabont,lo cual tampoco supone nada en concreto teniendo en cuenta el estilo más neutro que clásico del cineasta. Ostenta no poca dignidad b en su conjunto, perfectamente consciente de su falta de originalidad, afrontada no como una pega sino como un punto de partida válido desde el cual hacer despegar una propuesta mucho más lírica y humanista, también más blanda, que la del tebeo de origen. Frente a la sequedad rigurosa del blanco y negro opone el naturalismo de una fotografía solar y luminosa que se diferencia también del aire de pesadilla ominosa del original para preferir una cierta cotidianeidad extrañamente dulzona. Por esta puerta entran tanto aciertos -el logrado aire sentimental de la ejecución del cadáver que se arrastra por el parque, la incapacidad del hombre que acoge a Grimes de disparar contra su mujer zombificada- como fallas que irán abriéndose con el correr de los capítulos y que ya asoman aquí como los grandes problemas del producto: indefinición tonal, excesos melodramáticos, sobreabundancia de diálogo, mediocridad interpretativa, pobreza en al caracterización psicológica,….Así y todo el conjunto se resuelve con cierta elegancia y no faltan los aciertos en cabeza esa llegada a la ciudad de Atlanta a caballo, con su tono de western post-apocalíptico.
Capítulo 2. Tripas: Dirigido ahora por Michelle McLaren bajo guión de Darabont el estilo resulta más llamativo y enfático, siguiendo el tono luminoso y acrecentando la acción, terreno en el cual funciona con bastante solvencia. Por desgracia ya se recurren a trampas lamentables y el pactismo del producto queda penosamente expuesto. Grimes entra finalmente en contacto con los supervivientes de Atlanta y la desviación con respecto al material de Kirkman ya será plena, puede incluso decirse que, desde aquí The Walking Dead es un artefacto autónomo. El grupo está escogido según una representatividad pacata y ridícula: un hombre negro, un hombre hispano, un hombre asiático, una mujer negra y una mujer blanca, que rápidamente se verá atraída por el héroe (porque a estas alturas ya ha quedado claro que Grimes es un personaje de una pieza, sin dilemas morales ni claroscuros), todos personajes claramente positivos. Opuesto a ellos un hombre blanco, racista, sureño y machista, un tópico andante al que al menos interpreta el gran Michael Rooker, que con aparecer en pantalla ya deja en ridículo al resto del reparto. Es la obvia contrafigura de Grimes y no hay que dejar de lado el hecho de que él, un recién llegado al grupo, se haga rápidamente con el liderazgo del mismo gracias, precisamente, a una exhibición de violencia contra el otro macho-blanco-dominante. El resto se salda con fallos de raccord, intentos de humor negro, algún detalle aislado de puesta en escena, más acción y más discursos por parte de Grimes, a estas alturas ya un personaje insoportable.
Capítulo 3. Díselo a las ranas: Con Darabont dejando el guión en nuevas manos y con tercer director al cargo,Gweneth Horder-Payton, la serie cae rápidamente en la estética anodina y formularia, perfectamente intercambiable por cualquier otro producto de similares aspiraciones y sospechosamente parecido alo que comienza a prefigurarse como modelo: Perdidos (Lost). Más presentaciones para este tercer capítulo, uno de los problemas graves de una temporada constreñida en tan solo 6 entregas frente a la docena habitual y en los cuales, encima, nada relevante ocurre en términos de progresión y todo se dirime en plantear las relaciones entre los miembros del grupo, la mayoría nuevos pero otros viejos conocidos, lo cual facilita una de las escenas de reencuentro menos emocionantes y más planas que se pueda imaginar (y una de las pero filmadas también). Poco a poco se liman las aristas más desesperadas, brutales y perturbadoras tanto del relato como de la psicología y arco dramático de los personajes en favor de un río de tópicos. La cantidad de diálogo excede lo soportable y las interpretaciones flojean lastimosamente, en parte por la incapacidad de los intérpretes en parte por la pobreza de los personajes. La presencia del elemento zombie es testimonial y escasamente acuciante, buen empleo de los exteriores, ideales y calmos en contraste con la catástrofe presente, aunque esta idea de “ojo del huracán” nunca llega a aprovecharse.
Capítulo 4. Chicos: John Renk se encarga de poner en escena el cuarto episodio, escrito in person por el mismísimo Robert Kirkman y que quizás no es el peor pero si el más lamentable. Con la narración dividida en dos, por un lado Gimes y su grupo volviendo a Atlanta a buscar al bolsa de armas y a Merle, por otro la esposa e hijo de este y el resto de supervivientes en el campamento en el bosque, la tendencia del guionista, incluso en sus cómics, por el golpe de efecto y la deriva lacrimógena alcanza cotas difícilmente imaginables. También es probablemente el capítulo que más aciertos en cuanto a ritmo y narración acumula, por ello es más triste el modo de desperdiciarlos, planteando desde el principio una presencia más amenazante de los “caminantes”, cuya presencia debería ser latente, no necesariamente presente, y pocas veces resulta así. Las dos vías de acción tendrán diferentes resoluciones: anticlimática (y bochornosa) la de los pandilleros y finalmente sangrienta y “horrorífica” la de los supervivientes ya que finalmente sucede el ataque y hay algunas muertes, la mayoría anónimas, una forzadamente significativa a base de empeñarse en dar relevancia, machacona, a un personaje hasta el momento muy secundario. Kirkman (¿intencionadamente?) marca la distancia definitiva entre The Walking Dead cómic y The Walking Dead serie de televisión: mientras la primera es, parafraseando a J.G. Ballard, una exhibición de atrocidades (morales en primer término, físicas parejo), la segunda se empeña en beatificar a su héroes, inmaculados hasta el momento, y demostrar que en circunstancias extremas el hombre saca al final lo mejor de si. Discutible, cuanto menos.
Capítulo 5. Fuego Forestal: Si esta fuera la cara b de un disco la quinta canción equivaldría a la tercera de la cara a hasta el punto de semejar un cover. Nuevamente la trama se estanca entre secuencias alargadas con el fin de subrayar una emoción de pega (en gran medida por la ya alarmante bidimensionalidad de los protagonistas) y sobreabundancia de diálogos, progresivamente vacíos, plagados de lugares comunes y pomposos (de pompa). Formalmente relamido (un tal Ernest Dickerson se responsabiliza de su anónima puesta en escena), interpretativamente espantoso y dramáticamente cobarde. No solo al no atreverse a dar el primer giro salvaje hacia las profundidades de su original en papel (aquel que involucra a Shane y al hijo de Rick) sino que encima lo falsifica y tergiversa, liofilizándolo de manera vergonzante. Así y todo quedan algunas ideas sobre la naturalidad en medio del caos (ese hacer las cosas que hay que hacer) que por desgracia tampoco conocerán desarrollo alguno. En un imprevisto giro, resuelto con un tono elegante y misterioso de admirar, se introduce un nuevo espacio, personaje y género: una sofisticada instalación parcialmente bajo tierra, un solitario científico (excelente Noah Emmerich) y un tono cercano a la ciencia–ficción. Al menos es una novedad, aunque demasiado brusca, con respecto a un planteamiento reseco, agotado no por falta de posibilidades sino de talento para explotarlas.
Capítulo 6. TS-19: Con seguridad el peor episodio, capaz de meterse, sin sombra de sonrojo, en una espiral redentorista, casi místicoide, donde la vaguedad de conceptos y la sempiterna división en bien/mal y el merecer/no merecer vuelve a ser pasto de la ficción más vulgar, adocena, acercándose cada vez más peligrosamente al exploit poco enmascarado de la ya citada Lost. Abierto con un flashback que sustancia el intento de rescate de Rick, hospitalizado con una herida de bala al principio de la serie, por parte de su entonces compañero Shane, matizando ligeramente el único personaje con cierta densidad (por más que sea simulacro, mil y una veces visto, de densidad). Significa además el regreso de Darabont en labores de co-guionista, sin que ello signifique ninguna mejora sustancial aunque si aporte cierta unidad estilística. En coherencia al penúltimo episodio este finale se desarrolla con forma de capítulo sci-fi con mad doctor doliente dispuesto a inmolarse (e inmolar al resto del grupo de supervivientes) porque ha perdido la fe y el amor de su vida (sic.). Con los zombies formando parte del paisaje y sin suponer ninguna amenaza latente el capítulo vuelve a empantanarse en unas pretensiones claustrofóbicas que se revelan inanes por la nula fuerza de la puesta en escena (Guy Ferland es el amanuense de turno) y por, otra vez, la insostenible cantidad de palabrería. Sentimentaloide hasta lo indecible cuenta encima con una serie de intolerables pretensiones filosófico-reflexivas que a todas luces exceden el talento de los responsables del invento. Sobre el ausente sentido del suspense, la elasticidad del tiempo y los intentos de la épica de las emociones mejor no hablar. Un par de personajes sin ninguna significación vuelven a quedarse en el camino, a nadie le importan porque nadie se detuvo en desarrollarlos más allá del mohín. Para colmo de males el clímax se resuelve con una serie de alardes técnicos (léase FX digitalizados) por completo fuera de contexto.
Descartada de un principio la riqueza paranoica, apenas explorado el potencial apocalíptico que la emparentase con muestras mayores como Soy leyenda (Richard Matheson) o El día de los trífidos (John Wyndham), dejada de lado la posible relectura “romeriana”, rápidamente virado el rumbo con respecto al material que se supone adapta, tampoco había parecido acertar con la mezcla de drama intimista y terror del final de los días. The Walking Dead termina en esta primera entrega como un producto despersonalizado, razonablemente bien facturado desde fuera pero carente de pasión por dentro. Un muerto viviente en definitiva.” Más aquí