Cazador de Almas: La Profecía Capítulo 4

Publicado el 28 enero 2020 por Carlosgu82
Hola! Este es el capitulo 4. Para leer la historia desde el inicio, visiten mi perfil.

Secuestro
Mientras acomodaba algunas cosas encontró un libro sobre una tal Morgana, apenas lo tomó en sus manos comenzó a sentirse extraña, como débil, mareada.

Se sentó por un momento y pudo leer que era una bruja, inmediatamente miles de imágenes sobre guerras y muerte llegaban a ella así que asustada cerró el libro y se dispuso a salir de aquel lugar. Pero se sentía tan cansada que simplemente todo se desvaneció. No fue consciente de que su “amigo” rompía toda regla, casualmente impuesta por él y se materializaba justo a tiempo para sujetarla y evitar que se golpeara al caer.

Ambos estaban unidos por un lazo bastante fuerte y era capaz de sentir lo que ella. Por eso antes de que siquiera pudiese controlar su impulso, estaba literalmente materializado junto a ella.

La llevó a su cama y desapareció el libro. Quien lo había dejado ahí sabía que la afectaría de esa forma y no iba a permitirlo. Nadie iba a joderla más.

Había cosas…situaciones por venír  que serían confusas y difíciles de manejar. Pero había otras, como lo que hacía el libro, que estaban de más y eran innecesarias.

Elena despertó sintiéndose realmente mal, no había bebido una gota de alcohol pero sentía como si viviera la peor de las resacas. Decidió salir a dar una vuelta, quería comprar algo de comida y despejarse un poco.

El electricista estaba por llegar y eso la emocionaba pues quedaría todo listo. Según él, el daño no era grande, algunos fusibles quemados, remplazar algunos cables y ya.

Estaba llegando al pueblo cuando una camioneta negra empezó a seguirla. Pensó que quizás aquello era casualidad, no solo su casa estaba por esos lados. Sin embargo cuando esta golpeó su guardabarros y el auto se salió de la calle, supo que era algo más. La bolsa de aire se accionó y aunque salvó su vida, la golpeó fuerte. Le dolían las costillas.

Fue sacada del auto y puesta dentro de la camioneta. No tenía fuerza para quedarse despierta por lo que pedir ayuda a Charles quedó descartado. Antes de perder el conocimiento escuchó el aullido de un lobo. Al abrir los ojos notó que estaba amarrada a una camilla de metal. Las correas, cuatro en total; estaban en cada una de sus extremidades. Un hombre vestido como cirujano, se acercó  a ella. No llevaba nada en sus manos sin embargo cuando su palma tocó el muslo de Elena, la piel empezó a quemarse.

Sus gritos de dolor parecieron no incomodar a su captor, más bien parecía disfrutarlo.

—Llama a Charles. Pide su ayuda.

—No lo entiendo…

La mano entró en contacto con su piel nuevamente pero en el estómago. Elena no pudo evitar su grito agónico.

— ¡Llámalo!

—No sé de quién habla, si se refiere al dueño de la casa, no lo conozco. Sé de su existencia y asumo que habla de él pues no conozco a nadie más con ese nombre. La casa la adquirí gracias al alcalde y de Charles sé lo que decían las vecinas. Solo eso.

Durante una hora las torturas continuaron. De pronto perdió el conocimiento y al despertar se encontró en medio del bosque. Solo pudo balbucear una palabra antes de quedar inconsciente.

—Auxilio…

Charles apareció segundos después. Estuvo preocupado cuando la energía de Elena simplemente desapareció, incluso pensó que había muerto. Lo primero que notó fue que tenía quemaduras en varias partes de su piel.

Después al acercarse a ella recogió algo de la esencia del responsable y se juró hacerlo pagar de la misma forma.

Cuando Elena despertó observó a Charles a los pies de su cama. Se veía molesto. Tenía en su rostro una expresión tan fiera que quiso alejarse.

— ¿Viste quien fue?

—No. Seguía pidiéndome que te convocara, pero no quise.

—Las decisiones sobre seguridad, sobre protección…no son tu trabajo. No hubiese llegado solo.

—No tenía forma de saberlo. En todo lo que podía pensar era en ese maníaco atacándote.

—De haberme convocado no te hubiesen quemado más de 25 veces. Te he ayudado a sanar y no deberías tener problemas.

De pronto se quedó en silencio, luego sonrió viéndose aterrador. Supo de qué se trataba antes de que sucediera.

—Lo tienen, ¿verdad?

—Sí, mi informante ya lo ha interrogado. Nadie más sabía sobre su plan. Por lo que técnicamente puedes ir al pueblo. No será raro verte por ahí cuando se supone que deberías estar muerta pues nadie giró la orden de apresarte.

Incluso creen que deben mantenerte feliz pues si ocupas nuestra casa no podemos venir.

— ¿No estás molesto conmigo?

—Estoy furioso pues no me llamaste. Pero también comprendo que al enseñarte a luchar, te preparaba para eso. Fuiste valiente… estúpida pero valiente.

—Ayudó bastante el que no fuese una criatura cubierta de baba o algo parecido. ¿Pero cómo saben que no mintió?

—Mi informante tiene métodos y uno de ellos es meterse dentro de la mente de quien quiera. Ha revisado cada uno de sus pensamientos y ha encontrado las respuestas.

— ¿Y ahora?

Charles se sentó a su lado y le acarició con gentileza el rostro.

—Morirá por lo que te hizo.

En su voz no había ira, sonaba tan casual como si estuviese decidiendo si quería una o dos cucharadas de azúcar en su café. Elena se sentía conmocionada. Nunca podría acostumbrarse a esos niveles de violencia.

— ¿No hay otra opción? —Preguntó Elena—Por favor, Charles, trata de lavarle el cerebro o algo pero no lo asesines y si no hay otro remedio pues al menos cuando estés conmigo no te veas tan hambriento de sangre.

—La única…única razón por la que me puedes hablar así es porque te quiero. Te he cuidado desde niña y te he tomado cariño. También sé que todo esto es difícil y que para los humanos es difícil aceptar y procesar toda la violencia de mi gente.

—Hablas usando la palabra humano con desprecio. Si no eres humano… ¿Qué eres?

—Aún es pronto. Espera solo un poco más y conocerás mi historia.

—Sea lo que seas, no me gusta la forma en que das caza a personas como…

— ¿Quién golpeó tu auto, te llevó a una cabaña, te ató a una mesa y te infligió dolor? Ese era un monstruo Elena, no tenemos otra opción.

Los siguientes tres meses pasaron rápidamente. Pensando en compartir con el pueblo decidió hacer una fiesta de navidad. Charles la visitaba ocasionalmente, era común verlo en el taburete de la cocina mientras ella cocinaba.

Para descubrimiento de Elena comía bastante por lo que tuvo que empezar a comprar más comida. Y viviendo en un pueblo pequeño, rápidamente tuvo la visita de la esposa del alcalde.

Parecían haberse cronometrado ella y su esposo. Jenkins había llegado una hora antes con ganas de fisgonear, eso lo sabía Elena, pero él le aseguró que quería ayudarla con una pequeña filtración en el lavamanos del baño pues la había escuchado mencionárselo al de la ferretería.

Casi al mismo tiempo, Custos entraba a la cocina y se sentaba junto a Elena. Eso no disuadió a Jenkins de subir al segundo piso, pero le mantuvo aparte de Elena.

Margaret, a diferencia de Jenkins se sintió atraída por el lobo, pero Custos  le mostró los dientes y  fue a subirse al sillón de la sala. Margaret hablaba y hablaba y como estaba perdida en sus pensamientos, no escuchó lo primero que le dijo la mujer. Cuando le puso atención le dio tanto coraje que quiso aprovechar lo que la vida le daba. Si Margaret quería malinterpretar las cosas, pues no sería su culpa.

—Querida, espero que no te estés citando con hombres. Una mujer joven y guapa debe darse su lugar. Y además dejar a semejante perro entrar a la casa es vulgar y ordinario. Los animales deben estar fuera.

— Que dicha que no vivimos juntas, así mi forma de ser…vulgar y ordinaria no le va a afectar. Además debería instruirse, no es un perro sino un lobo. ¿Y asume que me veo con hombres porque…?

—Aumentaste tu compra a más del doble de productos y ahí en tu desayunador hay dos platos y dos tazas. Además hay una camisa de hombre en tu sillón… y es peor el que sea un lobo. Son peligrosos.

—Hasta el momento me cuida de visitantes no deseados.

—Espero que no hables de mí.

—Admito que me desconcierta esto de llegar sin avisar. Pero me refiero a ladrones.

—Y me imagino que interrumpo tu cita con… ¿cómo me dijiste que se llama quien está contigo?

—Nunca le dije con quién estoy y lo sabe.

Ya había escuchado que el alcalde venia bajando las gradas. Dos de los escalones crujían y en lugar de querer arreglarlo iba a dejarlo así.

Nadie podría subir sin que ella se diese cuenta. Así que empezó a comportarse nerviosa, tartamudeaba y fingía haber sido atrapada infraganti.

Y como cronometrado a la perfección, Jenkins bajaba sudado y sin camisa diciendo…

— ¡Cuando entramos a tu habitación no me imagine que sudaríamos tanto!

¡Y la cara de la vieja metiche!!! Eso valía cada necedad de la mujer.

— ¿Qué significa esto, William Andrew Jenkins? ¿Qué hacías en su cuarto?

¿William Andrew Jenkins? Ni en mil años hubiese averiguado tal nombre.

—Hacíamos, Elena y yo. ¿Cómo podría hacerlo solo? ¿Verdad Elena?

El rostro de Margaret era de no creer. Y al verla así el alcalde se transformaba y pasaba de un hombre ecuánime a un gatito recién nacido en manos de su esposa.

La mujer estaba totalmente roja, Elena tenía tiempo de no divertirse tanto. Aquello enojaba aún más a la odiosa Margaret.

Viéndose sorprendida, siguió alentando los dobles sentidos. Jenkins no parecía comprender lo que pasaba.

—Su esposo y yo estuvimos juntos cerca de media hora. Luego vine a preparar café, bebimos una taza y luego subimos un rato más. Me atrapó usted toda agitada y sudorosa pues venía del segundo piso.

La chismosa dejó la casa y Elena siguió actuando como si no entendiera nada.

—Disculpa a mi mujer. Quizás olvidé que debíamos ir a hacer compras.

—Gracias por venir. Si no le molesta quisiera descansar un rato. Discúlpeme con su mujer, aunque no sé porque se veía tan molesta.

—Descuida.

Unos minutos después de que se fue, Charles apareció en la cocina. Se veía algo intrigado. ¿Alguna vez le había visto reír?

—No te imaginé capaz de semejante broma.

—La cosa es saber si tú las haces.

—No entiendo el humor humano. Nunca quise hacerlo. Los humanos bromean y actúan de forma despreocupada sin ser conscientes que deberían aprovechar cada segundo de sus vidas. Mueren con facilidad, se les elimina con facilidad….

Elena se estremeció, Charles era amable pero realmente peligroso y cuando empezó a servirse de comer comprendió que era el fin de la charla. Era una criatura compleja. No era humano así que no era capaz de sentir culpa o remordimiento. Custos apareció en ese instante y Elena comprendió que iba a protegerla de quien fuera, incluido Charles.

Este al ver al lobo empezó a escanearlo, tratando de ver si era alguien de quien tuviera que ocuparse sin embargo en la mente del lobo no encontró nada fuera de lo común.

—Preséntame a tu amigo. Los lobos son territoriales y si me presentas no debería tener problemas para regresar.

—Le llamo Custos.

—El guardián. Un nombre apropiado.

Pocos minutos después, Custos estaba sentado a los pies de Elena, mientras esta le contaba a Charles sobre el incidente con Jenkins.

—No sabía sobre las inclinaciones pervertidas de Jenkins. Me alegra ver a Custos a tu lado. No sé qué tan bueno sea cuidándote de entes demoniacos, pero me quedo más tranquilo si sé que te cuida de humanos como Jenkins.

La organización de la fiesta de navidad iba viento en popa. Decoró todo con ayuda de Charles y luego este se marchó. Nadie podía verlo, no aún.

A las 8:00 p. m. sonó el timbre, poco a poco empezaban a llegar, el miedo era palpable, se desbordaba a más no poder. Estaban aterrados, lo examinaban todo buscando algo paranormal.

Las primeras tres horas transcurrieron de manera normal, hasta llegaron a sentirse a gusto y por un momento Elena llegó a pensar que sería un éxito, pero entonces la luz falló, las paredes crujieron y el ambiente se puso denso.

Margaret era todo un personaje. A Elena le había divertido recibir una llamada de la mujer disculpándose por haber malinterpretado todo. Pero sin lugar a dudas era una vieja petulante. De constitución robusta, con su cabello gris acomodado en bucles bajo un espantoso sombrero lleno de plumas, se pavoneaba como si aquella fuera su casa.

Al igual que la secretaria de su esposo, usaba una enagua ajustada a más no poder y unos diminutos zapatos. Vaya moda —pensaba Elena—, el tiempo no pasaba. Después de husmear y criticar… corrección… alabar su trabajo para organizar la fiesta y arreglar la casa, se metió en el baño. Minutos después escucharon sus gritos. Jenkins se apresuró a tratar de entrar pero la puerta no abría. Movió la perilla y mágicamente la puerta se abrió. Margaret señalaba el espejo y gritaba histérica.

Pero revisaron todo y se veía normal. Jenkins se inclinó sobre su esposa y arrugó la nariz al percibir el olor tan fuerte a licor. Se disculpó con Elena y se fue con Margaret.

Aunque era una vieja bastante chismosa, a Elena le dio un poco de lástima.

De forma inmediata la gente abandonó su casa. Con curiosidad se fue al baño y antes de entrar su amigo habló con ella.

—Lamento lo que le hice a la mujer…

Elena detectaba una risa en su voz y su amigo se supo descubierto.

—Bueno, no. Esa mujer es realmente mala y cruel.

— ¿Qué le hiciste?

—Cuando se miraba en el espejo desaparecí su imagen y cuando se inclinó para revisar de cerca el vidrio, aparecí su imagen de nuevo, pero sus ojos eran negros y su cabeza daba vueltas.

Sin poder evitarlo empezó a reír, aquella había sido una forma perfecta de espantar a Margaret y hacer que no regresara a la casa.

Los meses seguían pasando, la perversa Margaret, luego de la fiesta, se había propuesto echarla del pueblo, al parecer creía que era más peligrosa que la casa en sí. <<Menuda cretina>>

Elena se iba acostumbrando a la soledad, lo de sus padres estaba aún muy presente, especialmente en fechas como su cumpleaños.

La noche que cumplió veintidós años fue dolorosa, luego de cenar, tomó una botella de vino y fue a su habitación. La mezcla de nostalgia y licor la ayudaron a dormirse rápidamente. Esa noche tuvo un sueño, distinto a los que tenía normalmente, Blu estaba cerca.

—Hola Elena.

—Hola, creí que debía decir tu nombre tres veces para verte.

—Lo hiciste. Probablemente mientras dormías. No me molesta, me sentía algo aburrido.

— ¡Es todo tan difícil!

— ¿Qué te sucede pequeña Caminante?

—Me siento abrumada con el peso de esta responsabilidad. Solo quiero irme.

—Viaja conmigo al Valle. Mamá y Gray quieren verte.

—Vamos entonces.

—Por acá no podemos. Debes despertar y decir mí nombre tres veces, justo como te dije.

Elena abrió los ojos y supo que no estaba sola. Su amigo estaba ahí en su mente.

—No vayas, ese no era Blu.

— ¿Cómo lo sabes?

—Nunca podrías llamar a Blu desde tus sueños, solamente desde el mundo terrenal. Alguno de los que te quieren fuera te hizo creer que charlabas con Blu.

— ¿Pude llevarlos al Valle de los Druidas y poner en peligro a Blu y su gente?

—No, ahí solo entran los que llevan pulseras. Sin embargo si la llegabas a usar, confirmarías que la tienes en tu poder.

Algunas horas después y decidida a despejarse, salió a su jardín. El paisaje estaba hermoso, el clima agradable. Una hermosa mariposa se posó en su mejilla. Luego agitó sus alas, llenando la nariz de Elena de polvo.

Sin saber qué hacer, sin tener control de su cuerpo y mente, empezó a correr. Tropezó con una raíz, golpeándose fuertemente las manos y rodillas. Ese golpe fue el que la hizo salir de ese estado. No comprendía nada.

Regresó a casa, aún no tenía auto pues seguía en el taller por lo que pidió un taxi para ir al pueblo. Necesitaba que el médico le revisara las manos y se las vendara. También debía ir a pagar impuestos.

No pidió ayuda a su amigo porque si quien la había atacado vivía en el pueblo y ella aparecía sin marcas, confirmaría que algo no era normal.

El médico le vendó las manos y le dio algunas pomadas que tenía dentro de las muestras médicas que recibía. En el pueblo todo amaneció distinto, las personas hablaban del sobrino de aquella familia. La curiosidad era mayor cada vez, las voces se escuchaban con más intensidad.

— ¡Han vuelto y sin envejecer! ¡Son ellos!

—Calma, Margaret, es el sobrino. Los monstruos, como los llamas…, no existen. Pobre chico, no tiene la culpa de ser la viva imagen de su tío Charles.

— ¿Viva imagen? Sí, como no, hasta se llama igual. ¿Y los ojos?

—Por Dios, mujer, ¿te fijaste que también tiene dedos?

—Basta de sarcasmos, Elliot.

—No son sarcasmos, no puedes satanizar al pobre chico, además Elena también tiene los ojos amarillos y no es nada de ellos, así que deja las tonterías y desiste de juzgar al chico.

—Para mí ella es rara también, si no es así, cómo justificas su fascinación por esa maldita casa, debíamos haberla destruido hace tiempo, me parece que vamos a arrepentirnos. Y no puede ser casualidad que ella llegara a vivir aquí tan solo unos meses antes de su regreso.