A medio camino entre el homenaje (tenemos a Gunnar Hansen, el Leatherface original, ejerciendo de capitán de barco) y la autoparodia, y con una ferviente crítica ecológica en su trasfondo, asistimos a una particular matanza en alta mar derivada directamente de una serie de hechos encadenados al más puro estilo de la saga Destino final, en la que un grupo de turistas dispuestos a observar a las ballenas en su entorno natural, morirán uno a uno en manos de la familia de psicópatas de turno, antiguos cazadores de ballenas. ¿Irónico? Tal vez. ¿Tópico? Mucho. ¿Sangre y muertes brutales? Pues sí. Y aunque el mensaje ecológico se haga patente en varios momentos a lo largo del metraje (la orca del desenlace), estamos ante un survival en el que una desquiciada familia se ve ¿obligada? a cometer auténticas salvajadas para sobrevivir o (aún no me queda claro del todo) matar el tiempo. Y matar es algo que lo hacen bastante bien. Lo mejor: no engaña al espectador y entretiene.
Reykjavik Whale Watching Massacre (también conocida como Harpoon) es, como La matanza de Texas, un título que, de no haber sido por su propio contexto político, quizá no existiría tal cual lo conocemos. El film de Hooper, entendido como catarsis de la oleada de violencia política vivida en la década de 1970, crea un retrato familiar hastiado por la crisis y la exclusión social. En el 2009, la crisis financiera ya había estallado en una Islandia en la que muchas empresas habían financiado la construcción de fábricas en enclaves naturales atentando contra el medio ambiente. Si al citado clan de antiguos balleneros (además, neonazis) los situamos en este contexto y añadimos un grupo de turistas en medio del mar, el resultado no podía ser otro que este.
Entretenida y con un guion construido a base de tópicos, funciona a la perfección como el producto que es: heredero del contexto que le tocó vivir en el momento de su gestación. Y porque hay sangre, tíos pirados, muchos gritos y muertes muy burras. Un título a descubrir.
Lo peor: puede que haya quien no vea más allá y se quede únicamente con la idea de que es algo que hemos visto cientos de veces.